Ginny Weasley había empezado la anteúltima semana en las prácticas. En Neonatología, la encargada era Anna Del Amico, aunque la asistente de médico Jeanie Boulet (morocha, afroamericana y con una sonrisa tranquilizadora), rondaba mucho por allí.
El lunes tuvo que bancarse las mil y una ironías del doctor Doug Ross (pediatra de Urgencias) sobre su desesperación ante lo que le había pasado a Harry. Claro estaba, más de la mitad de sus compañeros sabían que algo existía entre ellos.
El miércoles por la mañana, toda la situación secreta, empeoró.
Ginny, como siempre, se dirigía al despacho del, todavía convaleciente, Potter; y tomaban un café juntos. Harry la tomaba de la cintura depositando un beso en sus labios cuando la puerta se abrió de par en par.
- Así los quería agarrar – bromeó un azabache cuarentón.
- Papá... - musitó Harry, en estado de shock. Ginny quiso secundarlo, pero quedó estática.
- ¡Ay, Harry! Que feo ocultarle algo a tu padre... Piensa que conviví con tu madre desde la secundaria, lo que me hace experto en descifrar misterios.
- Señor Potter – comenzó Ginevra – Nosotros podemos explicarle...
- No soy Lily, ni soy Dora, Ginny. Y puedes decirme James, ya te lo dije – ella le sonrió – No deben explicarme nada. Se atraen, y están juntos. Está perfecto. Sólo que... me hubiera gustado que me lo dijeran, eso es todo.
- No queríamos que se entere nadie, porque esperarán algo serio de nosotros.
- ¿Acaso esto no es serio, Harry? Ginny estuvo en el hospital cuando te lastimaste toda la noche para ti, se ofreció a cuidarte, y sé, lo veo en tus ojos, hijo, qué harías lo mismo por ella. No es necesario que le preguntes si quiere ser tu novia oficial o la introduzcas en tu familia. A veces las palabras sobran y son las acciones las que nos hacen lo que somos ¿no lo crees? – ambos quedaron callados. James sonrió – Me hubiera gustado enterarme por ustedes, pero díganme ¿quién más lo sabe?
- Bueno... Una amiga mía, Luna. Emmeline, Marlene y Hermione, también.
- ¿Hermione lo sabe? Supongo que Ron lo debe saber también – Potter arqueó una ceja, pensando que lo estaba probando - ¿Ron no lo sabe?
- ¿Cómo quieres que le diga? Oye, Ron, ¿recuerdas a tu hermanita? Pues sí, ando con ella... ¿No es genial? – bromeó.
- Sería genial. Hermione es tu hermana, prácticamente, y él esta con ella. Pero ocultárselo no solucionará nada.
- Ron no es el problema. Bill y Charlie deberían asustarlo más. Fred y George se reirían – insistió la pelirroja – Y, pues... Fleur lo sabe también. Lo estuvo pensando mucho tiempo, y lo corroboró cuando la llamé para cuidar a las niñas, y concertarle una cita de juego a Vic con Teddy, como me dijiste, en la que estaría Harry y no Dora o Remus.
- ¿Dora y Remus lo saben? – preguntó James, algo confundido.
- Remus sí, pero Tonks no – completó Potter – Y Sirius también lo sabe...
- ¡¿Sirius lo sabe y no se enteró todo el mundo?! ¿Por qué lo sabe Canuto y yo no?
- Porque era la única manera que Sirius no se la quisiera voltear a Ginny – James no pudo discutir aquello.
- Prudente decisión – bromeó el azabache mayor. Sonrió – Me alegra esto. Era imposible que pudieras escapar a los encantos de una pelirroja.
La puerta se volvió a abrir, y esta vez, antes de que sucediera, Ginny y Harry se separaron de un salto. Gracias a Dios. Ron Weasley entraba a la oficina de su mejor amigo, pero no tan rozagante como siempre.
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Para vestir santos (Harry Potter)
RomanceUn joven multimillonario y mujeriego decide hacerle un favor a su mejor amigo: contratar en su empresa a su hermanita pequeña, rebelde y rebuscada por naturaleza, para encarrilarla hasta que rinda sus últimos exámenes en la facultad de Londres. D...