Capítulo 22: Tengo que ir a esa fiesta

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Capítulo 22: Tengo que ir a esa fiesta

No sabía qué decir. Mi boca estaba trabada y yo en blanco.

-Eh... Perdona. -Aparté la mirada de él tan rápido como pude y me deshize de su abrazo. Oí susurrar a Mateo unas maldiciones pero no le di importancia.

No podía creer lo que acaba de pasar. Me había quedado embobada por segunda vez, o tercera, ¡No lo sé! ¡No se me dan bien las matemáticas!

Seguimos caminando y nadie de los dos dijo nada durante aquellos segundos de silencio.

-¿Qué tal con Kevin? -Preguntó él por sorpresa rompiendo el silencio y haciendo que yo me parara y lo mirara con el ceño fruncido. ¿A qué venía Kevin, ahora?

-¿Como iba a ir? Fatal. -Rodé los ojos intentando disimular el odio que sentía hacia él y volví a caminar.

Mateo no le dio importancia y me siguió hasta que, por fin, llegamos a mi maldito nuevo hogar.

Me paré delante de él y apreté los labios mirando hacia abajo.

-Eh... -Interrumpí a Mateo antes de que pudiera decir nada.

-¿Sabes algo de Marco o Bruno? -Dije extrañada de que no estuvieran aquí para darme la bienvenida, aún así, Mateo y Dina ya eran suficientes.

-La verdad es que no... Oye, tengo algo que decirte. -Se rascó la nuca y sonrió. Yo le hice una señal asintiendo para que siguiera y él lo hizo. -Hoy por la noche hay una fiesta en casa de Dylan. Vendrán todos los del instituto. ¿Tú vendrás? -Oh, claro. Hoy era sábado, ¿Qué adolescente aburrido no se pasa el sábado bebiendo y emborrachándose? Yo era una de ellas.

No es que no me gustasen las fiestas, pero nunca había probado nada que tuviese que ver con el alcohol o algo que fuera parecido a eso, y definitivamente, mi padre no me dejaría ir a esa fiesta.

-Está bien. Iré. -De verdad que soy idiota. ¿¡Por qué demonios le he dicho que sí, cuando no me va a dejar ir mi papá!? Bueno, mi padre no tiene por qué saberlo...

-Bien. Te veo allí. -Sonrió con satisfacción y yo le devolví la sonrisa.

Cuando su rostro fue desapareciendo a medida que se alejaba de la casa, lo único que pude pensar en hacer fue entrar corriendo en mi habitación y revisar la lista. Y eso mismo hice.

~Regla N° 1: Nunca hacer algo tan malo como para que me expulsen.

Regla N° 2: Estudiar y sacar buenas notas.

Regla N° 3: Contestar educadamente y no decir palabrotas y no beber alcohol o drogas.

Regla N° 4: Obedecer a mis padres cuando ellos me lo digan.

Regla N° 5: No enamorarse ni traer a ningún chico a casa hasta los 20.~

La regla uno, podía decirse que ya la había incumplido, robar un examen no estaba tan mal como para que me expulsasen, pero entrar por la puerta trasera con llaves robadas, escondernos en el lavabo y colarnos dentro del colegio, eso marcaba como delito. Y por eso sí que te podían expulsar.

Entonces... Ahora solo tenía cuatro reglas. No pasaba nada, si mis padres no se enteraban de lo que había hecho (Que es muy probable que no), tampoco se enterarían de que había roto una regla.

Siempre me he preguntado cuál sería el castigo que me pondrían si incumplía alguna. Desde pequeña aún recuerdo exactamente las palabras que me hicieron hacer pis encima. Era como un tipo de chantaje, si yo no cumplía con esas reglas, ellos... Pero solo ellos sabían lo que me harían. Y por eso siempre me dio miedo, por que no sabia qué era lo que estaba en juego.

Miré la número tres. Si iba a ir hoy a esa fiesta, tendría que intentar esquivar todas las bebidas posibles y no emborracharme... ¡Oh, Dios! ¡Que le den a la lista!

Escuché tres golpes en mi puerta pidiendo permiso para entrar y yo me dirigí allí para abrirla.

Al ver de quién se trataba, me sorprendí un poco. Unos cabellos pelirrojos con ojos marrones claros aparecieron en mi vista.

-Hola. -Saludó Brittany y yo rodé los ojos, sabia que no nos íbamos a caer bien desde el principio, aun así contuve la tentación de cerrar la puerta en sus narices y dejé que hablara la zorra. -Sé que empezamos mal, de haber sabido que Esther sería mi hermanastra no la habría echado la culpa cuando me manchó la blusa de zumo. Total, solo era una blusa. -Suspiré, no sabia si fiarme de ella. Al fin y al cabo, a partir de ahora tendría que vivir con ella. -Por eso, quiero que empecemos desde cero, supongo que Esther seguramente no me perdonará, por que lo que hice estuvo mal, pero aun tengo tiempo de arreglarlo contigo.

A ver si ella tenía razón, yo no me fiaba mucho de Brittany después de que le hubiese hecho eso a mi hermana. Tampoco era para tanto, pero lo que le había hecho a Dina, sí. No puedo creer lo perra que es.

Permanecí con la boca callada y ella suspiró antes de hablar.

-Hola, hermanastra. Soy Brittany, pero puedes llamarme Britt. -Sonrió, se encogió de hombros y me extendió la mano.

Estuve dudando en sí estrechársela o dejarla plantada y cerrar la puerta en sus narices, pero eso no arreglaba absolutamente nada, sólo que convivir en esa casa fuese más difícil.

Al final se la estreché.

-Encantada de conocerte. Soy Samantha. -Le devolví la sonrisa y me ahorré nombrar el apodo por el que todos me llamaban excepto Mateo y Dylan. No quería que ella me llamara así.

-Samantha. ¿O te puedo decir hermanita? -Preguntó sonriente y yo asentí ampliando más mi sonrisa. Las dos estábamos fingiendo.

-Claro, hermanita. -Le di un pequeño golpe en el hombro y ella rió.

-¿Quieres conocerme? Así ya sabremos mas cosas la una de la otra y nos conoceremos más. -Ideó ella mirando hacia el techo y cruzándose de brazos.

Claro, ¿Por qué no saber sus puntos débiles?

-¡Oh, genial! Comienza tú. -Exclamé, y como si ella me hubiese leído la mente, empezó a decir sus puntos débiles.

-Bien, no me gustan los días lluviosos, me estropean el pelo; también odio cuando me meto en la ducha y notar que el agua solo sale fría. En realidad, lo odio todo menos las fiestas y los chicos. -Genial. En mi mente ya habían aparecido un montón de ideas para que Dina y yo nos vengásemos. -Ahora tú.

La interrumpí rápidamente.

-¡Oh, no, se me olvidó que tengo un montón de cosas que hacer! Ya será otro día, Brittany... Digo, hermanita. ¡Adiós! -Dije haciéndome la simpática mientras esta vez, ya no lo soporté más, y le cerré la puerta en sus morros. Quizás hubiera sospechado, pero no me importaba.

Suspié y rodé los ojos en cuanto escuché sus pasos alejarse de la puerta.

Me escurrí por la puerta y acabé sentada en el suelo.

Pues, bien, si iba a ir a esa fiesta, tendría que ir con cuidado de que Brittany no me descubriera. Ella solo tenía 12 años, pero sabía que iba a ir a esa fiesta.

Rompiendo Mis Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora