Capítulo 24: Hasta el final

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El despertador sonó a las seis y media de la mañana, y despertó a la pelirroja. A su lado, un azabache la abrazaba con una mano por su cintura, y por otra acariciaba su muslo. No era la primera vez que despertaba con Potter, pero creía que nunca se acostumbraría a lo glorioso de esa sensación.

Se levantó algo adolorida y tomó de su cartera sus comprimidos de Vicodín, un analgésico común que ella recetaba con frecuencia para casos como el de ella. La digirió con un vaso de agua natural, que seguía en la mesita.

- Harry – lo llamó con la voz ronca y un bostezo – Es hora de levantarse.

- De acuerdo – bostezó él también, reincorporándose.

- Estaré en la ducha. Te veo allí – Potter solo sonrió, pícaro.

La pelirroja tomó una bolsa de nailon y cubrió su herida para no mojarla. Luego, encendió la ducha con agua templada, se quitó la ropa y se adentró. El baño de Harry era amplio, tenía bañera con hidromasaje y ducha incorporada, estaba constituida de azulejos que debieron ser carísimos y tenía en ella millones de productos de belleza, higiene personal y demás, que también debían valer su precio. Al cabo de cinco minutos, un azabache apareció por la puerta y repitió parte del procedimiento de su amada: se quitó la ropa y se metió en la ducha, por detrás de ella, abrazándola por la cintura.

- ¿Cómo te encuentras? – le preguntó él, besando su clavícula con cuidado.

- Bien – Ginny suspiró ante el suave contacto de los labios de su novio – Y ahora, estoy más que bien. Te diría, excelente.

- ¿Cómo te sientes acerca de no tener que ocultar más lo nuestro?

- Con muchas ganas de que todas las zorras de la oficina se enteren, si quieres mi sincera opinión – Harry soltó una risa, mientras ella se daba media vuelta, apoyando sus manos en el pecho desnudo y mojado de su amado.

- Ídem, señorita Weasley. Sobre todo ese Dean Thomas... Quizás sí sabe que el muchacho con el que te acuestas es su jefe, lo pensaría un millón de veces antes de invitarte a salir de nuevo.

- Eso de "el hombre con el que te acuestas" lo pondría en tela de juicio, Potter. Eres tú el que me mantiene con abstinencia de sexo hace semanas.

- Fuiste tú la que te negaste a tener sexo conmigo, Ginevra – le recordó él, con una media sonrisa.

- ¡No fue así! ¡Tú tenías la rodilla fuera de lugar, y era mi deber cuidarte, Harry Potter!

- Mi deber ahora es cuidarte, con una herida en tu abdomen que ocurrió hace menos de tres días, Ginny. Me expresé mal, y lo lamento. Nosotros no nos acostamos, somos una pareja. Y las parejas se cuidan entre sí – el azabache rodeó a la pelirroja con sus brazos, protector.

Ginny comenzó a bajar sus manos, desde los omóplatos, descendiendo por las costillas, posándose en las caderas y finalizando en sus glúteos. Le dio un suave apretón en el trasero, que provocó que Potter le tomara las muñecas y quitara sus manos de su retaguardia.

- Eres insaciable, Ginevra Weasley. Y una atrevida, por si no quedó claro.

- Harry, estoy bien – refunfuñó ella – Nada que un poco de sexo no arregle.

- Ya te he dicho que no – Potter le proporcionó un casto beso en los labios – Y con tu permiso, me iré a cambiar. Creo que estar ambos desnudos en un mismo espacio cerrado me hará dudar de mi decisión...

- ¡Te detesto! – gritó ella mientras Harry se enrollaba la toalla en la cintura y abandonaba la habitación.

- Me adoras, y lo sabes – respondió él, entre carcajadas.

Para vestir santos (Harry Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora