HACHIMAN; SEÑOR GUERRERO DE LAS OCHO BANDERAS

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Guerra. Es una verdad inevitable de los Dioses y los Hombres. Señal clara, temible anuncio de la muerte y la miseria, de huérfanos y viudas, con la seguridad de la incertidumbre. 

Puede ser un caos brutal y sangriento, que carece de toda misericordia, despojando a los hombres de hasta el ultimo rastro humanidad y compasión, dejando sólo las almas violentas e instintivas dispuestas a matar. 

Algunos creen que la guerra es más que la victoria, algunos creen que es cómo se gana esa victoria. Que un guerrero puede ser honorable, puede tratar a sus enemigos con respeto, que puede retener su humanidad ante la ira y la violencia. Cuando hay guerra a combatir, este es el tipo de guerrero Hachiman le enseña al mundo.

Embarazada, esperando al hijo del Emperador Chūai, la emperatriz Jingu encabezó una feroz campaña contra las fuerzas que mataron a su marido. Temiendo que el nacimiento de su hijo retrasaría el avance del ejército, puso ataduras en su vientre y lo mantuvo dentro por 3 años, hasta que la guerra terminó, con una victoria sin igual ella vengo a su marido.

Cada día rezaba para no perder al niño, para que naciera fuerte. Cuando 8 banderas descendieron del cielo, anunciando su nacimiento, sus oraciones fueron contestadas. El pequeño se convertiría en un dios, alabado por el clan Minamoto, y luego por la elite de guerreros mas poderosos, los samurai.

Hachiman encarna todo lo que un guerrero debe ser. Templado pero intrépido. Mortal en el combate sin ser despiadado. Respetuoso, tanto a los enemigos como a los aliados. Él entiende que la guerra no puede ser detenida, así que enseña cómo debe ser la guerra.

Incluso en esto, una guerra entre dioses, Hachiman conservará su código. Es la humanidad de los dioses lo que atrae a los mortales, lo que los hace amarlos y adorarlos. Si Hachiman pierde incluso eso, entonces no es un guerrero. Sólo es la guerra.

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