Capítulo 59

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Castle se quedó mirando a su madre, atónito porque le hubiera preguntado aquello. No sabía que responderle. La verdad era que estaban juntos, pero sabía que Kate no quería que nadie se enterase. Sino, sería más fácil que la información llegara a Gates y no les dejase trabajar juntos. Pero él sabía que Kate necesitaba su tiempo para asimilar todo lo referente a ellos y que esa era otra razón por la que no quería contar nada a nadie aún. 

Al ver que no respondía, Alexis posó su mano en el hombro de su padre. “Papá…”. Le acarició el hombro suavemente. “¿Estás con Kate?”. Le preguntó ella dulcemente. 

Castle suspiró y miró a su hija asintiendo lentamente. “Sí…” Vio como ambas sonreían y él sonrió también. “Pero por favor, no se puede enterar nadie, no todavía”. Frunció ligeramente el ceño al decir aquello y vio que tanto su madre como su hija le miraban expectantes a que continuara. “Me ha costado mucho que Kate se abriera a mí. Que aceptara sus sentimientos y que comprendiera que la quiero con locura, que incluso la amo y que no pienso hacerle daño nunca, jamás. Al menos, no intencionadamente”. Paró un momento pensando en las palabras adecuadas. “Necesita tiempo para entender y adaptarse a todo esto, a sus miedos y a sus sentimientos. Y se lo voy a dar, todo el que necesite. Por eso no quería decir nada, pero… ¡qué demonios! Sois mi familia y estoy feliz de tenerla a mi lado. En el fondo, necesitaba contároslo”. Sonrió a sus chicas y ambas se abrazaron a él. “Sólo os pido que delante de ella actuéis con normalidad, como hasta ahora. Hasta que yo le diga que lo sabéis, ¿vale?”. Las miró sonriendo y besó el pelo de su hija. 

“Claro hijo. Pero deberías proponerle que se venga a vivir aquí”. Vio cómo su hijo le echaba una de sus miradas. “Así estaría más segura…”. Añadió Martha para salir de aquella mirada de Castle y continuó intentando preparar la cena. 

“A ver, mamá. ¿Tú qué entiendes por darle el tiempo que necesite?”. Giró la cabeza Castle mirando a su madre con los ojos abiertos. 

“Ay hijo, la vida es muuuuuuy corta. Deberíais aprovecharla muy bien”. Dramatizó como siempre aquella mujer mientras no quitaba ojo a lo que cocinaba, o al menos, a lo que intentaba cocinar. 

“Y lo haremos, pero todavía no”. Contestó tajante el escritor y miró a su hija. “¿Tú qué opinas Alexis? ¿Te parece bien que esté con Kate?”. Preguntó mientras se centraba en los ojos azules de su pelirroja favorita. 

“¿Desde cuándo me preguntas si me parece bien o mal que estés con nadie?”. Alexis rió mientras daba un beso en la mejilla a su padre y continuó sin dejarle hablar a él. “Por supuesto que me parece bien que estés con Kate. Ella te hace feliz. Te ha hecho sufrir mucho, pero yo sé que te hace feliz. Lo veo en tu mirada. Y también sé que es la mujer que llevas buscando todo este tiempo”. Le sonrió con cariño. “Me gusta Kate. Me gusta para ti y me gusta como madrastra”. Le acarició el brazo con ternura y se levantó yendo al sofá a sentarse y leer un libro. 

Castle la siguió y se sentó a su lado quitándole el libro de las manos para que le atendiera. “Sé que jamás te he preguntado si te parecía bien o mal que estuviera con una mujer, pero siento que con Beckett tengo que hacerlo. Ella para mí es muy importante. Mucho más de lo que lo fuera cualquier mujer. Y me gusta que te guste para mí, y también como tu madrastra. Pero eso, guárdatelo de momento, ¿si?. No quiero espantarla tan pronto”. Sonrió a Alexis.

“No te preocupes. Hasta que nos digas lo contrario, seguirá siendo inspectora Beckett”. Ambos sonrieron. “Aunque ella ya haya estado en casa, durmiendo contigo en tu cama”. Soltó Alexis volviendo a coger el libro que su padre le había quitado y abriéndolo por la página por la que iba. 

“¿Có… cómo sabes eso?”. La boca de Castle se abrió de golpe al oír aquello. 

“Bueno… digamos que cuando llegué a casa, escuché el ruido del secador en tu baño. Cerraste la puerta del despacho para que no viera ni oyera nada, pero tengo un oído muy agudo. Ya deberías saberlo”. Se concentró en su lectura dejando a su padre atónito. 

Tras aquella pequeña charla, la familia Castle decidió encargar comida después de tener que apagar un pequeño fuego que había provocado Martha intentando cocinar algo de verduras. 

Mientras tanto, en el apartamento de Beckett, la inspectora había contado a su padre todo lo referente al caso de su madre. Le estaba costando mucho controlarse y no echarse a llorar, pero no quería preocupar más a su padre. Hablaron de Bracken, de su detención, de todo lo que el senador había hecho y también de la llamada telefónica que había recibido Castle. Aquello preocupó mucho a Jim.

“Katie cariño, ¿por qué no pides unas vacaciones y te alejas un tiempo de todo esto y de esa gente? Podrías irte a la casa que tenemos en la costa…”. Intentó su padre convencer a su hija para que se alejara, huyera, dejara de investigar. No quería perderla a ella también.

“No papá… No puedo, lo siento..”. Estaban sentados en el sofá y ella se acercó más a el, cogiéndole de las manos. “Necesito encontrar esa información. Sólo así me aseguraré de que Bracken no vuelva a pisar la calle nunca más. Ya he conseguido mucho, puedo hacer esto también. Se lo debo a mamá…”. Susurró mirando a los ojos a su padre. 

“No Kate, tú no le debes nada a nadie… Son ellos los que nos deben a nosotros”. Suspiró. “Hija, es muy peligroso. Tú misma me lo has dicho. Podrían acabar contigo. De hecho, ya os lo han advertido”. Apretó las manos de su hija.

“Tengo protección a todas horas. Trabajo en una comisaría. No van a poder hacerme nada”. Contestó ella intentando calmarse y parar las lágrimas que intentaban salir. “Voy a intentar dar con ese hombre y con la información que posee. Por todos los medios” Contestó tajante y vio como su padre bajaba la cabeza. Respiró hondo y continuó. “Pero… si llega el momento en el que no puedo continuar, no tengo más pistas que seguir, te prometo que lo dejaré”. Su padre levantó la cabeza y la miró sorprendido. Kate le sonrió. “Papá… mi vida ha cambiado mucho estos últimos años. Ahora… tengo algo que llevaba tiempo deseando y no pienso estropearlo”. Le sonrió con cariño y sin que pudiera evitarlo, un par de lágrimas salieron de sus ojos y humedecieron sus mejillas. 

“Eso que tienes ahora… ¿Es amor?”. Preguntó su padre prácticamente convencido de que así era. 

Cuando Te VeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora