Harry James Potter tenía un fin de semana complicado. El viernes por la noche, tuvo una cena de negocios que se extendió hasta las dos de la mañana gracias a su inversor y su lengua discursiva. El sábado por la mañana, tenía una reunión con los accionarios de su empresa para cerrar algunos números, junto a su padre. Y por la noche, tenía una reunión familiar a la que no podía dejar de asistir.
Él se encontraba en la casa de Sirius, su padrino, sentado en la mesa familiar, mientras festejaban el cumpleaños de Andrómeda, la madre de Nymphadora Lupin.
Estaban todos allí, su padrino, sus tíos, su ahijado, sus padres y el matrimonio Tonks.
Pero faltaba alguien. Faltaba un aroma floral que provenía de la pelirroja cabellera de Ginny. Claro que después de la cena se dirigiría a la casa de Emmeline, para ayudar a la castaña con su estado, y obviamente, para estar con su lo que sea. Aunque, lo que más le preocupaba era la idea que había aparecido en su cabeza: ¿Podría presentársela a su familia, alguna vez, como una novia? Él no tenía novias. Es más, muchas personas en el ambiente lo habían tildado de homosexual, porque con la única mujer que se lo veía de su edad era con Hermione, quien era como su hermana. Potter pensó que su padre se pondría contento por él, y que Ginny le caería de mil maravillas como nuera, ya que tenía una personalidad que hechizaba a cualquiera. Pero sin dudas, la que aceptaría de mayor grado la relación, sería su madre. Lily amaba a Ginny, la adoraba con todo su corazón, y adoraría que fuera la novia de su hijo. Aunque, más que nada, aceptarían a la muchacha por ser pelirroja, y por haber sido deportista en sus años de colegio. Remus estaría feliz de que no se hubiera transformado en alguien como Sirius, y Tonks estaría tan emocionada, que le dejaría a Teddy veinte veces por mes para que practicaran para ser padres.
Ser padre. Otra cosa que nunca se había planteado en su vida, pero cuando Hermione mencionó la posibilidad, lo cautivó. Él sería un gran padre, sólo si tenía una gran madre para ese niño. Sonrió ante la posibilidad.
- Ya deja de planear tu noche con la pelirroja – susurró Sirius, bromeándole.
- Cállate, Sirius – espetó el azabache, con risitas.
- ¿Qué te hace que tengas esa cara de idiota todo el tiempo? ¿Será que estás enamorado? ¿Cuándo se la presentas a tus padres?
- ¡Ya basta! – pidió en una risa, y se acercó a la mesa, donde ya la cena estaba servida.
- No te das una idea cuanto te extrañaba, Drómeda – le dijo Lily sonriéndole a la mujer mayor.
- Y yo a ti, Lily. Sirius casi ni está en casa ya. O en la empresa, o por ahí. No puedo pedirle que me alcance a ningún lado con el auto. Y menos a Ted, trabaja todo el día.
- Ya le dije a Ted que debe dejar de trabajar – espetó Black – Y relajarse. La herencia es nuestra, no necesita más dinero. Yo invierto en la empresa, y ya.
- A Ted le gusta el trabajo – advirtió Andrómeda, con un carácter digno de una Black – Y además, tú inviertes en esa empresa, no trabajas allí. No entiendo porque estás todo el día allí.
- Estoy con Harry.
- El otro día viniste con una muchacha preciosa – recordó su prima – Me dijo que trabajaba en la empresa de Harry, en Recursos Humanos... Emmeline ¿verdad?
- ¡¿Emmeline vino aquí?! – gritó Remus, algo confundido – Pero, si tú saliste con ella, y dijiste que salió bien pero que no volverías a hacerlo.
- Tu amigo, Remus, le suplicaba por sexo a la muchacha – le susurró Andrómeda, visto y considerando que Teddy también estaba allí.
- ¡Sirius! ¡Eres terrible! – le gritó Dora con una sonora risa.
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Para vestir santos (Harry Potter)
RomanceUn joven multimillonario y mujeriego decide hacerle un favor a su mejor amigo: contratar en su empresa a su hermanita pequeña, rebelde y rebuscada por naturaleza, para encarrilarla hasta que rinda sus últimos exámenes en la facultad de Londres. D...