AMATERASU: LA LUZ BRILLANTE

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A medida que los primeros rayos del amanecer cruzan el horizonte, ante todo lo primero que tocan es la tierra del sol naciente. Un reino de islas pintadas con las pinceladas cuidadosas de sus deidades. Esa luz gloriosa de la mañana que se alza brillante en el cielo, que aporta calidez y  vida es Amaterasu, la benevolente diosa del sol. 

Universalmente adorada.

Menos queridos son sus hermanos, a saberse que, Susano es el portador de tormentas, quien movido por los celos, ante la popularidad de su hermana, quemo sus campos dorados de arroz y disperso los telares sagrados de su pueblo. Asolada y en duelo por tal destrucción, Amaterasu se sello a sí misma dentro de una caverna profunda. Sus personas sufrieron, los campos se secaron, el mundo se heló, y el reino cayó en aplastantes tinieblas.

Por un tiempo desconocido, ella permaneció allí escondida ahí lejos de las atrocidades del mundo. Hasta que, un día, vino un estruendo de una fiesta desde fuera. Al principio, ella trató de ignorarlo, pero la curiosidad la llamo. 

Movió a un lado la gran piedra que sellaba la caverna, miró con cautela, sólo para mirar a una brillante diosa, sorprendida y cegada por su propio reflejo en un espejo de bronce pulido. Amaterasu se vio obligada a arrastrarse más lejos para encontrar la fuente del sonido. Las manos la agarraron por cualquier lado y tiraron alejándola de la cueva, sellándola tras de ella. 

Reunidos en torno a ella cientos de amigos y seres queridos. En lo alto de una amplia bañera bailando estaba Usume, Diosa de la alegría, la creación de los tambores llamo a la alegría de todos. Amaterasu sonrío y la luz volvió al mundo.

Al ver a todos los que dependía de ella, a todos los que la amaban, Amaterasu juro no volver a esconderse de la calamidad. Ella, en cambio daría la cara, al igual que el amanecer se levanta cada nuevo día.



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