La espesa nieve no tardó en bañar las colinas de La Madriguera para la víspera de Navidad. Desde Molly, hasta Ginny, incluyendo a Emmeline; estaban aceleradas por la celebración.
No existirían detalles sofisticados ni nada de eso. Sería la familia, amigos íntimos, el equipo de seguridad y el juez de paz que uniría en sagrado matrimonio a la feliz pareja.
Así y todo, como la casa Weasley era pequeña, el exterior estaba hermosamente decorado. El color blanco inundaba la escena casi tanto como el verde.
Había un pequeño corredor con sillas en cada costado, adornadas con flores silvestres y secas, llevando a un pequeño altar adornado con una enredadera y fortificada con troncos. Alrededor, había algunas mesas para la cena familiar, iluminadas con velas. Todo era perfectamente armonioso y tranquilo. Nada reflejaba la naturaleza de Percy, claro, siendo frío y calculador, pero había mucho de Audrey en ella.
Cuando al mediodía, las mujeres dejaron todo listo, regresaron a sus propias casas para prepararse. Emme fue escoltada por Kate Austen hasta Grimmauld Place luego de cooperar (aunque su colaboración era alcanzarle las flores a Ginny, mientras esa pelirroja estaba colgada en una silla colocándolas en el altar).
Al entrar, la castaña se encontró con Andrómeda y Ted jugueteando con Teddy. Ambos adultos ya vestidos para el casamiento, con Nymphadora a un lado intentando ponerle la camisa a Teddy. Dora estaba peinada, pero no con su vestido.
- Hola, Tonks – la saludó ella con una sonrisa.
- Hola, Emme – la sonrisa fue devuelta, pero la cara de Nymphadora cambió cuando volteó a su hijo - ¡¿Quieres ponerte la camisa, maldita sea?!
- No insultes enfrente de él, y menos lo hagas hacia él, Dora – la regañó Remus Lupin, también sumamente elegante con un pantalón negro y una camisa rosada – Hola, Emmeline. Sirius está en la sala de estar, viendo la televisión.
La castaña no comprendió porque Remus le decía eso, pero no quiso preguntar. Se dirigió al lugar indicado, y efectivamente, allí estaba Sirius, con su pantalón de lino beige, y una camisa blanca desabrochada completamente, dejando su abdomen al aire. Emmeline se detuvo en seco al ver lo bien trabajado que estaba, a pesar de los años. Claro, lo recordaba de aquella vez... Donde resultó embarazada. Pero no le había producido tanto como en ese preciso instante.
- Ehm – musitó – Hola, Sirius.
- Hola Emme – se sorprendió él y saltó de un brinco - ¿Qué tal? ¿Todo en orden?
- Si, perfecto – sonrió – Vine a cambiarme antes de regresar a La Madriguera. ¿Kate?
- Arriba, ayudando a Claire a alistarse. Ya sabes, debe llevar cientos de cosas para Aaron. ¿De veras los bebés necesitan tantos pañales, mamaderas y cosas?
- Lo hacen. De veras lo hacen – suspiró ella, sentándose en el sillón.
- ¿Podremos hacer todo eso?
- Yo creo que sí – le sonrió ella, tranquilizadora – Podremos.
- La panza va creciendo, ¿verdad? – preguntó él, con la mirada directa a su vientre.
- Sí – bramó ella – Ahora se ve bonita, pero dentro de unos meses, querré lanzarla al demonio. Son tres meses, todavía falta mucho más.
- Yo creo que en unos meses se verá genial. Emmeline, allí dentro está nuestro hijo ¿comprendes? Tan chiquito, tan... único. Depende de nosotros. ¡Espera!
El pelilargo saltó de repente, cortando el clímax de la situación. Emmeline se extrañó. Sirius se dirigió a la cocina, y se lo escuchó gritar.
ESTÁS LEYENDO
Para vestir santos (Harry Potter)
RomanceUn joven multimillonario y mujeriego decide hacerle un favor a su mejor amigo: contratar en su empresa a su hermanita pequeña, rebelde y rebuscada por naturaleza, para encarrilarla hasta que rinda sus últimos exámenes en la facultad de Londres. D...