James y Sirius salieron de la casa de Byron en ese instante. Se subieron al automóvil y se dirigieron al centro de la ciudad, en busca de una joyería. De la mejor joyería.
Ingresaron por las puertas de Tiffany & Co., con un Sirius tembloroso y nervioso. Al llegar, una bella mujer, alta, delgada y blonda, los atendió con una sonrisa. Black quiso comenzar a hablar, pero esos no eran los planes de la mujer.
- ¿Black? ¿Sirius Black? – preguntó la muchacha, enarcando una ceja. Demonios, ¿de dónde lo conocía?
- Ehm... Sí, nos... ¿Nos conocemos? – preguntó él, confundido.
- ¡Claro! Nosotros, pues... Tuvimos un rollo hace unos años. Me acuerdo de ti porque sales en todas las noticias últimamente. Soy Jessica Olsen.
- Ah, claro. Si, Jessica, lo recuerdo – sonreía mientras se rascaba la nuca.
- Pues, que agradable verte. ¿Qué necesitaban?
- Veníamos a ver un anillo de compromiso – tomó la palabra James.
- ¿Para tu novia? – le preguntó mirando al azabache. Potter soltó una carcajada.
- No, no. Yo ya estoy casado hace más de veinticinco años. Es para él – admitió viendo que Sirius se quedaba pensativo en su lugar.
- ¿Sirius Black va a casarse? ¡Sabía que tenías una hija, pero casarte ya es otro paso! – bramó la mujer, soltando una carcajada estrepitosa - ¿Cómo es la chica? Generalmente, esto ayuda mucho a elegir el anillo perfecto.
- Ella es simple, pero extraordinaria. Es auténtica y arrolladora. Valiente y... - suspiró – sencillamente preciosa.
- Tengo algo en mente, pero díganme ¿algún límite de precio?
Sirius se apresuró en negar. No se iba a poner en plan reducción de gastos. Él tenía dinero, y quería lo mejor para Emmeline.
La mujer no tardó ni cinco minutos en traer una pequeña caja, de las más reservadas, con dicho anillo. La joya en sí, era simple, pero excéntrica. Tradicional pero preciosa. Era oro de veinticuatro quilates, con un hermoso diamante auténtico en el medio, incrustado en una base trabajada, mientras que de cada costado de él salían pequeñas piedras preciosas incrustadas en el oro resplandeciente. Sirius lo miraba embelesado, y no tuvo que ni siquiera hablar para que la mujer lo quitara de allí.
- Es de los más reservados. Es único, por eso se encuentra separado del resto. Ya no los hacen, y es auténtico en cada milímetro de su extensión. Puedes llevártelo ahora si quieres.
Black sacó la tarjeta de crédito y sin más, la mujer lo colocó en una cajita roja de gamuza, luego en una bolsa de Tiffany & Co. Y se despidió de ambos.
Cuando creían que todo estaba terminado, había una segunda parada por hacer. Sirius ya se sentía valiente, arrollador, con ganas de explotar. James Potter estacionó en St. Mungo, y se dirigieron ambos hacia la recepción de Urgencias
- ¿Sirius Black? – preguntó la recepcionista del lugar. Mascando chicle - ¿Te acuerdas de mí, verdad?
Demonios. Sí, sabía que trabajaba allí, pero su nombre...
- Claro, Remy – admitió él, pero la risa de James Potter dio a entender que se equivocaba.
- Randy – corrigió rápidamente - ¿No recuerdas lo que sucedió en el año nuevo de 2010? Bueno, en realidad no lo recuerdo con lujo de detalles, pero...
- Si soy sincero, no lo recuerdo – admitió Sirius. Potter contenía la risa - ¿Está Ginny Weasley, por casualidad?
- Sí, claro. Está en el piso de arriba, en la cafetería. Tiene un descanso de veinte minutos, así que yo que tú me apresuraría. Nos vemos luego, Sirius.
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Para vestir santos (Harry Potter)
RomanceUn joven multimillonario y mujeriego decide hacerle un favor a su mejor amigo: contratar en su empresa a su hermanita pequeña, rebelde y rebuscada por naturaleza, para encarrilarla hasta que rinda sus últimos exámenes en la facultad de Londres. D...