Capítulo 11: Mi hermana plasta

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Capítulo 11: Mi hermana plasta

Sobresaltándome por la voz provenida de atrás, me giré y vi unos ojos extremadamente verdes y un cabello rubio muy claro.

-¡Esther! -Grité enfadada y ella rió.

-¿Es verdad? ¿Estas enamorada de él? -Insistió y yo rodé los ojos.

¿Enamorada de Mateo? Imposible, antes prefería estar muerta.

-¿¡QUE!? ¡NO! -Disimulé.

Espera, ¿Disimular? ¿Por qué lo hago? ¡Él no me gusta!

Me miró y cruzó los brazos alzando las cejas. Odiaba a esa niña. Me sonrojé, no sabía si era por su intimidación o...

Mierda.

No, no podía ser.

-Venga, os he visto besaros. -Mi hermana seguía hablando. -Para mi opinión, es mono. -Cada vez que abría la boca la cagaba más.

-¡No me gusta! -Estallé ya harta de mi hermana pequeña, siempre me tenía que sacar los nervios.

Entré dentro de casa y subí las escaleras hacia mi habitación ignorando a Esther.

-¡TENGO RAZÓN Y LO SABES! -Gritó desde abajo, de verdad que la iba a matar, mi madre la podía haber oído del chillido que pegó la tía.

-¡NO ES VERDAD! -Pegué un último chillido antes de cerrar la puerta de golpe. A lo que me llevó unos gritos de quejas de mi madre que permanecía en casa.

No me fiaba nada de Esther, así que me asomé por la puerta para escuchar si le había dicho lo que pasaba. Y justamente como me esperaba, lo hizo.

-¿Que le pasa a Samantha? -Preguntó Nadia, mi madre.

-Oh, no gran cosa, no quiere admitir que está enamorada. -Ahí me cabreé.

Tengo mis puños listos, prepárate Esther. ¡Te declaro la guerra!

No oí decir nada por parte de Nadia, ya que bajé las escaleras dando fuertes golpes en cada paso lento que daba.

-Esther...

-Hola, hermanita.

-¡Ni hermanita ni mierdas! Esther, la has cagado! ¡Vete preparando! -Grité furiosa ahora corriendo detrás de ella intentando pillarla. Hasta que una mano en mis hombros me detuvo y casi me caigo de morros al suelo.

-¡Mamá! ¿Que no ves que estoy en plena guerra?

-Nada de guerras, cuida ese vocabulario, y... ¿De quién estás enamorada? -Preguntó mi madre la cotilla con el ceño fruncido, ahí venía su queja sobre los chicos.

-¡De nadie! -Suspiré mientras pegaba una patada al suelo y huía de ahí antes de que mi madre me preguntara más cosas sobre Mateo.

Sinceramente, no me esperaba esa reacción por mi parte, si no era verdad, no debía de preocuparme, pero lo hice, y lo peor de todo, es que no sé por qué.

Pasaron las horas, me estaba muriendo de hambre y nadie en la casa me decía que bajara para cenar. Esto estaba siendo un infierno. Hoy era el peor día de mi vida, juraría que era peor que cuando me dijeron que me mudaba. No aguantaba más, ¿Por qué mi madre me evitaba? Juro que si entra por esa puerta la cual estoy mirando, le soltaré una gran bronca.

Y tal y como predije, (o Dios me escuchó o no sé que diablos pasó) mi madre entró en mi habitación, ¡Y encima sin permiso!

-Hola. -Mi madre no era de andar con rodeos e iba directa al punto. -¿Puedo hablar contigo?

Asentí rodando los ojos algo molesta y ella se acercó a mí para sentarse en mi cama donde yo me encontraba.

-Sam... -Empezó a hablar pero la interrumpí.

Sabía lo que iba a decir, y no me apetecía hablar de ello.

-No digas nada. No quiero hablar del tema. -Fijé la vista en el suelo. No quería hablar de ello ahora solamente por el hecho de que mis padres se hubieran separado, pronto tendría que aguantar a otra Esther.

Noté como lentamente se acercaba a mí y no sabía como reaccionar.

-Tengo que decírtelo.

-No hay nada que decir mamá. -La volví a interrumpir, esta vez decidida en apartarme de ella, pero lo impidió..

-¡No! ¡Sam, no! Te he de advertir sobre esto, y luego no me digas que no lo hice. -Se levantó de la cama yme miró fijamente frente a mí.

-¿Y de qué vas a advertirme, tú? ¡Si tú ni siquiera sabes lo que es realmente el amor! ¿A eso lo llamas tú querer? ¿A separarte del amor de tu vida solo por haber encontrado a otro que ni siquiera lo conoces? -Me llevé las manos en la mejilla y noté como mis lágrimas iban cayendo, de verdad que esto del divorcio me estaba afectando, pero antes de que ella dijera nada, dije mis últimas palabras, pude ver como destrozaban cada parte de ella, pero no me arrepentí de ello. -A papá lo conocías desde que tenías 3 años, ¿Me oyes? ¡3 años! ¡Tardaste demasiado tiempo en darte cuenta de que teníais que estar juntos, pero al menos te diste cuenta! Y ahora lo dejas todo por una cara bonita que no sé que tendrá de especial para ti, pero quiero que sepas una cosa... Nunca encontrarás a alguien como papá. -Y dicho eso me fui de la habitación dejándola atrás. No tenía a donde ir, así que decidí que era mejor irme de casa.

Escuché unos gritos de Esther provenientes de la cocina, por lo visto, aún no se había ido de allí, puedo apostar lo que fuera a que mamá y ella habían estado hablando sobre lo mío.

Corrí con tal de que nadie me pudiese ver, y me parecía muy posible ya que eran las tantas de la noche y no había nadie en la calle a esas horas.

Me escondí en un rincón viejo de una casa abandonada, a unos metros de podía ver la casa de alguien que había montado una fiesta esa misma noche.

Me encogí las piernas y metí la cabeza en mis brazos para así parecer más pequeña y que nadie se diera cuenta de mi existencia. Realmente era lo que quería.

Lloré y desahogué todo lo que me había ahorrado mientras le gritaba a mi madre. Estaba intentando contener las lágrimas cuando ya habían caído.

Ella ni siquiera me detuvo en el momento en que me fui de mi habitación. Ni siquiera lo intentó.

Y es por eso, que a veces pienso, que mi madre es una mierda.

O más bien, que yo era una mierda.

Deseaba estar sola en estos momentos, y con la peor suerte del mundo, alguien apareció.

-Sam, ¿Estás Bien?

Rompiendo Mis Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora