Capítulo 3

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Durante los tres días que duró aquel caso, la Inspectora Beckett estuvo borde, ausente y distraída; aunque su inteligencia y su instinto permanecieron casi intactos hasta lograr atrapar al asesino de una joven de 25 años que había vuelto a su casa para pasar las Navidades con su familia.
A pesar de que algunos de sus compañeros le preguntaron en repetidas ocasiones por ese cambio de humor al que no los tenía acostumbrados, ella se mantuvo firme en afirmar que no pasaba nada y que únicamente estaba cansada. Por supuesto, ninguno la creyó, y mucho menos la forense.

"Vamos a ver Kate... ¿A quién pretendes engañar? Está claro que algo te pasa, algo gordo que ocurrió en el bar". Insistía una vez más Lanie en la sala de autopsias mientras continuaba con otro caso.

"¡Que no me pasa nada!". Esta vez la Inspectora alzó un poco más la voz, hastiada de repetir tantas veces lo mismo. Se sentó sobre una de las camillas vacías. Sentía una extraña sensación: no quería por nada del mundo comentar lo que le había ocurrido, pero a la vez, necesitaba sentirse apoyada y comprendida. Se encontraba frente a un gran dilema entre su cabeza y su corazón, su orgullo y su inseguridad...

"Por mucho que me grites no voy a dejar de insistir, ni de preocuparme. Te llevé a aquel bar porque desde lo de... bueno, desde lo de tu accidente y... y desde que Castle desapareció de la comisaría como por arte de magia, te veíamos demasiado metida en el trabajo, sin salir ni distraerte". Llevaba un par de días dudando si comentarle aquello o mejor callarse, pero decidió que tal vez decir eso ayudaría a su amiga.
"Estuviste bien e incluso te reías conmigo hasta que me fui al baño y te dejé sola 5 minutos. ¿Qué fue lo que pasó en ese rato Katie?". Se atrevió a preguntar Lanie.

Beckett bajó la cabeza dubitativa. No sabía si contestar o no; o mejor dicho, no tenía ni idea de cómo contar aquello, de cómo abrir su corazón allí mismo. ¿Aceptar lo que llevaba años tratando de disimular y de no aceptar? O, ¿coger el toro por los cuernos y escuchar a sus sentimientos?
Levantó la cabeza para mirar a su amiga. Sus ojos empezaban a estar húmedos por las inminentes lágrimas. Tragó saliva y buscó dentro de su jersey el colgante con el anillo de su madre. Empezó a juguetear nerviosa con él hasta que decidió despegar los labios para soltar todo aquello que la estaba matando. Fijó la vista en el anillo que se quitaba y ponía constantemente y tras un hondo suspiro, comenzó a hablar.

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