Como quien no quiere la cosa, el jueves llegó a la semana laboral.
Ginevra, como siempre, se levantó, se duchó y se colocó el conjunto del día. Un vestido tubo negro algo más arriba de la rodilla, y un bléiser estampado con flores primaverales, haciendo juego con unos preciosos zapatos de Emmeline igual de florales. Una cartera negra que combinaría con el vestido. Desayunó junto a la castaña, y ambas se dirigieron en el auto de la muchacha al edificio.
Entre chistes sobre Harry, Ginny y el almuerzo que habían tenido con Lily el martes, llegaron en perfecto horario a la oficina.
La pelirroja se encontraba sentada en su sillón ejecutivo a las ocho menos cinco. Y Harry llegó diez minutos tarde.
- ¡El cielo se va a caer! ¡Ginny Weasley llegó a horario! – bromeó el azabache, y rodeó el mostrador de su secretaria para plantarle un buen beso en los labios. Últimamente se había hecho adicto a ellos, y no podía dejar de besarla entre reuniones, llamados, papeleo o cualquier momento que tuviera libre. Ella se dejó besar.
- Vivir con Emmeline tiene muchísimas ventajas.
- ¿Has encontrado un departamento? – preguntó el muchacho observándola desde arriba – Me habías dicho que querías mudarte sola...
- No. Todavía no. Pensé en averiguar uno en el mismo edificio que Emmeline, pero no hay vacante.
- El edificio de Hermione tiene varios en venta... Dan excelentes planes de pago, te puedo ofrecer un crédito – Ya que ella se había negado rotundamente a la ayuda económica.
- En este momento lo menos que quiero hacer es vivir cerca de Hermione – bramó ella. Seguía igual de enojada. Hermione apenas la miraba si se la cruzaba, avergonzada por completo.
- Deberían hacer las paces – refunfuñó Potter.
- En algún momento – bufó ella – Ahora, ¿qué tienes planeado para la jornada de trabajo?
- Tengo que hacer algunas llamadas importantes por una situación que le pedí a tu hermano y a Sirius. Pero, estaré liberado por las nueve. Podrías pasarte por mi oficina y...
- Me encantaría, señor Potter. Llámeme cuando se libere – él solo le sonrió.
Pasaban los minutos más lentos que de costumbre. Ginevra no veía la hora de poder verse con Harry y tener sexo en su oficina. Tenía esa maldita fantasía, y la iba a cumplir inminentemente. Pero su teléfono celular sonó, quitándola de sus pensamientos turbios.
- Ginny Weasley – proclamó al atender.
- Ginny, cariño. ¡Sé que eres tú! ¡Por algo te llamo! ¡Pasó algo terrible, debes ayudarme, te necesito!
- Fleur, respira – pidió la pelirroja – Estoy en la oficina.
- Lo sé. Lo sé. Pero mi niñera está enferma, tiene una intoxicación. No puede hacerse cargo de las niñas en ese estado, y acabo de dejar a Vic en el jardín, sale a las doce. Pero, a Dom la tengo aquí, conmigo, y no sé quién podría cuidarla. Hablé con mi supervisora en el banco, y me dijo que puedo entrar a las nueve en lugar de a las ocho, pero te necesito.
- ¿Por qué no se la dejas a mi madre? ¿O a Fred y George? ¿O Percy? – preguntó fastidiosa. Amaba a su sobrina, pero interferiría con sus planes.
- Hasta que tu madre llegue aquí, o yo vaya allá, ya me corrieron del trabajo, Ginevra. Percy está en el ministerio, y estará allí toda la noche, ya que tienen junta. Y ni loca dejo a mi pequeña al cuidado de Fred y George en esa tienda de bromas maldita, donde se lastimará, correrá peligro... O peor ¡Aprenderá de ellos!
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Para vestir santos (Harry Potter)
RomanceUn joven multimillonario y mujeriego decide hacerle un favor a su mejor amigo: contratar en su empresa a su hermanita pequeña, rebelde y rebuscada por naturaleza, para encarrilarla hasta que rinda sus últimos exámenes en la facultad de Londres. D...