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-No puedes hablar en serio, Lía.

-Claro que sí, Óscar - suspiró de nuevo. Empezaba a molestarle tenerlo todo el tiempo tras ella.

Desde que había llegado a su casa, no había tenido ni un solo momento para sí misma. Helena la había ayudado primero y después se le había unido Óscar. Les agradecía todo cuanto hacían por ella pero se sentía acorralada. Sobre todo por él.

Verlo, le recordaba lo mal que lo había pasado por su culpa. Había intentado olvidarlo, más que nada porque era el hermano de una de sus mejores amigas. Una de las pocas que tenía, en realidad. Pero al mirarlo, sentía de nuevo la humillación y el dolor. No podría perdonarlo por más que él le rogase. Las disculpas habían llegado demasiado tarde.

-¿Y si vuelven?

-¿Para qué? Si no se han llevado nada.

-Tal vez te buscaban a ti.

-Sí, ya - bufó - Esto no es una serie policiaca, Óscar. Nadie querría secuestrarme.

-Lía, quédate con nosotros en casa - le pidió de nuevo.

-No, Óscar. Esta noche duermo en mi casa.

-A Helena no le va a gustar.

-Tu hermana estará de acuerdo conmigo.

-No quiero que te vayas - se acercó a ella.

-No, Óscar. No empieces con eso de nuevo.

-¿No vas a perdonarme nunca? Ya te he dicho que fue el mayor error de mi vida.

-Haberlo pensado antes. No puedes pretender que lo olvide sin más. Ya no puedo confiar en ti.

-Te juro que te compensaré.

-He dicho que no.

-Es por ese tío, ¿verdad? El de la foto.

-Él no tiene nada que ver. Tú metiste la pata. Es tu culpa.

-Ya - se alejó de ella furioso y golpeó la puerta con el puño antes de girarse hacia ella de nuevo - ¿No dejarás de reprochármelo nunca?

-Jamás he hecho eso.

Cuando se acercó de nuevo, retrocedió asustada. Estaba muy alterado y temía que cometiese alguna locura de la que luego se arrepentiría. No quería más problemas con él.

-Lía, dame otra oportunidad - la sujetó por los brazos - Te juro que esta vez no te fallaré.

-Suéltame, Óscar.

-Está bien, lárgate - la soltó - No me importa.

Lo vio salir de la casa y cerró los ojos cuando escuchó el fuerte portazo. Nunca lo había visto tan enfadado. Y jamás había temido que le hiciese daño. Hasta ese día. Óscar era muy temperamental pero sabía controlarse. Boxeaba para liberar toda esa energía, había sido recomendación de su médico.

Junto a él se había sentido segura. Esa había sido una de las razones por las que había empezado su relación. Después de sentirse tan vulnerable por la muerte de sus padres, Óscar resultó ser una balsa de salvamento en medio del embravecido mar en que se había convertido su vida. Había sido tierno con ella, la había consolado sin importarle si era de día o de noche.

Le debía mucho por eso y lo sabía. Pero no podía dejar en el olvido su traición. Precisamente por tratarse de él, lo que había hecho era imperdonable. Con cualquier otro habría sido fácil, pero no con él. Confiaba ciegamente en él y en su amor. Descubrir que no era la única le había roto el corazón, ya de por sí demasiado débil. Si hubiese sido una, tal vez podría haberlo obviado. Pero habían sido tantas. Y tantas veces.

-Olvídalo - se dijo, recogiendo sus cosas para salir de la casa - Óscar no sabe lo que significa la palabra fidelidad. No va a cambiar ni por ti, ni por nadie.

Salió al pasillo y se dirigió a su apartamento. Helena vivía en el décimo piso del edificio, cinco por encima de ella. Tomó las escaleras, necesitaba despejar la mente y bajarlas le ayudaría. Después de dos noches en casa de su amiga y con Óscar rondando a su alrededor, la soledad de su casa se le antojaba el paraíso.

Había cambiado la cerradura de la puerta y aprovechó para añadir una protección extra. El cerrajero le había asegurado que nadie podría forzar aquella puerta. Esperaba, por su propia tranquilidad, que fuese cierto. Pasó el pestillo y suspiró. Estaba en casa.

-Hola, Lía - leyó el mensaje que le había llegado mientras dejaba sus cosas en su cuarto - ¿Cómo estás hoy? ¿Ya sabes algo más sobre el no-robo? Te echo de menos.

Los continuos mensajes y las llamadas de Cailean la animaban siempre. En algunas ocasiones se sentía como si estuviesen todavía cerca. Pero la realidad era otra bien distinta. Les separaba todo un mar. Kilómetros de distancia que cada día pesaban más sobre ella. Temía que lo que había nacido entre ellos, se fuese diluyendo con el paso del tiempo.

-Hola, Cailean - le contestó - Acabo de llegar a casa. Hoy por fin dormiré aquí. Ya lo necesitaba. La policía sigue investigando, aunque no creo que sepamos nunca lo que sucedió en realidad. Han hecho pruebas y han traído a perros pero no han encontrado rastro ninguno de drogas, así que al menos esa hipótesis ha sido descartada.

-Entonces, ¿ya puedes volver conmigo?

-Todavía no me dejan salir del país. Dios, esto parece surrealista. Jamás creí que diría algo así.

-Parece de película, cierto. Pero no me gusta nada. Preferiría tenerte aquí conmigo.

-Supongo que cuando se les agoten las vías de investigación, lo dejarán estar. Después de todo, nadie ha resultado herido y no me falta nada. Tal vez sólo fueron unos vándalos con ganas de molestar.

-¿Estás segura de querer quedarte ahí?

-Tú también no, Cailean.

-¿Quién más te ha dicho eso?

Dudó en decirle la verdad. Sabía que le molestaba que hablase con Óscar, aunque nunca le había pedido que no lo hiciese. Eso sólo le hacía quererlo más. Respetaba sus decisiones aún cuando no estuviese de acuerdo con ellas. Cailean parecía tan perfecto, que a veces temía que lo estuviese idolatrando de algún modo. Descubrir que se había estado engañando a sí misma podría ser devastador.

-Óscar. Estaba decidido a que me quedase con ellos otra noche más. Discutimos y se fue muy enfadado.

-¿Puedo llamarte? No me gusta hablar estas cosas por mensaje.

Era por cosas como esa que Cailean era tan único. Respiró hondo y trató de controlar su corazón. Necesitaba tranquilizarse antes de hablar con él. De otro modo, notaría lo alterada que había quedado por la discusión con Óscar. No quería preocuparlo sin motivos.

-Quería darme una ducha. Lo necesito. ¿Hablamos luego?

-Ya estoy en casa. Podríamos probar con Skype. Me apetece verte. ¿Qué te parece?

-Vale - contestó después de pensarlo un momento - Te aviso cuando haya terminado.

-Te esperaré, cielo.

Se mordió el labio, pensando en todos los significados que podría tener aquella simple frase. ¿Esperarla hasta cuándo? No podía sacarse de la cabeza a Shanene. Aunque él había dicho que no había nada entre ellos, no estaba tan segura de que ella pensase lo mismo. Y ahora Cailean estaba en Inverness. Demasiado cerca de ella.

-Me daré prisa - le escribió, después de borrar la imagen de la pelirroja de su mente.

Si hablar por Skype le ayudaba a que Cailean no se olvidase de ella, se quitaría la vergüenza de encima como fuese y hablarían toda la noche si era necesario. Porque su corazón no resistiría otro revés. Si Cailean desaparecía de su vida, sería ella quien necesitaría que alguien le diese, por carta, motivos para seguir respirando.

El AutobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora