Capítulo 40: (La nena) No llora

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Las miradas de Hermione y Ron se alternaban entre el azabache y la pelirroja, notando como los ojos verdes de Harry se humedecían y las manos de Ginny jugueteaban entre ellas ante el nerviosismo.

- Ehm... ¿Cómo has estado? – le salió preguntar a ella, para cortar el incómodo silencio.

- Bien – exclamó irónico – Pero de seguro no tanto como tú, te ves grandiosa.

- No supe mucho de ti últimamente – admitió ella.

- No te culpo – la comprendió – Y me alegra que no hayan hablado acerca de lo que fui estos meses. Básicamente, un dolor en el trasero para tu hermano y Sirius. ¿Encontraste la paz y tranquilidad que buscabas?

- No creo que sea momento – intervino Hermione de repente, poniéndose entre la visual de ambos – Ahora, Giennah es lo primordial.

- Tienes razón, Herms – le sonrió Harry – Me iré a bañar, si no les molesta.

- ¿Quieres que te...? – la pelirroja quería ofrecerse a acompañarlo y buscarle algunas toallas, pero Harry caminó hacia ella mientras le respondía. Los ojos de Ginevra se iban llenando de lágrimas de a poco.

- No, deja. Quédate con Emmeline. Yo no tardo – y pasó por un lado de ella, sin volver a dirigirle la mirada, y con expresión gélida y fría.

Una vez que Potter se fue, algunas lágrimas escaparon involuntariamente de sus ojos.

- No te pongas así, Gin – Hermione la abrazó – Harry cambió mucho estos meses.

- Es mi culpa, es claramente mi culpa todo lo que sucedió. Si yo no hubiera reaccionado así, si le hubiera contestado las llamadas, no hubiera dejado la empresa y, Giennah estaría aquí.

- No te culpes, Ginny – pidió Sirius, sin dejar de abrazar a su mujer – Tú reaccionaste cómo pudiste, como te dio el cuerpo y el corazón. Harry cometió estupideces siendo que tiene veinticinco años, no más quince.

El timbre volvió a sonar. Esta vez fue Hermione, entre trotes acompasados, y se encontró con un hombre de mediana edad y sonrisa amable.

- Buenos días, Hermione.

- Buenos días, subcomisario. Gracias por hacerse un tiempo – lo saludó ella – Pase, por favor.

- ¿Qué ha sucedido? ¿Pueden explicarme?

- Secuestraron a la hija de mis amigos – el sollozo de Emmeline se hizo intenso en la sala. Sirius la abrazó con más insistencia – Tiene tres meses y medio, es chiquita, y...

- Gracias, Hermione. Yo me encargo de ahora en más – le sonrió él, tranquilizador - ¿Quién de ustedes estuvo presente aquí cuando ocurrió? – Emmeline levantó la mano - ¿Eres la madre? – ella asintió – Perfecto. Quiero que te calmes, y a tu tiempo, tu ritmo, me cuentes lo que pasó.

Emmeline comenzó a relatar con la mayor cantidad de detalles que podía lo que había ocurrido. Admitía que Kate tenía permiso para tenencia de armas dentro de su casa, y fuera, y ella sólo lo tenía para el interior de su casa. Luego, un llanto prolongado apareció cuando comentaba el tortuoso momento en el que no encontraba a su hija en la cuna, mientras el timbre volvía a sonar. Hermione quien seguía a un lado del subcomisario, le pidió a Ginny que se encargara, siendo que tanto Ron como ella debía permanecer allí, siendo él, el abogado, y Hermione, el contacto.

La pelirroja salió rápidamente y alrededor de cinco periodistas estaban esperando por debajo de la escalinata.

- Señorita Weasley, Colin Creevey, de CNN – un muchacho rubio apareció y extendió un micrófono, abriéndose paso – Recibimos la llamada de su cuñada, Hermione Weasley, que nos informaba que tenía una petición para nosotros. ¿Se encuentra ella? ¿Usted sabe sobre que se trata?

Para vestir santos (Harry Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora