Hermione parpadeó dos veces, sin comprender del todo lo que sucedía. Abría su boca intentando articular una palabra, pero no podía.
- Tú – fue lo primero que salió de sus labios – Enloqueciste. De veras, estás demente.
- Hermione, tú quieres casarte. Es tu deseo, me lo dijiste. Y el día que te pedí que seas mi novia, te prometí cumplir cada uno de tus deseos, de tus caprichos... Ayudarte a lograr cada una de tus metas. Y tú querías que esto fuera especial, ¿qué mejor que una boda sorpresa en el Día de San Valentín?
- Me quiero casar, claro que sí – espetó entre sollozos – Pero, no así. No tengo vestido...
- ¿Por qué crees que Katie y Angie te llevaron con ellas a escoger sus vestidos, y te hicieron mil preguntas acerca de lo que te gustaba? Cuando te tomaron las medidas para el vestido de Dama de Honor, también te encargamos el de boda. Está allí, por esa puerta. Claire es excelente haciendo peinados.
- ¿Y mi dama de honor, mi testigo...?
- Puedes elegir a cualquiera en este salón. Están todos los que amamos, Hermione. Pero, estoy seguro de que elegirías a Ginny, como yo a Harry – ella le sonrió.
- Mis padres no me perdonarían que me casara sin ellos.
- Estarán aquí – sonrió Ron, encogiéndose de hombros, avergonzado de todo su plan – Lily se encargó de llamarlos para que se pidan una semana en el trabajo, y poder estar aquí. Sawyer y Juliet fueron a buscarlos al hotel donde se quedarán. Llegaron hace unas horas, pero descansaban por el cambio de horario.
Hermione sonrió. ¿Cómo podía ser que no se le escape ningún detalle?
- No respondiste, todavía.
- Sabes que amo la idea de casarme contigo, ¿pero así? ¿Te parece?
- Dentro de diez años, ¿no sería está el tipo de locura que querrías contarle a nuestros hijos? Que sepan que sus padres hicieron locuras por amor, como casarse de un momento a otro.
- Te amo, Ron.
- ¿Eso es un sí?
- Eso es un, no puedo creer la locura que voy a cometer – el pelirrojo sonrió anchamente – Me iré a preparar.
- Claire, Ginny y Emme pueden ir contigo, ¿sí? – ella asintió, y besó los labios de su futuro marido – Te amo – le respondió él.
La castaña se dirigió hacia la puerta que Ronald había señalado momentos antes. Siguieron su paso las tres muchachas nombradas. Al unísono, suspiraron luego de cerrar la puerta.
- Necesitas algo nuevo, el vestido, y algo azul. Entre las enfermeras y doctoras de St. Mungo, te compraron este broche con pequeños zafiros incrustados – comentó Ginny – Claire sabrá cómo añadirla a un peinado.
- Necesitas algo viejo – continuó Emmeline – Así que, podrás usar unos hermosos aretes que encontró Ginny hurgando en tu apartamento – Hermione río.
- Y también necesitarás algo prestado – terminó Claire – La cruz que usé en mi cuello en mi casamiento con Charlie. Espero que seas tan feliz con Ron, como lo somos nosotros.
- Gracias, chicas. Pero, ¿no creen que es una locura?
- Si no hay locura, no es amor, amiga – le sonrió Ginny – Claire, comienza a peinarla. Yo te maquillaré. Emme, ve a buscar las flores que tenía Dora.
Todas fueron a ocuparse en sus tareas. En menos de media hora, Claire le había logrado hacer un hermoso peinado completamente recogido con rulos, y el broche en el costado derecho de su cabello. Ginny había logrado un maquillaje discreto, pero luminoso, que resaltaba los ojos y los labios de la muchacha. Y Emmeline había encontrado el ramo para Hermione, y uno igual pero más pequeño para la Dama de Honor, Ginevra, con su vestido de rosa pastel.
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Para vestir santos (Harry Potter)
RomanceUn joven multimillonario y mujeriego decide hacerle un favor a su mejor amigo: contratar en su empresa a su hermanita pequeña, rebelde y rebuscada por naturaleza, para encarrilarla hasta que rinda sus últimos exámenes en la facultad de Londres. D...