El mensajero había dicho que su hermana quería verlo en cuanto tuviera un momento libre, así que Nevin cumplió con todas sus obligaciones matinales antes de presentarse ante ella. Por el corredor hacia el las dependencias de la reina vio llegar en dirección opuesta al hermano de Aldara. Ambos mantuvieron el paso y compartieron un simple gesto de saludo al cruzarse.
Al contrario que su padre, Aram Damgair no parecía interesado en mantener relaciones fluidas, ni de ningún otro tipo, con su reino. En todo momento se había mantenido al margen, simplemente cumpliendo con lo que se esperaba de él y, aunque en ese sentido los dos eran iguales, Nevin lejos de identificarse había empezado a sentir aversión por él.
Acostumbrado a convivir con guerreros, había aprendido a reconocer muchas clases de hombres. Podía distinguir fácilmente a uno curtido de uno despiadado, a un soldado de un mercenario, a un audaz de un temerario, y mirando al príncipe de Hesperia tenía la sensación de que gustoso habría hecho derramar sangre con tal de no encontrarse donde se encontraba. Aunque Nevin jamás lo diría en voz alta, tenerlo en el castillo le molestaba y si no volviera a verlo nunca no iba a lamentarlo.
Los dos miembros de la guardia real que custodiaban la puerta del gabinete saludaron a su superior y se encargaron de abrirle paso.
-Vaya, al fin te dignas a venir -lo saludó Setenme desde su escritorio.
Nevin se cuadró delante de ella mientras a sus espaldas se cerraba la puerta.
-No dijiste que fuera urgente.
-Cuando la reina pide algo, siempre es urgente.
-Ya, bueno... la reina de niña quería volar y acabó con un brazo roto.
-Insolente soldado...
-Ya estoy aquí, alteza. ¿Para qué querías verme?
-No es nada urgente -Nevin puso los ojos en blanco-. Sólo algo que me ha dicho un pajarito esta mañana.
-¿Ahora eres una susurrante?
Setenme frunció el ceño y Nevin supo que las bromas se habían terminado. Había un límite en lo que podía provocar a su hermana antes de que estallara, y esto había empezado a importarle desde que sus rabietas pasaron a ser asuntos de estado.
-Me han dicho que anoche no estuviste en el cuarto de tu esposa más de dos minutos. Dime, hermano: ¿de qué me tengo que preocupar? ¿Del honor de la familia, representado en tu virilidad? ¿O de que el matrimonio más importante de nuestra historia aún no se haya consumado?
Nevin la miró sorprendido.
-¿Me has puesto vigilancia, hermana?
Ella ni siquiera tuvo el decoro de parecer avergonzada.
-Ha sido pura casualidad. La conversación surgió en una charla informal con nuestra prima.
«Condenada Solana», pensó Nevin irritado.
-Setenme, eres mi hermana y mi reina, pero ninguna de las dos cosas te da derecho a inmiscuirte en mis asuntos de alcoba.
-Por supuesto que sí, si soy yo la que tiene que afrontar las consecuencias. ¿Y si Alain lo toma como un insulto? Podría pedir la anulación del matrimonio.
-¿Te ha dicho algo, acaso?
Setenme suspiró.
-No. No creo que lo sepa, si es que tu esposa no se lo ha dicho.
-Claro que no se lo dirá, Aldara es apenas capaz de hablar de engendrar hijos sin que le tiemble la voz. Y si llegara el caso, le diré a su padre lo mismo que te digo a ti ahora: este matrimonio se va a consumar, pero cuando llegue el momento.
-El momento es la noche tras la boda ¿es que no te lo han contado tus compañeros de juergas?
-Setenme, esa muchacha tiene doce años...
-Su primer sangrado llegó mucho antes de vuestro compromiso. Está más que capacitada para concebir.
-Eso no la convierte en mujer.
-Es verdad, esa parte es responsabilidad tuya.
Nevin cerró los ojos un instante.
-Mira, ni siquiera me siento motivado por su cuerpo. Cuando la miro, veo a una niña que apenas ha empezado vestir de adulta. Además, reconozco muy bien el miedo y a ella le entran ganas de salir corriendo cuando estoy cerca. Lo siento si por una vez tengo que decepcionarte, pero no voy a tocarla mientras eso me haga sentir después como un canalla.
Setenme suspiró. De repente estaba muy seria.
-Nevin, has de tener descendencia. No sólo por Landalbar, sino por Luminaria. Mi vientre no germina y es más que posible que mi sucesor tenga que ser de tu linaje. Se repetirá la historia de nuestro tío...
Nevin, abandonando toda rigidez, se sentó en una silla frente a ella.
-Vamos, hermana, no digas eso. Todavía eres joven y la Diosa no te ha negado la facultad de ser madre.
-Ya, pero el Dios no parece querer que mis hijos permanezcan en este mundo.
Se hizo el silencio entre ambos.
-Estoy seguro de que el próximo nacerá fuerte y sano. -Ella sonrió, volvió el silencio y Nevin quiso forzar otro tema de conversación-. Al venir me he cruzado con Aram Damgair. ¿Qué ha venido a hacer?
Setenme resopló. Volvía a parecer molesta.
-Pues después de pasarme buena parte de la mañana con su padre y con él, por el condenado asunto de las cesiones del Sur, se les olvidó anunciarme que se piensan marchar hoy. El principito ha venido a rectificar el descuido.
Nevin enarcó las cejas.
-¿Hoy? Pensé que se quedarían más tiempo, ¿ha pasado algo?
-A saber lo que tienen esos hesperanos en la cabeza, a mí no me han dado explicaciones. A lo mejor Aldara nos ilumina.
Nevin se puso de nuevo en pie.
-Supongo que entonces debo estar disponible para la despedida. -Ella asintió, sonriendo irónica-. Pues con tu permiso, volveré a mis asuntos.
-Sólo una cosa más, Nevin: piensa en lo que te he dicho.
Nevin hizo una reverencia a modo de respuesta y se marchó.
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El fuego y la mariposa
FantasyLa guerra ha terminado y como muestra de buena voluntad, el rey de Hesperia ha concedido la mano de su hija al hermano de la reina de Luminaria. Nevin, un aguerrido caballero curtido en mil batallas, no está emocionado por tener que desposar a la jo...