Capítulo 47: Mi sur, mi norte, mi soporte
-Esa era la última palabra que quería oír. -Respondí levantándome dispuesta a hablar con mis padres y contactar con Mateo. -Tengo algo que hacer.
Kevin no dijo nada y me dejó ir. Así me gusta, estaba demasiado cabreada con mis padres y furiosa por lo que Kevin había hecho. Había estado fingiendo durante toda nuestra relación e hizo que yo le odiara sin que él quisiera, eso no se lo discutía, pero habérmelo ocultado hasta ahora... Eso sí que tiene importancia.
Me toqué la herida. Ya estaba seca y parecía estar curada. Miré a Kevin por última vez y me giré de nuevo para empezar a caminar pero acabé corriendo.
Abrí la puerta de mi casa de una patada y sonó el ruido de la puerta rompiéndose por dentro. Pero la abrí.
-¡AH! -Se escuchó el grito de mi madrastra y seguido empezó a balbucear cosas. -¡VETE, LADRÓN! ¡TENGO UN PALO DE COCINA EN LA MANO Y NO TENGO MIEDO DE USARLO! -Apareció detrás del muro de la cocina y yo reí ante su aparición con el palo en el hombro y su cara de cagada de miedo.
Ella bajó el palo y me miró con muy mala cara. Como cabreada, aun que la entendía, si a mí me pasara esto yo estaría más que cagada y ya habría matado al culpable.
-Sam, qué susto me diste. ¿Hay alguna razón por la que has tirado la puerta abajo? -Se sacudió el delantal y se cruzó de brazos después de dejar el palo en la encimera.
-En realidad, sí. Tengo que hablar con mi padre. Lo siento si te he asustado, madrastra... Y también por lo de la puerta. -Pasé por su lado y escuché a mi madrastra susurrar "Adolescentes" y suspiró profundamente.
Subí las escaleras rápidamente a acudir a mi hermana.
Abrí la puerta de su cuarto sin avisar y ella me miró sorprendida. Estaba a punto de cabrearse por no haber picado antes de entrar, pero entonces corrí hacia ella y la abracé fuertemente y empezaron a caer lágrimas por mis mejillas.
-¿Sam? Sam, ¿Qué ha pasado? -Preguntó Esther preocupada y me apartó de ella para ver mi cara.
Seguí sollozando y ella me hizo un gesto para sentarme en su cama.
-Sam... -Murmuró mirándome a los ojos y acariciándome la espalda para calmarme.
-No te lo vas a creer. -La interrumpí y ella no dijo nada, solo asintió y yo decidí seguir. -Mis padres me querían poner las reglas.
-Eso es obvio. Hiciste algo que no... No te tenían permitido hacer. -Dijo Esther rápidamente y frunció el ceño.
-No, Esther. Ellos hicieron que yo hiciera eso para que me pusieran las reglas. -Dije intentándola entrar en razón. Era difícil de comprender.
-No, Sam. Fue Kevin el culpable. Él te hizo hacer eso. -Estaba claro que íbamos por mal camino. Esther cada vez estaba más confundida y a mí se me acababa la paciencia así que lo dije directamente.
-Kevin fingió.
Esther me miró extañada, pero poco a poco lo fue comprendiendo. Me alegré por ella, pero no podía mirarla así que aparté la mirada.
-¿Como que fingió? -Preguntó por última vez.
-Sus padres le obligaron a fingir eso por orden de mis padres. Y él lo hizo. -Expliqué lentamente haciendo gestos con las manos y Esther ahora sí que estaba segura de lo que le intentaba explicar.
-Papá y mamá... ¿Como han podido hacer eso? -Me equivoqué. Esther tenía un montón de preguntas que yo no tenía respuesta, pero el tema aún no estaba cerrado. Mis partes merecían ser castigados de por vida. Había cumplido mis reglas hasta aquí, hasta aquí había llegado mi paciencia.
Me encogí de hombros y me apreté más a mi hermana. Y de nuevo, ella parecía la mayor y yo la pequeña, pero no era así. A veces me sentía infantil.
Y ahí nos pasamos horas abrazadas la una a la otra y yo llorando desahogándome. Me sentí la persona más inútil y imbécil de todo el mundo por haberme creído las mentiras de Kevin y las de mis padres. De pequeña me pensaba que era la niña más feliz que podía existir, con las personas que me creía que eran las mejores pero a mi alrededor solo había mala gente. Toda mi vida había sido una gran mentira. La única buena que tenía a mi lado era Esther. Y sé que ella siempre estará a mi lado y nunca me dejará. Sé que ella no me fallará por nada del mundo. Ella nunca me dejará ni yo a ella. Por que ella es mi hermana.
-Tenemos que decirles a papá y mamá. Aun que estén separados. -Esther interrumpió mis pensamientos y yo la miré detenidamente. Dos segundos después me encontraba negando un no rotundamente con la cabeza.
-Se merecen un castigo. Pero sin que ellos lo sepan. Les daremos su merecido sin decirles que lo sabemos. Ahí ya no podríamos hacer nada, pero ahora sí que tenemos oportunidad. -Esther me entendió y asintió lentamente pensando en algo para vengarse de todo lo que me habían hecho, pero tendría que ser algo muy gordo como para superar lo que ellos me habían hecho.
-Mierda. Mierda, mierda y mierda. -Me golpeé la frente varias veces y mi hermana me miró confundida. Me había olvidado completamente de Mateo. -Tengo que hacer una llamada.
Me fui de la habitación a la mía corriendo, y cogí el móvil de mi mesilla corriendo.
Marqué el número de Mateo. Sé que la mejor forma de arreglar un malentendido como este no se puede hacer por un móvil, que se tiene que hacer en persona, pero yo estaba demasiado preocupada como para poder esperar.
Sonó el mensaje de buzón, decidí dejarle un mensaje.
-Mateo, tengo que hablar contigo, por favor. Llámame cuanto antes. -Colgué y esperé.
Estuve esperando lo que me parecieron días pero solo fueron 2 horas, era mediodía pero no tenía ganas de hacer absolutamente nada. Hoy era lunes y se suponía que yo tendría que estar en el instituto, pero no iba a ir hasta arreglar el tema con Mateo.
Y ahí es cuando escuché un ruido de pasos provenientes de mi puerta. Me giré y ahí estaba él.
-¿Qué quieres?
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Rompiendo Mis Reglas ©
Teen FictionIba tan concentrada en mis cosas que sin verlo venir, me estampé contra una puerta de las aulas de ese maldito instituto nuevo. Pero algo o alguien me cogió e hizo que no me cayera de culo al suelo. -¿Eres nueva, verdad? Aun que para ser nueva no ha...