GEB: DIOS DE LA TIERRA

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He aquí el estruendo de las profundidades, él es el bramido de la roca y la piedra. Un titán de edades inmortales ha despertado de su sueño inquieto para aplastar a todos los que pisan sobre su reino. Un gigante torpe, paciente, deliberado, inamovible; él es Geb, dios de la Tierra.

Cuando el corazón de un mortal se pesa en los pasillos del Ma'at, Geb se sienta entre los Dioses en el juicio. Los agobiados por la culpa y el arrepentimiento son reclamados por Geb  arrastrados y encerrados a través de la corteza de la tierra hasta el inframundo. A los libres de tal pesadez se les enseñan palabras de poder y así ascienden al cielo.

Ah, el cielo.

No es más que la única cosa que anhela Geb para sí. En sus ojos, es un zafiro glorioso, un objeto inalcanzable. Pero no siempre fue así. Una vez, la tierra y el cielo eran como una sola, Geb y Nut, la diosa del cielo, encerrados en los brazos de un gran amor. Fueron padres de varios dioses como Osiris, Seth, Isis y Horus. 

Ra considero que su unión no era apta y envió a Shu, dios del viento, entre ellos. En su furia, Geb tronó y se rompió la tierra, pero todo fue en vano, pues Nut quedo para siempre fuera de su alcance.

Aunque su deseo ha resistido a las edades, Geb ha descansado en paz desde tiempos inmemoriales, para la humanidad que través de la crianza coseche abundantemente y tenga un terreno estable para casa, pirámides y palacios.

Él se levantara algún día, aunque sus motivos no son claros. ¿Él se alzara para evitar la destrucción de su reino, o va a aprovechar la oportunidad de romper el viento para reunir a la tierra y el cielo? Cualquiera sea el resultado, la tierra siempre permanece.


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