Capítulo 13: No me ames

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Una semana entera pasó en la que la relación de Harry y Ginny iba creciendo. Ambos coincidían en que no se amaban locamente como en las películas, pero pensaban seriamente en que una relación prolongada podía suceder. Nadie lo sabía, excepto por Emmeline, Sirius, Remus y Hermione, aunque esta nunca comentó nada sobre ello. Y por suerte, no lo discutió con Ron.

En esa semana, de vez en cuando, Ginevra se quedaba en la casa de Harry a dormir, y al otro día en la mañana, llegaba con Potter al trabajo. Como se juntaban con Emmeline en el ascensor, nadie lo sospechaba. Aunque todos veían a Harry con mucho mejor humor. Incluso, dos veces almorzó en el edificio. Todo iba más que bien.

Por su parte, la pelirroja seguía con sus horas en el hospital, con las prácticas en Cirugías en la primera semana.

El viernes por la tarde, Ginny se encontraba con sus jeans azulados y su camisa rosada, siendo tapadas por su bata de médico con predicaba "Ginevra Weasley – practicante".

En el tercer piso de St. Mungo operaban los cirujanos, donde ella se encontró una semana entera. Aquel día había ingresado más temprano, e iba a salir mucho más tarde. Una rinoplastia reconstructiva, una abdominoplastia y una cirugía de aumento de senos. Estaba saliendo de esta última, como cierre de su rotación en Cirugía. El pobre Robert Romano, profesor de ella en la universidad y jefe de cirugía en St. Mungo, creía que ella lograría cambiar de parecer respecto a su residencia. Pero, lejos de eso, le hizo recordar a la pelirroja y afirmar, que Urgencias era lo que quería. ¿Para qué operar a una mujer que buscaba sentirse bien consigo misma, a pesar de su perfección, cuando podía operar a alguien para salvarle la vida? La doctora Elizabeth Corday, una mujer de alrededor de treinta años, con su cabello enrulado en todo sentido en una tonalidad mucho menos furiosa de colorado que la de ella. Ojos profundos, color verde, y la cara alargada junto a una nariz ganchuda; era la jefa de Ginny durante esa semana. Ella junto al doctor Peter Benton, eran los encargados de instruirla. Ellos eran excelentes en su trabajo, pero Elizabeth (o Lizzie como la llamaba el doctor Romano) era sin dudas, muy risueña. Y un espíritu libre, por sobre todas las cosas.

Ginny creía que su profesor estaba enamorado de la muchacha, y no era para menos. Era una mujer grandiosa.

- Excelentes cirugías hoy, Gin – le sonrió mientras se deshacían de las batas descartables y los guantes – Una grandiosa despedida, para quien sería una excelente cirujana de proponérselo. ¿Ya le has dicho a Romano que no cambió tu opinión?

- No, Lizzie – se burló ante el apodo que utilizaba el hombre mayor. La muchacha de rulos, río – Pero sabe que era probable que me negara a cambiar la residencia. La dinámica de Urgencias me apasiona, sin dudas – suspiró.

- Entonces, este es el adiós – la abrazó con insistencia – Te extrañaremos. Aunque, te visitaré en Urgencias, claro. No lo disfrutes, que te quedan algunas prácticas más – bromeó. Ambas se dirigieron a la oficina del doctor Romano – Buenas noches, Robert.

- Buenas noches, Lizzie. Buenas noches, señorita Weasley... Último día en Cirugía ¿cómo la pasó? – inquirió.

- Excelentes cirugías, doctor Romano. Pero sigo queriendo hacer la residencia de Urgencias primero. ¿Cuál será mi siguiente rotación? – preguntó algo entusiasmada.

El profesor chequeó entre sus papeles, y sin realizar una sonrisa, como se caracterizaba, le notificó.

- Pediatría. Deberá reportarse con el doctor Doug Ross. Él está en Urgencias en este momento, pero tiene un área especializada en Pediatría en el primer piso, donde se encuentra la guardia. Lizzie, ¿te importaría llevarla? Cuando termines con ella, vuelve que tendremos que discutir algunas cosas.

Para vestir santos (Harry Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora