Capítulo 7: Divorcio

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Capítulo 7: Divorcio

No me lo podía creer.

Mis padres se iban a divorciar.

Y encima yo tenía que romper una regla, ¿No podía ser peor?

-Non ne posso più! Perché passo tuto il mio? -Iba dando vueltas en mi habitación insultando y diciendo cosas sin sentido -Tutto questo è colpa mia! Io sono un idiota!

-No me gusta cuando hablas en Italiano. -La pesada de Esther entró en mi cuarto y se quedó en la puerta.

-No, ¡no puedo más! ¡Cuando me enfado no me controlo! -Chillé enfurecida.

-No es tu culpa, y no eres idiota.-Me interrumpió.

Mierda. Me había olvidado de que ella también sabía Italiano.

-Sí que lo soy... -Suspiré y me dejé caer en mi cama.

-Ay, no, ahora ¿Que has hecho? -Mi plasta hermana me conocía lo suficiente como para sospechar algo.

-Nada. -Disimulé fatal.

-Vamos, Sam, te conozco. -Cruzó los brazos y yo suspiré de nuevo.

-No... Es que no quiero hacerlo... Pero lo he de hacer. -Me levanté de la cama, me sequé una lágrima pequeña que estaba a punto de caer y miré hacia la ventana.

Esther se acercó conmigo y me puso las manos en los hombros, parecía mi hermana mayor, no mi hermana pequeña.

-Sabes que siempre puedes contar conmigo. Después de lo que ha pasado, no hay nada peor. -Suspiró y miró por la ventana como yo.

La miré detenidamente, esos ojos azules, estaban muy oscuros.

Oh, no.

Era un defecto de ella. Si le aparecían los ojos muy oscuros, significaba que iba a llorar, ¡Por mi culpa!

-No, Esther, tus ojos... Por favor, no llores. -La miré preocupada, no quería que empeorara.

-Resistiré.

-Lo siento. -La abrazé, en aquel momento, sentí que todo esto era solo culpa mía, y la estúpida regla que tenía que romper.

-¿Me lo puedes explicar?

Oh, ahí estaba la Esther que conocía. Pero era verdad, se lo tenía que decir, alomejor ella me ayudaba.

-Mañana romperé mi primera regla.

No dijo nada, me miró detenidamente y su boca estaba entrecerrada.

-¿Tu primera regla? Sabes que está prohibido, Sam. -Ya no estaba preocupada, sus ojos se tornaron azules como el cielo y estaba más calmada.

Sonreí y asentí.

-Tus ojos, azules como el cielo. Estás mejor, sé que te alegras por mí, lo dices tu misma. -Esther se miró al espejo de mi habitación para ver sus ojos, y sí, asintió y me dio la razón.

-Verdad. Ya era hora de que rompieras alguna. Ensényame la lista. -Se giró a verme y alzó las cejas esperando una respuesta.

Me agaché a buscar la maldita hoja y por fin la encontré.

-Está... Aquí. -Le estiré la mano a Esther y ella la cogió.

-Veamos... Pone:

Regla N° 1: Nunca hacer algo tan malo como para que me expulsen.

Regla N° 2: Estudiar y sacar buenas notas.

Regla N° 3: Contestar educadamente y no decir palabrotas y no beber alcohol o drogas.

Regla N° 4: Obedecer a mis padres cuando ellos me lo digan.

Regla N° 5: No enamorarse ni traer a ningún chico a casa hasta los 20.

Esther se quedó mirando la hoja muy detenidamente.

-A mi nunca me habían hecho una lista de reglas, ¿Como es que a ti te la hicieron?

Me encogí de hombros, en realidad, sabía por qué.

-Oh, vamos Sam, ¡Dilo ya! -Pero ella me conocía.

-No, es una larga historia, te la contaré cuando tenga tiempo, ahora te explico lo que haré para romper la primera regla.

Ella asintió y yo le dije que se acercara para que no me oyera mi madre, y se lo dije todo.

-¿Y como pensáis entrar en el instituto si mañana no hay clase? -Oh, inteligente Esther.

-Hay una puerta trasera. Y ahora como se lo digas a alguien te juro que si me entero no llegarás a estas Navidades.

Alzó las manos y las cejas y yo asentí riéndome.

-¡¡Chicas!! ¡Bajad ya! ¡Es hora de ir a hacer los papeles!

No, se acababa mi vida, mi familia se separaba, no podía dejar de pensar eso. No habían pasado ni dos meses como para que estuvieran así de mal.

-Vamos... -Susurró Esther que yo a penas pude oírla.

Oh, no, sus ojos, otra vez oscuros.

-Esther, tú puedes, pero sobretodo, mira el lado positivo y contrólate. -Le puse una mano en su hombro y ella asintió alejándose de mi habitación.

Ya era bastante mayor como para controlar su manía.

Bajé las escaleras cuando me acabé de vestir, y, allí estaban, mi padre, mi madre, separados por una buena distancia y en medio, Esther.

No me gustaba nada ver a la familia así, todos muy distanciados.

¿Con quién nos íbamos a ir Esther y yo? ¿Con mi madre o con mi padre?

Subimos todos al coche.

Oh, la última vez que tendría esta imagen en la cabeza, los quatro en un coche.

-Entrad, chicas. -Nos dijo nuestra madre y Esther y yo entramos primero.

Fuimos a un despacho e hicieron firmar a cada uno unos papeles.

-Esther, Samantha, vuestro padre quiere la custodia. -Mi madre suspiró y Esther y yo compartimos una mirada, luego continuó. -Vosotras solo estaréis conmigo en las vacaciones.

Yo alcé la cejas y Esther se quedó con la boca entreabierta.

-¡No es justo! ¿Nos tendremos que mudar? -Pregunté casi gritando.

-Mamá, aún no nos habéis contado por qué os habéis decidido divorciar. Explicadlo ya. Es un buen momento. -Esther cruzó los brazos y yo asentí hacia ellos.

Estaba de acuerdo con mi hermana.

-He conocido a alguien. -Confesó David, nuestro padre, y en seguida apartó la mirada hacia los papeles.

-¿Nos vamos a vivir con tu novia y contigo? -Pregunté alzando la cejas hacia mi padre. -¿Y mamá? ¿Estará sola?

No me contestó, así que me lo tomé todo como un sí.

-De momento así serán las cosas, además tendréis una hermana. -Nadia rompió el silencio contestando a mi pregunta.

-¿¡Qué!? -Esther se paralizó formando una gran "O" y yo fruncí el ceño con cara de asco.

-O sea, que tendré que aguantar a otro bichejo ¿No? -Me cruzé de brazos y me indingé, pero Esther me fulminó con la mirada.

-Lo siento, chicas, esta semana os quedáis conmigo, la que viene y todas las demás hasta las vacaciones, con vuestro padre.

Las dos asentimos y bajamos la cabeza, no me podía creer que iba a vivir con mi padre, su novia y su estúpida hija que en un futuro sería mi hermanastra.

Lo único bueno de todo esto, es que no me tendría que cambiar de instituto. Pero aún así me dolía.

Rompiendo Mis Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora