Capítulo 17: Te quiero con locura

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Capítulo 17: Te quiero con locura

Mientras hablaba con mis amigos, alguien vino corriendo hacia mí y me estampó contra el pecho de Bruno que estaba delante mío. Haciendo que él me cogiera a tiempo para no caerme. La persona que me había empujado lo tenía claro...

-¡Dylan! -Escuché decir a Blanca y yo me giré rápidamente. Por fin, había llegado el momento de conocer al peliblanco que hacía tiempo que le quería conocer.

-Hey, hermanita. -Se abrazaron y después carraspeé.

-Oh, es verdad, Sam, este es Dylan, Dylan, esta es Sam. -Asentí extendiendo una mano. Ya había visto a Dylan por primera vez, y no era tan impresionante como me esperaba. Lo normal. Pelo blanco. Espera, ¿Desde cuando el pelo blanco es normal?

-Encantado, mi lady. -Me reí ante su comentario, las primeras tres palabras y ya me caía bien. Dina iba a tener razón sobre que era un idiota mujeriego.

-Encantada, caballero. -Hice una reverencia y esta vez fue él quien se rió.

-Si, mi hermano es un poco estúpido, pero tiene gran corazón. -Dijo Blanca mientras lo despeinaba.

-¡Eh! ¡Para! ¿Sabes cuanto tiempo se tarda en hacer esta preciosa obra de arte? -Dijo él señalando su precioso cabello despeinado. Todos estallamos en carcajadas. Sin duda, el gracioso y superficial del grupo.

-Por cierto, mi lady... -Me susurró Dylan en el oído. -De nada.

¿De nada? ¿De nada por qué? No lo entendía. Fruncí el ceño y al ver que no entendía, él se explicó mas.

-Por librarte de una expulsión. -Ah, ya entendí. La prueba.

-Pero gracias a ti entré en el grupo. Y si, muchas gracias, caballero.

Sonrió y todos nos fuimos a clases. Me tocaba examen de matemáticas. Y yo soy pésima en eso.

Justo cuando la profesora empezó a repartir los exámenes me paré delante de la hoja al ver la cantidad de operaciones sin resolver que no tenia ni idea. Ahora solo un milagro podía salvarme. Y ese milagro se llamaba Marco.

Marco se sentaba justo a mi lado en matemáticas, y se le daba genial la asignatura.

-Pst... -Susurré disimuladamente. -Sálvame, por favor. -Supliqué y él rió bajo.

-Claro, somos amigos. -Dijo él enseñando las respuestas que él ya había hecho. ¿A penas unos segundos que ya había entregado la hoja y ya tenia la mirad del examen hecho? No me lo creía. Este chico era una máquina.

Copié todas las respuestas y resuelto. Otro diez asegurado. Marco era muy listo, aun que un poco tímido.

-Ey... -Susurró él. -Tengo una propuesta. -Abrí los ojos completamente.

¿Una propuesta? Esto me iba a gustar...

-Adelante. -Puse toda mi atención.

-Tú eres divertida y no te impora lo que los demás piensen de ti, ¿Verdad? -Asentí intentando pillar lo que quería decir. -Y yo soy tímido y nunca me suelto. ¿A que sí? -Asentí lentamente de nuevo. -Podría ser tu mejor amigo. Digo yo, contigo me soltaría más y serías la mejor amiga perfecta.

Estaba de acuerdo. Marco tenía que soltarse. Hacer cosas divertidas y pasárselo bien. Conocer gente nueva y hacer locuras.

-Trato hecho. -Sonreí mientras le extendía mi mano. Pero él se la quedó mirando y lo siguiente que hizo no me lo esperaba.

Me abrazó de repente sin esperarmelo. Y que la profesora nos mandara fuera de clase tampoco me lo esperaba.

-Genial. Nos va a suspender. -Maldecí y Marco solo rió.

-¿Has visto? Empezamos bien, haciendo trastadas juntos. -Me reí y fui corriendo a abrazarlo. Era lo menos que podía hacer. Era mi mejor amigo.

-Aprovechemos para hacer alguna locura. -Dijo él y yo sonreí maliciosa. Esto no iba a acabar bien.

Busqué por todo el pasillo buscando alguna cosa para desaburrirme con Marco en ese momento pero no había nada.

Caminé unos pasos más al final del pasillo pero nada, subí a la próxima planta donde se encontraban Dina, Mateo y Bruno, y rápidamente llamé a Marco para que viniera conmigo. Cuando estuvimos arriba, buscamos algo con lo que hacer alguna locura, y mi cara se iluminó cuando vi el carro de la limpieza. Corrí hasta él mientras escuchaba gritos de Marco diciendo que qué es lo que estaba haciendo. Cogí el carro y le pasé la fregona. Con suerte la cogió a tiempo pero me miró con el ceño fruncido.

-Esto es lo que hago, Marco. -Me subí al carro y él me pilló. Hace un día perfecto para pasear por el instituto con el carro de la limpieza.

Marco se puso la fregona en la cabeza y se subió al carro mientras yo lo empujaba.

-¡SOY EL REY DEL MUNDO! -Gritó extendiendo las manos. Este chico me caía demasiado bien. A penas unos minutos desde que nos expulsaron de clase y ahora nos lo estábamos pasando genial el uno junto al otro.

-Tampoco te motives. -Dije riendo. Marco siempre había sido ese tipo de persona tímida y que solo le cogía confianza a las personas cercanas a él, y a mí ya me había cogido confianza. El Marco que estaba subido al carro de la limpieza con la fregona puesta en su cabeza, era su pequeña bestia de dentro de él, y se notaba que lo estaba disfrurando, y yo estaba disfrutando viéndolo así.

-Samantha. -Llamó él y yo murmuré para que hablara. -Te quiero con locura, como ésta. -Me reí de su comentario, yo también te quiero, Marco.

-¿Esos no son Dina, Bruno y Mateo? -Dije señalando la clase por la que pasábamos por delante.

-Oh, tu enamorado. -Dijo él señalando a Mateo. De verdad que iba a matar a Marco. Mateo no es mi enamorado. ¡Ni tampoco tenemos nada! He de admitir que Mateo es un maldito mujeriego que si quisiera, todas las chicas del instituto estarían rendidas a sus pies, pero a él no le llamaba la atención ninguna, y también he de admitir que se comportaba de una forma extraña conmigo, pero eso suponía que era normal, yo era nueva en el grupo y él tenía ganas de molestar a alguien como yo.

Saludé a Dina intentando hacer que me oyera y por fin, me vio. Se empezó a partir de risa y no podía contenerla. Lo único que me importaba en ese momento era que no me pillasen. Si me pillaban estaría muerta.

Marco iba haciendo caretos y agradeciendo como si fuera una estrella que acababa de actuar. Bruno, Mateo y Dina seguían partiéndose y la profesora no se enteraba.

Bruno sacó el móvil y empezó a fotografiar a Marco y a mí subidos en ese trasto resbalando por en medio del pasillo como unos locos.

×Samantha Howard y Marco Miller, a mi despacho, ya.×

Mierda. Mierda, mierda y mierda.

Esa voz venía del megáfono. Y en el megáfono solo hablaba el director. Miré a Marco y éste estaba igual que yo.

Estábamos muertos.

Rompiendo Mis Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora