Un mes después de la partida de Nevin de Valle Ámbar, Ixeya anunció su embarazo. Aram, que no cabía en sí de gozo, levantó el luto oficial y mandó organizar una gran fiesta en honor a su próxima paternidad, ante la consternación de Aldara y muchos cargos de la corte, que vieron la medida apresurada e irrespetuosa con la memoria del antiguo rey y que se vieron obligados a guardar silencio, no por primera vez.
Las diferencias entre el gobierno actual y el anterior se iban haciendo notar poco a poco, pues mientras Aldara siempre había visto que su padre era cercano al pueblo, una de las primeras medidas de su hermano fue delegar los arbitrajes en su secretario y restringir las audiencias a las casas nobles y sus protegidos. Además, consideró que la austeridad previa ya no estaba justificada, dado que vivían en paz, y por lo tanto dispuso para el palacio mejoras de todo tipo. Por la corte empezaron a desfilar arquitectos y artesanos al poco de su entronización, y también aumentó el número de sirvientes considerablemente. Aldara andaba perpleja, y poco a poco empezaba a sentirse cada vez más incómoda, notando que aquel ya poco tenía que ver con el hogar que tanto había añorado.
-Esto me parece excesivo -comentó mientras Narcedalia la ayudaba a vestirse un exquisito traje para la celebración de su hermano.
-El rey te ha regalado este vestido especialmente para esta ocasión, debes estar agradecida.
Aldara no estaba segura, pues aún se sentía incómoda por la fiesta; sin embargo no era nadie para cuestionar a Aram y sería una falta de respeto aducir cualquier indisposición para justificar su ausencia, aunque lo hubiera considerado. Brianda llegó con sus joyas recién lustradas y comentó que el gran salón ya se había abierto.
-Vamos retrasadas, niña -dijo Narcedalia-. Sería lo último si el rey tiene que esperarte.
Sin embargo Narcedalia no tenía de qué preocuparse, pues cuando Aldara ya hacía rato que estaba preparada aún no habían venido a avisarla para unirse a la comitiva real.
-Tal vez debería acercarme a ver si sucede algo.
-Puede que la reina se haya sentido indispuesta -dijo Narcedalia-. Ya iré yo a ver.
Aldara y Brianda se miraron mientras Narcedalia salía. Luego Aldara suspiró y se acercó a la ventana para contemplar la noche.
-Pasa algo malo -susurró movida por un presentimiento.
Unos golpes en la puerta la hicieron volverse. Brianda fue a abrir y se encontró con su tío, el príncipe Rodbaud. Se saludaron con sendas reverencias y el hermano menor de su padre se acercó para tomarle de las manos.
-Aldara, estás hermosísima. ¿Por qué tu hermano se resiste a comparecer ante sus invitados y te obliga a ti a esconderte aquí dentro?
Ella sonrió.
-Ya no tendremos que esperar mucho, tío. Pero decidme ¿no disfrutáis de la fiesta?
Él suspiró.
-Ah, querida. A un viejo viudo como yo lo que le gusta es la tranquilidad. Eso y la buena compañía de su familia.
-¿Y mis primos? ¿Cómo están? No he visto a ninguno desde mi boda.
-Bien, hija, muy bien. Deina ya está comprometida y Rod continúa en el Norte, ganándose el respeto de los dos reinos. Pero qué podría decirte yo a ti sobre honores militares, siendo quien es tu esposo...
Aldara sonrió incómoda, pues no sabía descifrar por su tono si su tío estaba insultando a Nevin o elogiándolo. En realidad, tampoco tuvo tiempo de responder, pues Narcedalia llegó para anunciar que el rey deseaba que Aldara marchase al gran salón sin esperarlo.
-Además me había encomendado buscarlo, señor -dijo al príncipe.
Este asintió y se despidió para atender la llamada, y Narcedalia acompañó a Aldara a la fiesta.
-¿Qué es lo que sucede?
-No lo sé, niña. Sólo he podido ver al secretario de su alteza, que ha sido muy parco en explicaciones.
El mal presentimiento iba aumentando y Aldara se detuvo a mitad del corredor, con la mano en el estómago.
-¿Te sientes mal, pequeña?
Aldara negó con la cabeza.
-No es nada.

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El fuego y la mariposa
FantasyLa guerra ha terminado y como muestra de buena voluntad, el rey de Hesperia ha concedido la mano de su hija al hermano de la reina de Luminaria. Nevin, un aguerrido caballero curtido en mil batallas, no está emocionado por tener que desposar a la jo...