Capítulo 31: Recuerdos inesperados

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Capítulo 31: Recuerdos inesperados

-¡Saman! -Alguien gritó detrás de mí haciendo sobresaltarme. ¿Saman? Nadie me llamaba así a no ser que esa persona fuera... Oh, mierda.

-¿Qué quieres, Kevin? -Dije girándome hacia él y cruzándome de brazos. Esperé a que recuperara el aliento tras seguirme por todo el pasillo.

-Solo... Escúchame. -Asentí lo más seria que pude. La lista me la pusieron por su culpa y nunca le iba a perdonar, por eso era importante que lo notara. -Yo... Bueno... No quiero estar mal contigo. Hemos empezado muy mal pero me he dado cuenta de cómo es Amanda. Desde que llegaste a este instituto, ella te ha intentado hacerte la vida imposible. Y puedo darte más información de ella con la que la podrías delatar.

Me lo pensé. En estos momentos, no estaba mal la idea de delatar a Amanda, es verdad que me ha estado haciendo la vida imposible desde aue llegué por que me odia, pero Kevin... A pesar de toso lo que me hizo, puede ayudarme a destrozar a Amanda, pero yo no soy como ella, prefiero dejar los asuntos apartados y no buscar guerra, aun que admito que cuando me la declaran yo no me rindo nunca. Kevin hizo cosas muy malas, y no creo que le vaya a perdonar en mi vida, pero todo el mundo se merece una oportnudiad, y más si ya no está de parte de Amanda y le puedo extraer toda la información sobre ella aun que no me importase.

-Entonces... ¿Qué dices, Saman?

Me cabreo. Kevin, no me provoques que me cabreo, y lo sabes perfectamente.

-Primero, ni se te ocurra llamarme Saman de nuevo, y segundo, yo no puedo hacer que tú entres en el grupo, yo no soy la líder, la líder es Dina, pregúntaselo a ella. -Me quejé y él juntó las cejas.

-Yo no quiero entrar en el grupo, solo quiero estar bien contigo y poder hablar como en los viejos tiempos.

Y ahí tenía la respuesta adequada. Una respuesta que muchos se confundirían, algo que sólo Kevin y yo sabíamos.

-Sí, se notaba por como podías hablar con esa araña en la cara. Solo hacías más que balbucear. -Logré sacarle una sonrisa por primera vez desde que llegó. Su sonrisa había cambiado un montón. Puede que ahora estuviese más bonita, y esos ojos que se hacían chicos cuando reía, me recordaban a muchas cosas de cuando éramos pequeños.

Cuando paramos de reírnos, me dijo algo que... Me desconcertó un poco.

-¿Puedo abrazarte? -Puse los ojos como dos naranjas y él se sonrojó en seguida. La primera vez en mi vida que le veía sonrojarse. De pronto, se puso más rojo que un tomate y empezó a balbucear. -Lo siento... Yo... Se me ha escapado... No sé que estoy diciendo... -Se llevó la mano a la cabeza y yo se la cogí para calmarle.

-Sí. Puedes abrazarme. -Dije en respuesta a su pregunta aun que sabía que eso se le había escapado y que era lo que él estaba pensando en esos momentos.

Tardó varios segundos en asegurarse y yo asentí acercándome a él, se puso nervioso pero eso no le paró. Nadie ni nada podía parar a Kevin, esa era una de las cosas por las que le admiraba.

Sus manos me envolvieron en un tierno abrazo, y miles de recuerdos llovieron en mi cabeza. Delante mío apareció mi casa antigua con el césped del jardín recién cortado. Y al final, en ese árbol tan grande que ocupaba casi todo el jardín, debajo de él, había un niño y una niña hablando colgados de sus ramas, o colgados el uno por el otro. Esos dos éramos Kevin y yo, justo cuando él me besó por primera vez, pero ese recuerdo no me vino a la mente.

No noté que habían caído lágrimas por mi mejilla hasta que Kevin decidió separarse.

-¿Saman? ¿Estás llorando? -Preguntó muy extrañado, y aun que había notado que me había llamado Saman, no le di importancia. Lo preguntó con un tono de voz muy extrañado, cosa que es normal, en mi vida lloraba, era una chica fuerte y costaba sacarme alguna lágrima, bueno, eso era antes, antes de mudarme y antes de la mierda de divorcio de mis padres. Desde que mis padres se separaron, todo ha cambiado, yo he cambiado. Y eso era lo que realmente me preocupaba: No volver a ser la misma chica de la que Kevin se enamoró.

-No, es sólo que me vino un recuerdo a la cabeza... -Me rasqué la cabeza y él sonrió entendiendo. Y esa era otra cosa por la que le admiraba, parecía que todo lo que decía para él tenía sentido, y siempre me entendía.

-El del sauze, ¿Verdad? Adoraba ese árbol... -Abrí los ojos bien grandes, ¿Como lo ha podido adivinar? ¿Como ha podido saber que yo estaba pensando en eso? Kevin pareció darse cuenta, ya que contestó. -Oh, lo veía venir, es el mejor recuerdo que tenemos juntos... Y nuestro primer beso.

Mierda. Cállate Kevin.

-El primero y el último. -Casi le interrumpí mirando hacia otro lado que no fueran sus ojos. No quería recordar eso.

Escuché varias carcajadas pero hice caso omiso.

-Nunca se sabe, Saman.

Rodé los ojos. Ya me daba igual como la gente me llamara, aun que les dijera que no me gustaba, la gente no me hacía ni caso, así que, para qué molestarse.

-Está bien. Te perdono. -Cedí.

-¿Perdonarme? Oh, pequeña, te has confundido, yo no te he pedido perdón. -Cerré los ojos suspirando profundamente. Era verdad que no me lo había dicho, pero no hacía falta decirlo, las disculpas estaban más que claras en su cara. De pronto, el chico más imbécil del mundo que tenía delante, se volvió bipolar. -Bueno, no empecemos. -Se rió y yo alcé las cejas. Él pensaba que yo iba a discutir por que no me había pedido perdón. Pues... Entonces me conoce.

Me distraje y no me di cuenta de que un rostro bien formado se interpuso entre nosotros dos. No tardé ni cinco segundos en saber de quién se trataba.

-Apártate de Sam. -Dijo el idiota de siempre. El que parecía que me espiaba y que me cuidaba. El que me protegía. El que siempre aparecía a mi lado. El imbécil (y sexy) de Mateo.

Rompiendo Mis Reglas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora