IZANAMI: MATRONA DE LA MUERTE

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Cuando Izanami dio a luz al Dios del fuego Kagutsuchi, su piel ardiente quemó su carne. Temeroso que fuera a morir, su marido, Izanagi, el hombre con el que había creado el mundo, la abrazó y lloró. Pero fue demasiado tarde. Muy graves eran las heridas, e Izanami sucumbió a la muerte y fue enterrada en el Monte Hiba.

Para rescatar su alma, Izanagi viajó a Yomi, el Reino Oscuro de la Muerte. Atravesó el laberinto negro buscó, hasta que finalmente se encontró con ella, escondida entre las sombras. Él le rogó que regresara con él. No podía, pues ella ya había comido el fruto que crece en el Yomi. Izanagi insistió. Él no la dejaría en ese lugar.

Izanami aceptó ir con  su marido, y consulto con los dioses de Yomi, para implorar por su libertad. Mientras tanto, permaneció en la oscuridad, ella le advirtió, que el reino de los muertos no era para que los vivos lo vieran. Domado por un presentimiento, Izanagi encendió una antorcha y puso sus ojos en su esposa. Ya no era la agraciada belleza elegante que una vez fue, Izanami ahora parecía un cadáver en descomposición, hueco y decaído, gusanos montados y partes faltantes. Asustado y disgustado, Izanagi rompió su promesa y fue perseguido por los ejercitos del Yomi encabezados por Izanami.

Al escapar de la entrada de la cueva, Izanagi hizo rodar una roca en el lugar para bloquearla. Sellada dentro, traicionada y maldita, consumida por ira colérica, Izanami juró, que mil vidas serian tomadas en cada día. Mil a pagar por la promesa rota que se le hizo. Izanagui replico que nacerían mil quinientos aunque ella tomara mil.

Desde entonces, Izanami ha mantenido su voto, cada día va más allá de la tumba para arrastrar las almas al Yomi. Izanami surge, fría y sin vida, pero la quema una venganza en contra de todo lo que vive.

Un día el millar de almas no serán suficientes...

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