Capítulo 50: Una última sorpresa (FINAL)
Ya estaba abriendo los regalos. Sinceramente, me sorprendía lo ricos que eran. Dina me había regalado un iPad Air, Blanca me había regalado una cámara para hacer fotos a lo que más me inspira, y el resto de regalos eran parecidos a esos. Mateo fue diferente, él me regaló una pulsera de oro que ponía "S&M", que eran nuestras iniciales. Fue muy tierno. Sin duda, el mejor regalo que me habían hecho, y la mejor fiesta que había tenido en mi vida.
El resto de la tarde estuvimos jugando a retos y fue bastante divertido. A Bruno le tocó tirarse a la piscina vestido, y a Marco le tocó fingir que estaba enamorado de Blanca, pero parecía tan real que cualquiera se lo creía.
Eran las nueve de la noche y todos nos habíamos estirado en el césped para contemplar las estrellas. Era algo que siempre solía hacer con Esther, algo nuestro, así que me puse a su lado.
-¿Ves esa? -Dije señalando una estrella cualquiera. Ella asintió. -Es valiente y siempre cuando quiere algo, lo consigue, igual que tú. ¿Y ves su hermana? -Dije señalando otra que estaba al lado. Ella asintió de nuevo. -Esa es torpe pero se quiere mucho a su hermana, igual que yo. -Esther sonrió contemplando esas dos estrellas que representábamos nosotras. Estaban tan juntas como nosotras ahora mismo. Extrañaba mucho estos momentos con mi hermana.
-Sam. -Escuché la voz de Esther y asentí murmurando para que hablara. -¿Crees que papá y mamá volverán?
-No creo, Esther, además, yo estoy bien así, creo que me he distanciado de una persona que me podría perjudicar. -Me encogí de hombros. Lo sentía mucho por ella, pero era la verdad. Mamá me había mentido, y papá también. Yo prefería tener al menos uno lejos. Y cuando tuviese 22 años ya irme de casa. Lo sé, mi padre aún no me deja irme de casa. Bueno, después de todo este curso supongo que me escaparé.
-Te quiero. -Dijo Esther y me abrazó. Yo le devolví el abrazo.
-Yo también, hermana.
Y creo que pasamos horas abrazadas, y fue extraño, por que justo cuando nos juntamos, las dos estrellas del cielo también lo hicieron. ¿Cosa del destino?
Me separé de Esther un momento para girar la cabeza hacia el otro lado donde se encontraba Mateo mirando las estrellas detenidamente. Sonreí y él lo detectó. Giró la cabeza mirándome a los ojos y se inclinó hacia mí. Yo hice lo mismo.
Me miré la pulsera que me había regalado. Era realmente preciosa (además de cara).
-Tengo otro regalo. -Dijo Mateo interrumpiendo mis pensamientos y yo fruncí el ceño. ¿Un regalo después de esta mega fiesta y la pulsera? ¿Acaso no había tenido suficiente?
Mateo se incorporó y se levantó del césped, luego me extendió la mano para lavantarme. No sabía lo que pretendía, además de dejar a los demás solos, pero hoy era mi cumpleaños, y tenía derecho a hacer lo que me diese la santa gana. Así que cogí su mano y me empujé para arriba para levantarme.
Me sacudí un poco y lo seguí cogida de su mano. Caminamos unos cuantos segundos hasta el garaje. ¿Para que me había llevado hasta allí?
-Necesito que no veas nada. -Dijo él envolviéndome un pañuelo alrededor de mis ojos, el mismo pañuelo que utilizó para vendarme los ojos el día que me secuestró. Lo reconocí por el olor.
Me agarré a su brazo y no lo solté. Cada vez que daba un paso le apretaba el brazo por mierdo a caerme en algún sitio. Aun que, que yo sepa, en los garajes no hay ningún agujero en el suelo.
-¿Confías en mí? -Dijo Mateo. Respuesta obvia. No sé a qué viene eso.
-Idiota. Claro que confío en ti.
-Pues no lo parece por la forma en que te agarras a mí. Parece que tengas la sensación de que te voy a violar. -Reí ante su comentario. Ahora ya lo entendía, seguramente tendría unos cuantos morados en el brazo.
Me dirigió hasta el final del garaje y encendió una radio. Empezó a sonar musica proveniente de ella.
¿Qué diablos hacía? Lo único que quería era destaparme los ojos y ver qué estaba ocurriendo.
-No te quites la venda. -Dijo Mateo.
Suspiré por que acababa de pensar que sí que podía quitármela, pero no, Mateo siempre tenía que decir lo contrario a lo que yo.
Ahora sí que tuve tiempo de escuchar la música, era una lenta. ¿Por qué pone una canción lenta?
Mateo no dijo nada y se paró. Se giró hacía mí por que lo pude notar mirando sus pies.
Luego sus pies hicieron algo raro, como en posición de estar haciendo algo, y noté que algo me cogía la mano y me la elevaba. Ahí me percaté de que también me estaba rodeando la cintura con una mano, y su otra mano estaba entrelazada con la mía en el aire.
Íbamos a bailar. O eso es lo que parecía. ¡Y yo con los ojos vendados! ¡Esto no podía estar pasando! ¿Acaso Mateo quiere que me haga un esguince o algo parecido? ¡Mateo está loco! Aun que hoy es mi cumpleaños, he roto todas mis reglas y me merezco un descanso. Este año ha sido el más complicado de mi vida. Tan solo quedaban unas semanas para verano, lo que significaba que aún tendría que seguir estudiando para la recta final, pero no me importaba, por que con Mateo tenía fuerzas para todo.
Entonces, no sé que hizo Mateo, pero me elevó poniendo mis pies encima de los suyos para así estar a su altura. No lo veía, pero podía notar su respiración entrecortada cerca de mi boca.
Tragué saliva y él empezó a mover los pies para así bailar. Y yo aún no me creía que estaba bailando con los ojos tapados.
Bailando durante media hora o por ahí con canciones bastante parecidas, entonces de un momento para otro, Mateo paró y me soltó. Quedando yo en el suelo un poco perdida.
Noté las manos de Mateo en la venda que yo llevaba en los ojos, y me la fue desatando poco a poco.
Sonreí al poder verle la cara por fin.
-La segunda mejor cosa que pueden hacer tus labios es sonreír... La primera es besarme. -Mateo a penas suspiró cuando yo lo atraje a mi rostro e iba juntando nuestros labios.
Por que él cambió mi vida. Estaba destrozada hasta que él llegó.
Toda mi vida había sido una gran mentira y solo él, me hizo ver las cosas de una manera distinta. Como si volar fuera posible, que parecía lo que estaba haciendo ahora entre sus brazos.
Hasta volar era posible.
FIN
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Rompiendo Mis Reglas ©
Roman pour AdolescentsIba tan concentrada en mis cosas que sin verlo venir, me estampé contra una puerta de las aulas de ese maldito instituto nuevo. Pero algo o alguien me cogió e hizo que no me cayera de culo al suelo. -¿Eres nueva, verdad? Aun que para ser nueva no ha...