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_____________________________________-Buenos días, pervertida - Helena entró en su piso con una amplia sonrisa en los labios - ¿Cómo te fue con la sesión de Skype? ¿Disfrutaste de las vistas? ¿O de algo más?
Llevaba un vestido negro ajustado y estaba maquillada. Su cabello caía en ondas perfectamente colocadas. Nunca entendería como lo lograba. Sus tacones resonaban sobre el suelo de madera mientras andaba. Para Helena ir arreglada era algo habitual, aunque tal vez en esa ocasión se había pasado un poco. Parecía lista para comerse el mundo. El mundo nocturno, pensó. Y una idea empezó a formarse en su mente, esperando que no fuese lo que creía. Hizo el gesto de invitarla a pasar, a pesar de que ya había entrado. Helena sonrió.
-En primer lugar, no soy una pervertida - se sonrojó al pensar en lo que había sucedido entre ella y Cailean - Y en segundo lugar, no voy a hablar contigo de lo que pasó o no pasó.
-Eso quiere decir que hubo tema - rió mientras se sentaba en el sofá y la miraba por encima del respaldo - Creo que tendré que ir a Escocia a buscarme uno para mí. ¿Tiene un hermano?
-Déjalo ya, Helena - se sentó con ella, totalmente abochornada - Y no, no tiene hermanos. Sólo una hermana.
-Qué pena - se encogió de hombros y la miró fijamente antes de continuar hablando - ¿Tan increíble es ese novio tuyo?
-Él no es mi... - suspiró - O sí lo es. Se me hace tan raro pensar en él como mi novio. Ni siquiera estoy segura de lo que tenemos ahora mismo. Ni de cuánto durará...
-Ni se te ocurra, Lía.
-¿Qué? - la miró desconcertada.
-Compararlo con mi hermano - la amenazó con un dedo - Yo lo quiero con locura y siempre me tendrá ahí para él, pero reconozco que con las mujeres es un auténtico cabrón.
-No deberías decir eso de tu hermano.
-Es la verdad, Lía. Y si me hubieses dicho que estabas con él, te habría advertido antes de que te lastimase - negó con la cabeza - Eres tan reservada con todo que no lo vi venir.
La vio quitarse los tacones y subir las piernas al sofá. La miraba con pesar, no por ella, sino por lo que había pasado. Ella sabía cuánto daño le había hecho su hermano y se sentía mal por no haber podido evitarlo. Habían hablado de ello en varias ocasiones pero nunca llegaban a un entendimiento. Helena se culpaba y no era capaz de hacerla cambiar de idea por más que le dijese lo contrario.
-Olvídalo. Lo de tu hermano es agua pasada - le dijo una vez más.
-Para él no.
-Pues que se lo hubiese pensado antes de engañarme con todas ellas - bufó.
-Es un hijo de pu...
-Helena - la interrumpió.
-No me mires así, Lía. Y mucho menos lo defiendas en esto. Ambas sabemos que no es mal chico pero... le pierden las faldas.
-Más bien lo que hay debajo - se tapó la boca en cuanto lo dijo.
-Cierto - rieron juntas - No veas lo enfadado que estaba cuando recibió la foto con tu guapo escocés. Me encantó que hicieses eso. Se lo merecía.
La abrazó. Ese era otro de sus rasgos al que le había costado acostumbrarse. Helena era muy espontánea en sus muestras de afecto. Siempre estaba tocando y abrazando. No podía evitarlo, estaba muy arraigado en ella.
-Fue idea de Cailean - sonrió al recordarlo.
-Hasta el nombre es sexy - fingió un desmayo y ambas sonrieron.
-¿Quieres tomar algo? - intentó cambiar de tema.
Hablar de Cailean la ponía nerviosa, sobre todo porque sabía dónde terminaría aquella conversación. Con Helena era siempre así. Directa en todo y sin ninguna vergüenza. Preguntaba lo que quería saber aunque eso te incomodase a ti.
-No - se levantó de un salto - Vístete. Nos vamos de compras.
-No estoy yo para eso, Helena - se quejó.
Tiró de ella hasta lograr levantarla del sofá. Tampoco es que hubiese puesto demasiada resistencia. En el fondo le apetecía salir de la casa. Ya no se sentía tan cómoda en ella como antes. Saber que habían entrado en ella y habían revuelto sus cosas le preocupaba. Le inquietaba pensar que quisieran regresar a terminar el trabajo. Fuese cual fuese aquel trabajo y si es que había uno. Se estremeció.
-Pero yo sí, así que me acompañas - la miró de arriba abajo, no había visto su reacción - Y ponte algo bonito porque cenaremos fuera e iremos a tomar unas copas después.
-Te recuerdo que mañana trabajas.
-No - le sonrió triunfante - Mi jefe me ha recompensado por todas las horas extras que he estado haciendo y me ha dado el día también. Me tienes toda para ti, nena.
La hizo reír, como siempre. Helena era puro fuego y energía positiva. Había sido su mayor apoyo cuando sus padres murieron. Sin ella, se habría sumido en la desesperación y tal vez, habría acabado como Robert, metida en cama sin ganas de vivir. Independientemente de lo que había sucedido con su hermano, Helena era para ella más que una simple amiga. Era su familia ahora.
-Ve - le ordenó empujándola hacia su habitación - Algo bonito, Lía. O te vestiré yo misma.
Sonrió, no podía evitarlo. Helena era un bálsamo para ella. Y, como la conocía, hizo lo que le pedía. Se vistió con ropa bonita, se maquilló un poco y se puso tacones. No era algo que hiciese habitualmente, pero cuando Helena se lo proponía, nadie la detenía. Mejor no discutir con ella. Saldrías perdiendo.
-Tráeme unos zapatos bajos - la oyó gritar a través de la puerta - y llévate otros para ti. No quiero acabar con los pies destrozados antes de la noche. Y vamos a andar mucho esta tarde.
-¿Por qué no has traído de casa? - le tendió unas bailarinas negras cuando salió de su habitación. Ella llevaba otras iguales.
-Las prisas - se encogió de hombros - Vamos, Lía. Disfrutemos del día.
-Y la noche - suspiró.
Helena la arrastró tras ella. Cuando cerró la puerta, pensó que tal vez necesitaba aquello. Una tarde de chicas y una noche loca. Había estado agobiada desde que había llegado y sólo cuando Helena la hizo prepararse para salir, lo comprendió. Quedarse en casa sólo complicaría más su situación. Su mente no dejaría de pensar en cosas negativas, así funcionaba, y todo lo bueno que tenía quedaría relegado al fondo de su subconsciente.
Mientras iban en el coche de su amiga, decidió enviarle un mensaje a Cailiean para avisarlo de que no estaría disponible hasta el día siguiente. Quería tener toda su atención puesta en su día de chicas.
-Diviértete, cielo - le escribió él de vuelta - Lo necesitas.
-Demasiado perfecto - le envió ella.
-Para nada, cielo. Me muero de celos por no poder ser yo quien te lleve por ahí. Pero quiero que estés bien y tu amiga sabrá como entretenerte.
-Gracias, Cailean. Por todo - repitió sus palabras de la noche anterior.
-Gracias a ti, cielo.
Guardó el teléfono y suspiró. Hoy serían simplemente Lía y Helena. Dos amigas inseparables que buscaban diversión y entretenimiento. Lo necesitaba. Realmente lo necesitaba.
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El Autobús
Romance¿Cómo empieza una historia de amor? ¿Alguien lo sabe? Todos soñamos con conocer a esa persona especial, en un lugar especial. Pero, ¿y si no hace falta nada más que mirarla a los ojos y saber que es ella? La historia de Cailean y Lía empieza en un a...