Capítulo 2: Instituto nuevo

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Capítulo 2: Instituto nuevo

Al día siguiente me desperté con ojeras, no había dormido nada esa noche.

Desde mi habitación se escuchó la irritante voz de mi madre por las mañanas.

-¡Sam, ven a desayunar que se nos va a escapar el avión!

-Voy mamá, y por favor, no me llames Sam, soy Samantha, no Sam.

Odiaba que me llamaran Sam, sí, era para abreviar, pero no me gustaba por que a veces ese nombre se utilizaba para chicos.

Miré el espejo, en cuanto lo vi, pegué un grito y me aparté del espejo, al principio me pensé que era un monstruo que se había colado en mi habitación, pero luego me di cuenta de la ropa que llevaba puesta, mi pijama... Era yo.

Por Dios, que tonta...

No me extraña asustarme, parecía un zombie; con esas ojeras y los ojos rojos como la sangre.

De verdad que ahora estoy de acuerdo con mi mente, soy tonta.

Me vestí rápido y bajé a la cocina donde se encontraba mi madre con la televisión encendida.

Cogí mis cereales y saqué la leche de la nevera.

No dije nada, me senté en silencio, ni siquiera un "Buenos días" para mi madre, estaba demasiado enfadada como para hablar con ella. De repente, ella rompe el silencio:

-En tu nuevo instituto harás amigas nuevas, estoy segura.

-Yo no quiero amigas nuevas. -Respondí despreciando el comentario que me había dicho mi madre.

Parece que no tenía ganas de discutir conmigo, así que se fue de la cocina dejándome sola.

Ella solo estaba intentando ser amable, pero con todo esto de mudarse, no conseguía ni una respuesta positiva.

Acabé de desayunar y me encontré a mi hermana por el pasillo, estaba medio dormida también con ojeras.

-Vaya, parece que no te ha sentado bien la noche, Esther.

-Igual que a ti, Sam.

Ella sabia que odiaba que me llamaran así, y como no soporto a Esther, ni ella a mí, nos ponemos apodos, como yo cuando me enfado con ella o simplemente por divertirme, la llamo "Bicho asqueroso" o otros apodos.

Rodé los ojos, y ella me sacó la lengua.
Se podría decir que casi nunca nos llevamos bien.

Cuando terminé, me subí al coche y como siempre, tuvimos que esperar a Esther para que se acabara de arreglar. Tiene 13 años, sus ojos son azules oscuros y su cabello es rubio muy claro, yo, en cambio, tenía los ojos azules claros y el pelo lo tenía tirando para castaño claro. Ya, no nos parecíamos mucho.

Escuché el ruido de la madera vieja, y ahí estaba ella. Ya no parecía zombi, ahora estaba mejor. Ella sabe que solo lo hago para molestar.

¡Bueno, por fin ha bajado!

Mi padre arrancó el motor y fuimos camino al aeropuerto.

Cuando llegamos, nos hicieron pasar por una máquina, para detectar si llevábamos hierro o cosas raras de esas.

Llegábamos tarde, pero por suerte nos dio tiempo de coger el avión.

Esther y yo teníamos que ir a clases hoy, así que, en cuanto llegamos a Los Ángeles, tuvimos que asistir a clases.

Rompiendo Mis Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora