III

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Aldara siempre dejaba un cabo de vela encendido cuando se iba a dormir, pues era consciente de que lo que no había ocurrido aún estaba cada vez más cerca. Nevin no había vuelto a hablar de ello y Aldara procuraba pensar en otras cosas, mientras que noche tras noche se mentalizaba para recibirlo; sin embargo cada vez que no llegaba, y la vela se consumía, su descanso era profundo y tranquilo.

Aquella noche, sin embargo, cuando la llama estaba a punto de apagarse escuchó finalmente el sonido de la puerta al abrirse. Espabilada de golpe, se incorporó en la cama y tomó aire, tratando de ordenarle a su corazón que dejara de latir tan fuerte o él lo escucharía.

Estaba lista. De verdad.

Nevin se la quedó mirando desde la puerta, como en su noche de bodas, y su semblante nuevamente era serio. Aldara se quedó quieta mientras se acercaba y, otra vez como aquella, se sentó al borde de su cama, pero a distancia. Su cabeza y su corazón parecían competir para hacerse notar cuando sintió que su esposo la agarraba de la mano.

-Aldara, tengo algo que contarte -dijo con suavidad.

De inmediato cambió todo, y cuando Nevin le dijo que su padre acababa de morir fue incapaz de contenerse. Las lágrimas cayeron como ríos y cuando la rodeó con sus brazos se apoyó en el muro de su pecho,para sollozar como no lo había hecho jamás en su vida.

El fuego y la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora