Capítulo 12

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Mientras tanto, el escritor permanecía en su cama, con el móvil entre las manos, leyendo y releyendo una y mil veces aquel mensaje que su inspectora le había enviado. Le decía que estaba preocupada por él, pero sus palabras sonaban frías. Había escrito, y a continuación borrado, cientos de respuestas distintas. Ninguna le convencía. ¡Maldita sea! Era escritor y no sabía que responderle. Suspiró dejando el teléfono sobre la cama, cerró los ojos y se recostó frotándose la frente con los pulgares. Le dolía la cabeza, mucho. Desde el golpe no había un solo día que no le doliera. De repente, una conocida melodía comenzó a sonar cerca de él. Era Mariah que le llamaba por enésima vez desde lo que había ocurrido en el bar unos días atrás. Lo silenció y una vez más dejó que se cortara la llamada. No quería saber nada de ella. Bueno, la verdad es que no quería saber nada de nadie.

Se levantó al baño y cuando entró, no pudo evitar mirarse en el espejo. Tenía un aspecto horroroso. Se desnudó y se preparó un baño con agua caliente. Se metió en la bañera tratando de relajarse, de distraer sus pensamientos, de que se le pasase el dolor de cabeza. Tras un rato con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, se enjabonó rápidamente, aclarándose después. Salió de la ducha y pensó en afeitarse y peinarse, pero todo le daba igual, nada le importaba; así que optó por seguir como estaba: con una fea barba y el pelo totalmente despeinado y sin arreglar. Nada usual en él. Se encaminó a la cocina aún con la toalla en la cintura. Abrió la nevera pero estaba vacía. Su madre se había ido ese mismo día de gira con una obra de teatro, y Alexis llevaba un día con Meredith, que quería aprovechar para estar un poco con su hija antes de irse, de nuevo, de viaje. A Alexis no le había hecho mucha gracia irse y dejar a su padre solo, pero a la vez, sentía que tenía que pasar algo de tiempo con ella, al fin y al cabo, era su madre.

De repente, sonó el timbre del loft. Castle cerró la puerta de la nevera y frunció el ceño. No esperaba a nadie. Se encaminó a la puerta y con sigilo observó por la mirilla para ver de quién se trataba. Se quedó perplejo cuando, al otro lado de la puerta, vio a la inspectora Beckett, con la cabeza agachada, esperando a que le abriera. Pero él, no podía reaccionar. No podía creer que la tuviera allí, después de tanto tiempo, en la puerta de su casa. Tres golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos.

"¡Castle, ábreme, por favor! Sé que estás ahí, te oigo respirar...". La voz de Beckett sonaba distinta. Parecía preocupada y miedosa.

Castle se miró la toalla y corrió al cuarto a cambiarse. "¡Voy, dame un minuto por favor!" Se puso una camisa y un pantalón vaquero y abrió la puerta lentamente. La miró a los ojos con una sonrisa, pequeña, pero muy característica suya. "Lo siento, estaba saliendo de la ducha". Lo cierto era que estaba enfadado con ella, mucho, y también se sentía defraudado, pero al tenerla frente a él, no podía evitar sonreírle.

Cuando le abrió la puerta, Beckett reparó en el estado del escritor. Estaba sin afeitar, con el pelo de cualquier manera y no olía a la colonia que él solía usar. Posó su mirada en la de él y pudo ver el dolor y la decepción que ella le había causado. Rápidamente se apoderó de ella un sentimiento de culpabilidad mucho más grande del que ya llevaba.

Dudó una vez más. No sabía si debería estar allí. No quería hacerle más daño y aunque ahora sus sentimientos estaban más claros, tenía miedo de volver a equivocarse y hacerle sufrir. "Si te pillo en mal momento... puedo volver otro rato o... no sé". Le miraba con tristeza.

"Kate, no te vayas, por favor. Pasa y hablemos". Su voz sonó tranquila. Después de haber visto sus ojos apagados, algo en su interior, algo muy fuerte le decía que tenía que protegerla, hacerla sonreír, que volviera a ser la Beckett de siempre. "Creo que ambos nos merecemos una charla". Se hizo a un lado dejándole paso a la inspectora, que entró en la estancia tras coger aire fuerte.

"¿Estás solo?" Miró el loft percatándose del silencio que reinaba en él.

"Sí, mi madre está de gira y Alexis con su madre". Cerró la puerta y se encaminó a la cocina. "¿Una copa de vino?". Antes de que ella contestase ya tenía dos copas sobre la mesa y empezaba a servir el vino.

"Sí, por favor". Se acercó al sofá y se quitó la chaqueta que llevaba. La dejó junto al bolso en el respaldo y se sentó en una esquina del sofá, a esperarlo.

Castle se acercó a ella tendiéndole una de las copas. Ella se la cogió dedicándole una pequeña y triste sonrisa. "Gracias..." La voz de Kate sonó como un susurro mientras cogía la copa y olía el vino. "Ummm... huele de maravilla". Llevó sus labios a la copa y lo cató suavemente. "Esto está delicioso Castle, gracias". Le observó mientras él se sentaba también en el sofá, pero dejando una separación entre ambos.

La tensión se palpaba en el ambiente. Beckett tenía la copa entre sus manos y miraba el líquido en silencio. Castle, por su parte, no podía quitar su mirada de ella. Estaba nervioso, mucho y también enfadado. Pero a la vez, tenerla en su casa, cerca de él después de esos meses, le hacía sentirse reconfortado.

"Kate... ¿qué es lo que quieres? ¿A qué has venido?". No había enfado en su voz, pero sí cierta impaciencia.

Beckett cogió aire lentamente y lo miró durante un momento. Después sus ojos se posaron de nuevo en la copa.

Cuando Te VeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora