Capítulo 18: Salvados con castigo

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Capítulo 18: Salvados con castigo

-¿Qué habéis aprendido de lo que acabáis de hacer? -El director tenía una arruga justo en medio de la frente, que quedaba muy mal, por cierto.

-¿Aprender a divertirme? -Preguntó bromeando Marco, este chico de verdad que nunca había un momento en el que se callara y no nos echaran más la bronca.

-Muy gracioso, Miller. -Rió sin ganas el director y yo contuve la risa.

-Es la verdad... -Susurró Marco haciéndome perder los nervios. Por su culpa estaríamos más tiempo castigados de lo normal.

-Marco, cállate antes de que llame a nuestros padres. -Le susurré intentando que no me escuchara el director.

-Bien, llamaré a vuestros padres. -Dijo el director cogiendo el teléfono y Marco y yo dijimos un rotundo "NO" antes de que llamara. Él rodó los ojos y Marco se inventó una excusa.

-¿Es que acaso los adolescentes no se pueden divertir ni un segundo en su vida? ¡Que nos desvuelvan nuestra infancia! Os preocupáis tanto por el dinero que hacéis todo por ello, y a nosotros que nos den. Nosotros también tenemos derecho a divertirnos y ser como tenemos que ser, por que los 18 años solo se cumplen una vez. -Lo miré anonada y él suspiró. Estaba segura de que quería soltar todo eso desde hacía tiempo.

-Yo... Me da igual si me despides, pero estoy de su parte, son jóvenes, tienen que disfrutar de la vida. -La profesora de matemáticas nos defendió y se puso al lado de Marco. En este momento no podía explicar la expresión de mi cara.

El director volvió a rodar los ojos y después de un gran silencio, se puso de acuerdo.

-Por esta vez, estáis perdonados, no llamaré a vuestros padres, pero esta tarde os quedaréis tres horas más en el instituto de castigo. ¿Entendido? -Marco y yo asentimos sonrientes y salimos de esa estúpida sala.

-Wow, tres horas, solos. -Marco alzó una ceja y yo reí. -Imagínate lo que podemos hacer con ese tiempo, y no pienses mal. -Reí nuevamente por que ya era demasiado tarde, ya había pensado mal. Sí, soy una mal pensada.

Nos dirigimos a clases de nuevo y seguimos así todo el día hasta que llegó la tarde.

Después de clases me dirigí a la sala de castigo, entré y para mi sorpresa, no había nadie en la sala, eso significaba, que podía escuchar música sin que nadie me molestara.

-¿Sam? -Una voz dijo mi nombre desde atrás y me giré instintivamente para encontrarme con los ojos azules de Bruno.

-¿Qué haces aquí? -Pregunté confundida pero sonriendo y señalando una silla a mi lado para que se sentara y me hizo caso.

-Ya sabes, soy un chico malo. -Se estiró y puso los pies encima de la mesa mientras se columpiaba hacia atrás.

-Como te caigas, me reiré. -Le advertí y él rió negando con la cabeza.

Me giré hacia mi sitio y me puse los cascos mientras sacaba algo para dibujar, como no tenía nada de trabajo por hacer, y me sumergí en mi mundo dibujando y escuchando música.

Mientras dibujaba, alguien puso una mano en mi mesa y cogió el papel en el cuál estaba dibujando.

-¡Marco! ¡Devuélveme eso! -Reclamé levantándome de la silla y yendo a por él pero él solo rió mientras alzaba la hoja mirándola alucinado.

Paré de saltar para alcanzar la hoja al ver su reacción de mi dibujo. ¿Tan mal dibujo?

-Esto es... ¿Lo has hecho tú? -Preguntó señalando la hoja y yo asentí. -Es... Increíble, dibujas genial, Sam. -Suspiró aún sin apartar la mirada de la hoja y yo se la quité en un movimiento rápido y volví a mi sitio.

En la hoja aparecía una chica escuchando música con sus cascos y de fondo había hecho claves y notas de música. Es verdad, tampoco estaba tan mal.

-Siéntate ya, Marco. -Dije al verlo aún de pié mirándome. Él me hizo caso pero antes de sentarse, hizo una pregunta que tampoco que tenía respuesta.

-¿Qué hace Bruno aquí? -Se dirigió a mí y yo simplemente me encogí de hombros mirando a Bruno, que estaba medio zombi. Se notaba que hoy no había dormido muy bien. -¿Qué has hecho esta vez, Bruno? -Dijo Marco dirigiéndose a Bruno que estaba con los ojos entre abiertos y al ver que no contestaba, Marco le puso el pie en la pata de la silla y la silla se cayó al suelo con él encima, fue en ese momento cuando Bruno recuperó la conciencia, y yo estallé en carcajadas.

-¿Pero qué haces, tío? ¡Estás loco! Podrías haberme matado, ¡Bestia sin corazón! -Al oír decir eso a Bruno desde el suelo con una mueca en su cara, me partí mas de risa y me entraba un dolor extraño en la barriga, sería de tanto reírme.

-Lo siento, bro, sólo quería despertarte de tu sueño. -Murmuró Marco ayudándole a levantar intentando contener la risa, mientras que yo no la contenía, y Bruno me lanzó una mirada de muerte. -Y seguro que ese sueño era sobre una chica... -Susurró Marco riendo y Bruno se sonrojó.

-¡Ala! ¡Yo pensé que los chicos no se sonrojaban! Así que... Era sobre una chica... -Exclamé riendo y le lanzé una mirada burlona.

-Sam, los chicos también tenemos sentimientos. -Se quejó Bruno y yo le enseñé la lengua. ¿Los chicos tenían sentimientos? Mentira.

-Bueno, ¿Y quién es esa chica? -Pregunté alzando las cejas y él solo rodó los ojos.

Al ver que no contestaba, le pasé una mano por su cara por que se había quedado embobado mirándome.

Bruno volvió a la realidad y Marco susurró algo que no llegué a entender, pero no le di importancia.

Bruno ni siquiera se molestó en contestarme, solo se giró y empezó a hacer yo que sé que con un papel. Cuando terminó de escribir algo en ese papel, me lo dio disimuladamente y yo sin pensarlo lo cogí.

Empecé a leer la nota y no me podía creer lo que ponía.

¿Cuando te mudas?

Lo miré frunciendo el ceño y él sonrió y miró rápidamente la nota, a lo que yo devolví mi mirada a la nota y cogí un lápiz para escribir.

Dina, Blanca y Mateo eran los únicos que sabían sobre eso de mi mudanza, y probablemente Marco también por que se lo podrían haber dicho, pero no entendía quién se lo había dicho a Bruno. Está claro, que en este grupo se lo cuentan todo.

Y sí, no había pasado ni una semana desde que mis padres se divorciaron, con lo que solo quedaban dos días para conocer mi nueva casa, mi madrastra, y mi hermanastra, y también, empezar a vivir sin mi madre. Por suerte, no me iba a cambiar de instituto. Eso era lo único bueno que podía ver en estos instantes.

Rompiendo Mis Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora