Capítulo 10

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Beckett llevaba más de diez minutos con la mirada perdida en algún punto de su apartamento. Seguía sentada en el sofá, con las piernas encogidas. Ya no lloraba, pero su mirada era triste y mantenía los labios apretados. Su amiga había vuelto a sentarse a su lado, sin decir nada. La conocía muy bien y de sobra sabía que necesitaba tiempo para asimilar lo que habían estado hablando y tomar una decisión.

"Creo que tienes razón". La voz de la inspectora sonó como un susurro. "Necesito hablar con él, pedirle perdón y contarle mis dudas y mis miedos. No sé si él ya ha renunciado a mí, pero aún así, se lo debo, le debo esta explicación". Cogió su copa de vino y bebió, de un trago, lo que quedaba. "En cuanto se recupere de la caída le pediré que me deje hablar con él, quiero hacerlo. Y también que vuelva a la comisaría". Miró a Lanie y le sonrió ligeramente. Su mirada había cambiado y se empezaba a ver a la mujer segura y decidida que era.

"¡Al fin! Pensaba que me iba a tener que quedar aquí tres noches más para convencerte de que hables con él". Rió tratando de animarla. "Pero... ¿qué es eso de que Rick se ha caído? Y, ¿cómo sabes tú eso?".

Beckett le contó lo que había ocurrido hacía tan sólo unas horas antes, y cómo había hablado un poco con Martha y Alexis.

"¿Lo ves?" Sonreía eufórica Lanie. "¡Se tropezó al verte, porque no te esperaba, porque lo sigues descolocando, lo sigues volviendo loco! No pierdas la oportunidad Kate. En cuanto esté mejor, lo traes aquí, le invitas a una copa de vino y habláis, os abrís el uno al otro". Animó a su compañera con la mirada. "Y ahora, permíteme que me vaya a casa a dormir, que son más de las dos de la madrugada y mañana tenemos que ir a trabajar". Se levantó poniéndose el abrigo. "Mañana te veo. Descansa guapa". Besó la mejilla de Kate y salió de aquel apartamento dejando a la inspectora con una pequeña sonrisa en la cara.

La charla con la forense la había animado. Era increíble cómo en apenas un rato conseguía siempre hacerla sentirse mejor. Tenía razón. Debía hablar con Castle, y lo haría; pero cuando hubiese salido del hospital.
Con aquella idea en la cabeza se acostó en la cama y pronto cayó rendida en los brazos de Morfeo. Estaba agotada, de todo el día trabajando, del paseo bajo la lluvia, de darle vueltas a la cabeza, de la caída de Castle, pero sobre todo se sentía cansada de mantener sus sentimientos siempre encerrados, de no dejarlos volar, de no compartirlos. Se prometió a sí misma empezar a cambiar aquello, aunque de sobra sabía que no iba a ser nada fácil.

A la mañana siguiente, la inspectora y los detectives se encontraban sumergidos en un caso que les traía de cabeza. No tenían apenas pistas y se les empezaban a acabar las ideas. Un hombre y una mujer, ambos de Nueva York, habían sido asesinados, con dos días de diferencia, en lugares opuestos de la ciudad, por el mismo francotirador. No encontraban coincidencias entre ellos, salvo por el hecho de que estaban completamente seguros de que el asesino era el mismo.
Beckett empezaba a desesperarse. La falta de pruebas para seguir investigando le hacía estar nerviosa y ligeramente insegura a cerca de cuál era el siguiente paso que tenían que dar. Pocas veces le ocurría eso, y no le gustaba nada sentirse así. Pero no solamente la complejidad del caso la mantenía irritada; el tener que enfrentarse a un francotirador como el que la había disparado a ella hacía tan poco tiempo la hacía temblar. Aunque intentaba que no se le notase. Además, esa misma mañana, tras prepararse para ir a trabajar, había mandado un mensaje a Martha preguntando por el estado de Castle, y aún seguía esperando una respuesta. Eso también le hacía estar nerviosa.

Por su parte, el escritor había pasado una buena noche y tras un par de pruebas más, le dieron el alta con la condición de que debía guardar reposo al menos un par de días. Se fueron a casa los tres juntos y según entró por la puerta, Rick se metió en su cuarto y cerró la puerta. No quería ver ni hablar con su madre, y tampoco con su hija. No se sentía con fuerzas, y no precisamente por el golpe. La pregunta que le había formulado Espósito en el bar le había molestado. Pero no era culpa de él. El detective preguntaba por la chica rubia con la que se le empezaba a ver al escritor en las revistas. La misma chica con la que le había visto la inspectora besarse. Estaba seguro de que aquello era lo que la había hecho salir corriendo.
Y él se había sentido una mierda. Por seguir locamente enamorado de Beckett, por haberse dejado llevar por Mariah, por utilizarla para intentar olvidarse de su inspectora.
Pero, ¿quién puede olvidarse de su musa?. Eso es imposible. Así que cuando vio a Beckett, se quedó helado. No esperaba verla en su bar; y menos estando él con Mariah. Nada más cruzarse sus miradas, el escritor dejó de besar a la rubia aunque ella se pegó más a él intentando que continuase, hecho que no pasó desapercibido por Kate. Lo que ella ya no vio por haber salido huyendo, fue que Castle obligó a Mariah a separarse de él para ir donde ella. Pero cuando Rick consiguió librarse de ella, y enfadarla logrando que se fuera, la inspectora ya no estaba en el bar; y aunque el salió corriendo tratando de encontrarla, fue incapaz de hacerlo, no había ni rastro de ella.

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