Capítulo 42: Secuestro y momento vergonzoso

3K 258 19
                                    

Capítulo 42: Secuestro y momento vergonzoso

Hacía ya una hora que Mateo se había ido y no paraba de pensar en lo que me había dicho. Mateo... Estaba enamorado de mí. Y lo peor, es que yo sentía algo por él, pero no estaba segura, ni tampoco quería que me rompiera el corazón de la manera que lo hizo Kevin.

Los besos que él me daba eran como droga, no te cansabas de besarle hasta en los momentos en los que no te apetecía nada y estabas completamente deprimida. Eran como una solución a mis problemas, y sólo había probado sus labios tres veces, pero ya me parecían suficiente como para saber lo que sentía por él.

Me miré al espejo, el rubio ya se me había ido y ahora mi cabello volvía a su tono normal de marrón claro. Me quité cuidadosamente la mecha rosa falsa y la dejé encima del escritorio.

Abrí el armario para cambiarme de ropa y estar cómoda, pero mis deseos de estar estirada en la cama con el pijama puesto se esfumaron en cuanto alguien me tapó los ojos y la boca con las manos.

Empecé a intentar gritar, pero no podía ya que su mano me tapaba la boca y me asfixiaba, solo podía respirar por la nariz.

Me entró pánico cuando lo veía todo negro. También me había nublado la vista y ahora no podía ver a donde me llevaba.

Lo que sí sabía es que se me llevó hasta la calle y por lo visto ni mi padre ni mi hermana me vieron siendo secuestrada por alguien. Por que eso es lo que estaba pasando, alguien me estaba secuestrando.

Hice los esfuerzos más grandes que había hecho en mi vida para darle una patada donde no se tiene que dar, claro que solo cuando alguien te secuestra y te lleva a no sé donde.

Escuché varias quejas de esa persona y pude notar que era un chico. La voz de un chico joven, lo normal en secuestros. Pero esa voz, no era desconocida, me sonaba de algo, pero no sabía de quién.

Para ser un secuestrador, noté como me subía a un coche cuidadosamente y me cerraba la puerta, no sin antes atarme las manos, taparme la vista y ponerme algo en la boca.

Balbuceé cosas y escuché la risa de aquel chico tan descarado. Sabía que era guapa, pero tampoco tanto como para secuestrarme. (Es broma)

Noté como el coche o el vehículo en el que estaba sentada se iba parando y el chico salía dejándome sola, pero el quedarme sola en el coche no duró mucho, ya que el secuestrador abrió la puerta de mi lado y me llevó como un saco de patatas.

Seguí murmurando cosas sin sentido y dando patadas en su espalda, cualquiera que nos viera podría deducir que esto era un secuestro.

-Sí, los asientos 15 y 16 de la fila 8. -Escuché decir al chico y de repente me paré. ¿Dos asientos? ¿¡Qué diablos pretendía este secuestrador!?

Empezó a caminar de nuevo y sentí como me sentaba otra vez en un asiento.

Me destapó la boca y empecé a soltar cosas sin sentido.

-¡Maldito secuestrador! ¡Llévame a casa ya mismo, idiota!

-Lo de idiota acertaste, enana. -Me quedé parada. No podía ser.

El chico me fue destapando los ojos y a medida que él lo hacía, yo iba enfocando la vista para encontrarme con unos ojos oscuros y una sonrisa burlona.

-¡Ma... ¿Mateo? -Exclamé y luego pregunté confundida al ver la figura que estaba delante mío.

Antes de que pudiera decir algo más, Mateo me tapó la boca y me hizo un gesto para que me callara. No sé por qué, pero lo hice.

Enfoqué mi vista en la sala. Estábamos en un cine. ¿Qué diablos hacíamos en un cine?

Mateo se sentó a mi lado y escuché varias risas intentando ser disimuladas por él, pero no se le daba muy bien. Le miré fijamente, pero su vista seguía fija en la pantalla enorme que teníamos delante.

No tuve otra opción que fijar mi vista delante mío, pero no pude evitar mirar alrededor. Me levanté del sillón y noté que no había nadie, absolutamente nadie en la sala. Solo estábamos Mateo y yo. Ahora sí que estaba totalmente confundida.

Mi cabeza daba vueltas por la sala en busca de alguna persona, pero entonces algo empezó a sonar.

Me giré rápidamente hacia la pantalla. Miraba detenidamente la pantalla en negro mientras empezaba a sonar una voz. Una voz muy conocida.

~Samantha, simplemente decirte que gracias. Gracias por hacerme sentir lo que nunca había sentido con otra persona. Gracias por hacerme ver las cosas de una manera diferente. Gracias por haber aparecido en mi vida cuando más destrozado estaba. Gracias por todo lo que has hecho por . Creo que te mereces esto y mucho más. Solo quiero que sepas que te conocí como a cualquiera, sin buscar nada, y terminé queriéndote como a nadie, encontrándolo todo. Esto va para ti.~

Me quedé embobada mirando la pantalla. Me encontraba en estado de shock, no podía moverme ni siquera para cerrar mi boca. Y ahí es cuando apareció él y empezó a cantar.

En la pantalla se veía en grande a Mateo cantando.

¿Eso era dedicado a mí?

Eso era dedicado a mí.

ESO ESTABA DEDICADO PARA MÍ.

En serio creo que me va a dar un ataque al corazón, no me puedo creer lo que Mateo ha hecho. Necesito que alguien me pellizque, esto no puede ser real.

Sentí un flash de atrás, y varios más seguidos, pero ni siquiera me giré para ver qué era. Escuché carcajadas de Mateo, estaba alucinando con mi cara y mi cuerpo paralizado delante de la pantalla. O el Mateo de delante mío.

~If you with it..
Late night's, no dress code
She stay fly, like jets go
Don't have no reasons
Ain't go no M.O
See her lifestyle, stay bankrolled
But she work like it ain't though
Yeah, she might get ratchet
But she know she bad though
She know she bad though
She know she bad
Monday through Friday, she off in her zone
Come Friday night then she know that it's on
Call her girls and she rolling up
Hit the party it's going up~

Hice un esfuerzo enorme en girar la cabeza y mirar al verdadero Mateo, al que no estaba dentro de una pantalla cantando, sino el que se estaba riendo de mi reacción.

Estaba con un brazo apoyado en su barbilla y mirándome anonado. Se rascó la nuca y se levantó quedando frente a mí, y la distancia la fue acortando muy rápidamente.

Y simplemente me besó.

Por que era así de simple, ya lo había dicho todo. No hacían falta las palabras para expresar lo que él sentía. Y ya no hacían falta palabras para decir lo que yo también sentía por él.

Rompiendo Mis Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora