Otra semana de trabajo comenzaba para los empleados de Marauders'. Ginny, como siempre, se despertó, se duchó y se cambió para su jornada laboral. En noviembre, el frío otoñal arrasaba más que nunca, de manera que optó por un pantalón negro de vestir, una blusa blanca y un bléiser rojo carmesí, que hacía juego con sus labios. Se colocó sus zapatos de tacón blancos y una cartera de igual color para finalmente colocar todo dentro.
Aunque como todos los lunes en la mañana, las corridas por el departamento no iban a ser la excepción. Y con una embarazada hormonal y un jefe lesionado, se multiplicaban por dos. Ginny le hizo el desayuno a Emmeline, que constaba de tostadas de pan integral con mermelada de frambuesa, cereales y té con leche, yogurt de frutilla y un coctel de frutas bastante nutritivo. Así y todo, la castaña le exigía un huevo frito, un café y un omelette.
- ¡Ya bastante tendrás por nueve meses con los antojos! Debes cuidarte con las comidas lo más que puedas, para que el bebé nazca saludable – le explicaba, mientras Emme, en bata peinándose su cabello, le intentaba discutir.
Era en vano. Por unos meses, los fritos, la cafeína y las grasas quedarían fuera de su dieta habitual. Así y todo, sonrió sabiendo que su inquilina y amiga, la cuidaba.
- Iré a cambiarme – Ginny le sonrió, y comenzó a marcar un número de teléfono.
- Hola – saludó con una voz mezcla de lo meloso y lo cursi.
- Hola, cariño – respondió la sensual voz de Harry Potter.
- Cuando Emme termine de desayunar y alistarse, pasaremos por ti.
- Te he dicho veinte veces que no debes hacerlo. Puedo ir a mi empresa yo solo.
- No puedes manejar, Harry. Tienes la rodilla a la miseria, y Sirius no puede llevarte. Le prometí a tu madre que te cuidaría.
- ¿No te bastó con cuidarme todo el domingo?
- ¡No! – espetó, cortante – Te pasaremos a buscar y no se discute más.
- ¿Estás hablando con Harry? – preguntó Emmeline en un grito. Ginny respondió de igual manera – Dile que no iré a trabajar hoy.
- ¿Sigues con náuseas? – inquirió la pelirroja, preocupada.
- ¡No! Sólo no encuentro una blusa que no me haga ver como un elefante – espetó ella, enojada, apareciendo en la sala con un jean ajustado y las botas marrones con tacón, pero solo en corpiño de la parte superior.
- Emme, creo que exageras. No te ves como un elefante. Es más, nunca habías estado tan delgada – prosiguió Ginny – Tienes ocho semanas nada más. No es nada.
- Para ti, será nada. Para mi es una vida, y si la gente me ve con esta panza empezaran a preguntar acerca del embarazo, del padre, y tendré que decir la verdad.
- No entres en pánico, Emme. Ve a mi habitación y busca entre mis blusas ¿de acuerdo? – pidió armándose de paciencia. La castaña pareció complacida - ¡Y apúrate que está el desayuno! Bueno, Harry, como te decía... Prepárate.
- Si no tengo otra opción – bufó de manera graciosa. Ginny se despidió y ambos colgaron.
Emmeline por fin consiguió una camisa beige de la pelirroja, que era tan ajustada como las demás, y no dejaba que se notara ninguna panza imaginaria. Pero la castaña estuvo satisfecha con ello. Ambas ingirieron el desayuno rápidamente, y ocho menos diez se subieron al auto de la pelirroja, con la castaña detrás, y condujeron a la casa de Potter.
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Para vestir santos (Harry Potter)
RomanceUn joven multimillonario y mujeriego decide hacerle un favor a su mejor amigo: contratar en su empresa a su hermanita pequeña, rebelde y rebuscada por naturaleza, para encarrilarla hasta que rinda sus últimos exámenes en la facultad de Londres. D...