Capítulo 4: El disco de tu corazón

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Una vez que Emmeline terminó de capacitarla, la abrazó maternalmente y se despidió, pidiéndole por favor que la llamara al cuarto piso si necesitaba algo.

Así y todo, en esa hora y media que Ron había estado hablando con Harry, y ella con Emmeline, había aprendido muchas cosas sobre secretaría, la empresa y su compañera.

La ex secretaria de Harry se llamaba Hannah Longbottom (Abott, de soltera), y está casada con el Gerente de la Administración, Neville Longbottom, otro ex compañero de preparatoria de Harry. Están esperando su primer hijo, y se tomó licencia hacia una semana.

Emmeline, en cambio, tenía treinta y cinco años (a diferencia de la anterior, que solo tenía veinticinco, un año más que ella misma) y era soltera, sin ningún compromiso. Pero, así y todo, había tenido una cita con el padrino de Harry Potter, el multimillonario Sirius Black, y la había pasado de maravilla, estando a la expectativa de una posible segunda.

Ginny decidió que lo mejor no era desilusionarla, ya que había escuchado claramente en la oficina de Harry que ese tal Sirius tenía problemas de compromiso, y aunque había disfrutado la cita, no la iba a invitar de nuevo. La señorita Vance se despidió, y Ginevra se sentó en su silla de escritorio, y tomó entre sus suaves manos el teléfono que retozaba en la mesa. Marcó el interno de la oficina de Potter, y luego de marcar los dígitos de la contraseña (ya que el interno de Harry solo se podía comunicar con su secretaria) fue atendida.

- Señorita Weasley, ¿qué ocurre? – preguntaron del otro lado de la línea. Sabía que los formalismos se debían a que estaba con su hermano. Soltó una risita y se mordió el labio. Mierda... Hasta su voz suena sexy.

- Señor Potter, la señorita Vance se ha retirado. La oficina es toda mía. Suponía que querría avisarle a su padrino que no hay moros en la costa – ella sabía cómo usar su tono coqueto. Y sabía que su hermano lo reconoció, porque escuchó un gruñido.

- Muchísimas gracias, señorita Weasley. Llamaré a mi padrino desde mi teléfono.

Y Potter colgó. Ginevra podía jurar que, si la voz seductora de Harry se pareciera a la suya, él la estaba aplicando en ese momento contra ella.

Ginny ya sabía qué hacer. A ella le calentaba su jefe, y no era de las mujeres tímidas y sumisas. Ginevra Molly Weasley era de armas tomar. Y Harry Potter había sido muy claro: Él no tenía relaciones, tenía mujeres. ¿Qué mejor que eso? ¡A ella tampoco le gustaban las relaciones! Ambos buscaban sexo sin compromiso, por lo cual podrían tranquilamente acostarse para pasarla bien. La fantasía de andar con su jefe parecía tentadora, mucho más que ayer, teniendo en cuenta que no tendrían conflictos de intereses. Claramente, quitando que él era el jefe y ella, su secretaria. Aunque solo por unos pocos meses... Suspiró, y un hombre pelilargo de cuatro décadas, apareció por el elevador. Por las descripciones de Emmeline, y el andar de depredador, Ginny lo reconoció como Sirius Black.

- Benditos los ojos que te ven, pelirroja – comentó el pelinegro, desafortunadamente cuando Ronald Weasley salía de la oficina, junto a Harry Potter.

- Y aquí estamos... Justamente lo que decía – sentenció Ron.

- ¡¿Cuándo me harás el favor de dejar de coquetear con mis empleadas, Sirius?! – Harry parecía un poco agotado de la actitud de su padrino – Lo siento, señorita Weasley.

- No importa, señor Potter. Emmeline me habló de él, asi que yo, no me gastaría, Black.

- Auch, pelirroja – exclamó, dolido, el hombre mayor – Eres filosa.

- Por algo estoy aquí ¿no crees? Soy la pequeña Weasley que debe ser domada – le tendió la mano a Sirius, quien la estrechó, gustoso.

- Sirius Black, padrino de Harry y romántico empedernido.

Para vestir santos (Harry Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora