Capítulo 42

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La cara de la inspectora cambió por completo. Incluso palideció ligeramente. "¿Crees que... puede estar ahí?". Contestó ella con cierto temor. No sabría decir si el miedo era debido a la posibilidad de encontrar algo, o a la posibilidad de que se estuvieran equivocando y allí no hubiera nada referido al caso de su madre.

"Tú misma me dijiste que estos elefantes eran de tu madre. Que los tenía ella en la mesa de su despacho. ¿Por qué no?. A nadie le daría por mirar ahí...". Miró a Beckett con compasión y se los dio. Ella los agarró con cierto temblor.

"El día que la asesinaron... me dijo que... estos elefantes le recordaban a nosotros. Que eran como una familia. Como mi padre, ella y yo. Siempre unidos, juntos, dándonos fuerzas". Su barbilla comenzó a temblar y se mordió el labio para aguantar las lágrimas.

"Mira a ver si se abre por algún lado...". Susurró él y en un gesto disimulado, se inclinó un poco hacia delante y colocó una mano en su pierna, en señal de apoyo.

Ella agradeció aquel gesto con una diminuta sonrisa y giró varias veces aquella figura tratando de encontrar una muesca por la que se abriera. Controló el temblor de sus manos y finalmente encontró algo parecido a una tapa. Tiró de ella varias veces sin éxito. Miró a Castle. Él asintió con la cabeza animándola a continuar. Volvió a tirar de la tapa, esta vez con más fuerza y una cinta de casete salió disparada hacia arriba, quedando una nota pequeña doblada en el interior. Castle se apresuró a coger la grabación mientras ella sacaba la nota. Cuando se disponía a desdoblarla, Castle posó suavemente su mano sobre la nota y la miró a los ojos.

"Vente a casa. Lo miramos allí, más tranquilos...". Susurró mirando suavemente a su alrededor dándole a entender que allí estaban rodeados de gente.

Ella asintió tragando saliva, guardó la nota en su bolsillo y Castle escondió la cinta en el bolsillo interno de su chaqueta. Beckett decidió que terminaría el papeleo al día siguiente y recogió sus cosas. Bajaron al coche y condujeron hasta el loft de Castle en silencio. Ella conducía metida en sus recuerdos y en lo que podrían contener aquella cinta y la nota. Castle no quería presionarla y por eso fue callado todo el tiempo, mirándola de reojo en varias ocasiones. También comprobó tres veces que el vigilante de Kate les siguiera en todo momento.

Llegaron a casa del escritor y entraron, dejando al policía en la puerta. Richard colgó sus chaquetas del perchero de la entrada y fue directo a la cocina. Cogió dos copas de vino y sirvió un poco en cada una. Beckett fue directa al sofá y sacó la nota. La sostuvo entre sus manos unos minutos, sin desdoblarla. Cuando notó que Castle dejaba las copas en una mesita, le miró apretando los labios y después abrió la nota, dispuesta a leerla y acabar con todo aquello. Castle se sentó en el sofá pero dejando un hueco entre ellos. Quería darle su espacio. Sabía que lo necesitaba.

Querida Katie.
Si estás leyendo esto es que algo terrible me ha ocurrido y tú, con tu persistencia y tu fuerza has conseguido dar con esta nota y esa grabación.
Antes de nada, quiero que sepas que tanto tu padre como tú me disteis los mejores años de mi vida. Vosotros me hacíais feliz. Te criamos y educamos lo mejor que pudimos y que supimos. Por eso estoy escribiendo esta carta. Porque sé que eres una chica muy lista y que llegarás muy lejos en todo lo que te propongas. Y estoy segura de que no pararás hasta descubrir que fue lo que me pasó.
El caso en el que estoy metida ha resultado ser de un calibre mucho mayor del que parecía. Hay gente muy poderosa involucrada. Gente a la que no le tiembla el pulso a la hora de matar a gente para que no salga a la luz todo lo que se traen entre manos. Pero yo tengo una prueba muy valiosa. Sí, la cinta de casete. No sé cuándo la encontrarás, pero en cuanto lo hagas, coge la cinta y ve a la policía. Pídele ayuda a tu padre si lo necesitas, pero no se lo cuentes a nadie más.
Y ahora, cariño, me toca darte las gracias. Sí mi niña. Gracias por cada sonrisa que me sacabas, por haber sido siempre tan cabezota, por nuestras charlas de chicas, por haberme ayudado siempre en todo. Gracias por haberme hecho feliz. Y sobre todo, gracias por haber persistido y haber encontrado, al fin, LA VERDAD. Estoy y siempre estuve muy orgullosa de ti.
Cuidaos mucho el uno al otro y nunca, jamás, dejéis que el pasado decida vuestro futuro. Luchad por lo que queréis, vivid, sonreíd, sed felices.
Y tú, mi niña, encuentra al hombre que te haga feliz y no lo sueltes. Tienes un corazón enorme y aquel que consiga abrir tu corazón, será el hombre más afortunado del mundo.
Os quiero con locura.
Johanna Beckett.

Cuando terminó de leer la carta Kate tenía los ojos y las mejillas empapados de lágrimas. Castle no se había movido. Simplemente se había dedicado a observarla y darle su tiempo. Sabía que lo que estaba leyendo era muy duro y la conocía muy bien. Beckett releyó la carta un par de veces sin poder ni querer controlar las lágrimas. Unos minutos después de haberse sentado en el sofá, miró a Castle con una de las miradas más tristes que jamás le había visto el escritor y le tendió la carta para que él también la leyera. Richard se había convertido en alguien muy importante para ella. Probablemente la persona más importante junto a su padre.

Castle cogió la nota y la leyó en silencio, sintiendo él también como sus lágrimas apretaban por salir. Apretó los labios y tragó saliva secándose las pocas lágrimas que no había conseguido controlar. Miró a Kate. Tenía la mirada perdida en algún punto del suelo y temblaba ligeramente. Decidió acercarse a ella, sentándose esta vez a su lado. Cogió la mano de la detective con sus dos manos. Se la apretó ligeramente mientras en la parte superior le daba leves caricias, sin dejar de mirarla a los ojos. Se mantendría callado hasta que ella dijera algo, pero quería hacerle sentir que él estaba con ella, que no la iba a dejar sola en ningún momento.

Cuando Te VeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora