Capítulo 38: Escapada prohibida

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Capítulo 38: Escapada prohibida

Habían pasado días, y como era de esperarse por mi falta de estudio, suspendí el examen que hice hace dos días, hoy era viernes y lo único que pensaba era en quitarme a mi padre y su estúpida nueva regla de no salir de casa.

Comía sin ganas y solo pensaba en alguna estrategia para descubrir quién era la persona que se había dicho eso a mi padre.

-Sam, ¿Te pasa algo? -Mateo me despertó de mis pensamientos y yo le miré confundida. Seguramente tendría ojeras en la cara por no haber dormido nada esta noche y por no haberme maquillado o puesto algo de crema en la cara esta mañana. Qué baga que era.

Me tapé el rostro al pensar que Mateo me había visto así y él rió. Sincermante, me molestó mucho lo que hizo.

-¿Te ríes de mi cara, verdad? -Pregunté sin mirarle a los ojos y él paró de reír. Eso me alivió.

-Sam, no me río de tu cara. Sin o con maquillaje eres preciosa y no dejarás de serlo. -Y eso... Me llegó al corazón. No es por ser cursi ni nada, pero lo que había dicho Mateo era muy bonito, y no me lo quitaba de la cabeza. Aún así no me atreví a mirarle, no por lo del maquillaje y las ojeras, sinó por que mi cara estaba como un tomate.

-Hoy hay una fiesta. -Dijo alguien de la mesa. Pude deducir que era Blanca.

Levanté la cabeza, enseñé mi rostro, y vi que todos estaban tapándole la boca a Blanca y susurrándole cosas como "¿Que no sabes que Sam está castigada, lela?". Se dieron cuenta y volvieron a su pose normal. Decidí hacer algo que no esperaba que hiciese ni yo.

-No, es buena idea, iré a la fiesta. -Todos se sorpredieron por mi respuesta. Hasta Dylan.

-Pero, Sam, estás castigada. -Intervino Dylan y yo negué con la cabeza.

-¿No lo entendéis? Escaparme es romper una regla. La regla N° 4 decía: Obedecer a mis padres cuando ellos me lo digan. -Todos fueron entendiendo poco a poco. -Si rompo esta regla, esta noche, solo me quedará una por romper, y seré libre, lo que siempre he querido. -Abrí las manos explicando y ellos entendieron por fin.

-Tienes razón. Yo estoy con ella. -Se unieron Dina y Blanca.

-Aun que me cueste admitirlo... Eres un genio, Sam. -Dijo Mateo y yo reí. Estaba claro que estaba conmigo, y la resta del grupo, parecía estar de acuerdo también.

-Bien, entonces lo haré. -Dije llevándome un trozo de bizcocho de la cafetería a la boca.

-¿Y la última regla? -Replicó Mateo y enseguida me atraganté con el trozo. Blanca me dio palmadas en la espalda para que me recuperara y cuando me recuperé, estallé a reír.

-Momento inoportuno. -Me dirigí a Mateo y él sonrió.

-Bueno, di, ¿Y la última regla qué? -Intervino de nuevo Mateo. Era increíble lo pesado que llegaba a ser con algo.

-Primero centrémonos en esta. -Dije con una sonrisa.

Habían pasado las clases y ya cada uno se dirigía a sus casas. Por desgracia, mi padre me vino a buscar al instituto siguiendo mi castigo.

No le hablé en todo el trayecto en coche, ni siquiera le dirigí la mirada.

Cuando llegamos, me fui a mi habitación y empecé a sacar ropa del armario. Era necesario llamar la atención para esa fiesta. No por algo de la lista, sinó por que quizás fuera la última fiesta a la que asistiría si mi padre se entarase.

Cogí un top negro con unos shorts de tiro alto blancos y unas vans negras. A mi pelo... Le faltaba algo.

-¡Esther! -Llamé a mi hermana para que me ayudara y ella entró a mi habitación después de dos minutos. Me sorprendió lo rápida que era dejando las cosas que tenía que hacer solo para ver qué me ocurría.

-Ala. -Fue la primera expresión que dijo Esther al entrar a mi habitación y verme con esa ropa puesta. -¿Vas a algún sitio? -Preguntó después de unos segundos de estar observando detenidamente mi ropa. Luego levantó la vista y me miró a los ojos.

-Sí, y necesito tu ayuda. No sé qué hacerme en el pelo. -Me dirigí al espejo y me senté en una silla esperando que ella se pusiera detrás a hacerme algo en el cabello. -Y tú eres un experta. No sé como consigues ese pelo tan largo.

-Pero estás castigada. -Intervino Esther y yo rodé los ojos.

-En realidad, si voy a esa fiesta estaré rompiendo la cuarta regla, desobedecer, así que es una buena idea ir a esa fiesta.

-Yo no pienso lo mismo. Ahora me lo cargas todo a mí. Te tendré que cubrir.

Hice un puchero para que hiciera justamente lo que ella había dicho. Ella rodó los ojos y acabó cediendo.

-Bien, pero tendrás que dejarme tu cabello a mí sin espejo. -Me asusté al oírla decir eso. Ella era un peligro con estas cosas. -Siempre te he imaginado rubia... -La oí susurrar eso y me asusté aún más, pero no se lo impedí. Dejé que me hiciera lo que ella quisiera. Total, sólo era una noche.

Noté un montón de productos raros a lo largo del peinado, y a Esther me la imaginaba sonriendo por que por primera vez en la vida la había dejado tocar mi pelo.

-¡Listo! Mírame. -Dijo volteándome para verme. -Preciosa. Si te dicen que quién te ha hecho esta obra de arte. Es tu hermana, Esther Howard. -Alzó la cabeza orgullosa y yo reí. Ahora estaba impaciente por mirarme al espejo.

Me levanté rápidamente de la silla y me dirigí al espejo. En cuanto me vi, no tardé en soltar un pequeño chillido y asustar a mi hermana.

-¿Qué pasa? -Preguntó asustada.

Me toqué mi precioso pelo que ahora era de un color rubio muy fuerte con una fina mecha rosa al lado.

-¡Lo de rubia iba en serio!

-Sí, estás mejor rubia. -Esther me sonrió y yo fruncí el ceño a través del espejo para mí misma.

Lancé una mirada fulminante a Esther al girarme.

¡Me había teñido el pelo! Decidido, nunca más iba a dejar mi pelo en manos de mi hermana.

-¿Se quita, no?

-Sí, solo dura unas horas, y la mecha rosa es de mentira. -Respondió ella orgullosa, al final tuve que agradecerla por el esfuerzo que ella había hecho.

Pensándolo mejor, no me quedaba tan mal.

Rompiendo Mis Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora