Capítulo 25: Habla si puedes

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Ya había pasado una semana desde que el protocolo de seguridad había comenzado. Al lunes siguiente, ya por el 12 de diciembre, Marauders' se encontraba disfrazado de navidad, con un gigantesco árbol verde, decorado en tonalidades rojas y doradas, coronaba la recepción. La encargada principal fue Emmeline, quien ya poseía un hermoso y saludable embarazo de once semanas, y este día tendría un chequeo médico, al que Sirius la acompañaría.

Nadie vivía solo. Ya no más.

Hermione y Ronald se habían radicado en el departamento de Weasley, ambos, con todas las cosas de la castaña, y aparentemente, esa movilización involuntaria a causa de la inseguridad que sufrían, había sido necesaria para que ambos decidieran que podían irse a vivir juntos, para finalmente poner en venta el departamento de Granger.

Emmeline, ahora, vivía junto al matrimonio Tonks y a Sirius Black. En una sola semana, ella se encontraba totalmente cómoda y consentida, principalmente por Andrómeda, en Grimmauld Place 12. Tenía su propia habitación, dónde solía ser la del hermano de Sirius, Regulus. Gracias a la generosidad del padre de su hijo, Emmeline tenía una habitación acondicionada, con cosas de su departamento, y demás estupideces que formaron parte de la lista de antojos. Mientras tanto, a dos habitaciones de la de ella, dormía Kate Austen, su guardia, una mujer que no le cerraba lo suficiente y que se limitaba a acompañarla al trabajo, callada, y nunca comían juntas. Y en la habitación continua, finalmente, se encontraba una flamante pareja: Charlie Pace, el nuevo guardia de seguridad de Marauders' en reemplazo de Sawyer, quien cuidaba a Ginny, y su mujer, Claire Pace (de soltera Littleton, y por alguna extraña razón, medio hermana de Jack Shephard) junto a su bebé: Aaron Pace.

Aquella mañana de lunes, el llanto del pequeño Aaron despertó a la castaña de su sueño, aunque afortunadamente, fue solo media hora antes de tener que levantarse. Emmeline salió de la habitación al mismo momento que la madre con su hijo.

Claire era una rubia preciosa, con cara maternal, y demasiado pequeña. Había quedado embarazada muy joven, y solo tenía veintidós años. Tenía unos preciosos ojos azules, en perfecta sincronía con su esposo y su hijo.

- Lo siento, Emme... ¿Te desperté? – Claire era una muchacha muy dulce, y parecía realmente compungida por molestarla.

- No te preocupes, Claire. Estoy bien. Menos mal que el pequeño me despertó, así llegaré a darme un baño – sonrió, mientras acariciaba la manito del pequeño bebé, de apenas cinco meses.

- ¿Cómo anda tu pequeño? – le devolvió la gentileza tocando su barriga.

- Bien, excelente. Creo que se mueve demasiado por la noche – soltó una risita – Pero, es algo bueno ¿verdad?

- ¡Con el padre que tiene me resultaría extraño que se quedara quieto!

Emmeline sonrió dando a entender que estaba de acuerdo. La castaña fue a bañarse, y luego de ello, bajó a comer el magnífico desayuno que había preparado Andrómeda, con su bata y su cabello empapado.

- Buenos días, Emme, cielo – la saludó la mujer con un efusivo abrazo y un beso maternal – Aquí tienes tus tostadas y tu jugo. Ya te llevo el café, cariño.

- Gracias, Drómeda. Pero puedo hacerme el desayuno, o ayudarte por lo menos...

- Dora fue muy clara al decir que tú debes estar tranquila, y Ginny lo fue al decir que el café debe ser descafeinado, y la menor cantidad posible – le picó un ojo y le ofreció una pequeña taza de café.

- Buenos días, prima – saludó Sirius con una sonrisa – Buenos días, Emme. ¿Cómo te encuentras?

- Genial – sonrió llevándose una tostada a la boca. En ese preciso momento, Kate Austen entró a la habitación de la cocina, y recibió un café cargado de parte de la dueña de casa. El silencio fue participe de la escena: Ni siquiera Emmeline podía ser como era ante Andrómeda, con la presencia de aquella mujer que no le cerraba en lo más mínimo.

Para vestir santos (Harry Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora