Aunque Nevin logró recuperar enseguida las energías suficientes como para alimentarse solo, Aldara se acostumbró a llevarle personalmente la comida y disfrutaba con su compañía.
Así, y aunque conscientes de la cercanía del guardia mantenían las distancias y tenían que medir sus palabras, de alguna manera habían encontrado una forma de comunicación especial, cargada de dobles sentidos, gracias a la cual ambos empezaron a conocerse más profundamente. Él, además de conmoverse por su determinación en atenderle, le había sorprendido con su sentido del humor. Ella había descubierto que su esposo el valiente guerrero tenía una sensibilidad artística más allá de alabar un bonito cuadro.
Como cuando un día, lleno de admiración, le había descrito las montañas del Gran Norte. Sus cumbres relucientes como brillantes, las laderas plateadas. Le hizo desear poder entrar en su mente para verlas con sus ojos, y poder pintarlas después en un lienzo.
Incapaz de resistirse lo había terminado haciendo, a su propia inventiva, y el día que terminó el cuadro Cesarina apareció en su alcoba antes de la hora habitual.
-Señora, me han dicho en la cocina que ya se ha servido la comida al prisionero, en la torre negra.
Aldara se volvió rápidamente hacia ella, todo buen humor desvanecido.
La torre negra albergaba las mazmorras del palacio y era un lugar destinado a los peores malhechores y asesinos, aquellos por cuyos crímenes tenían un único destino. Aterrada y sin decir una palabra, Aldara salió apresuradamente para ir a buscar a su hermano.
Lo encontró en sus aposentos, a punto de empezar su almuerzo. Gracias a la Sagrada Dualidad tuvo la suficiente presencia de ánimo como para guardar la compostura y presentarse con el debido respeto, a pesar de que por dentro moría por gritar y exigir una explicación.
Aram la recibió con una insultante sonrisa.
-Hermanita, qué placer. Siéntate a comer con nosotros.
Un mozo de cámara se apresuró a colocar otro servicio para ella. Aldara, aturdida, se sentó y tomó aire.
-Me han dicho que mi esposo ha sido trasladado -comenzó en un hilo de voz.
-Efectivamente, a la torre negra -respondió Aram sin darle importancia, mientras le hincaba el diente a un muslo de pavo-. Los lumentinos han decidido que no vale el precio en que lo he tasado, así que se han ido sin él.
-¿Se han ido? ¿Así, sin más?
Aram asintió.
-Supongo que subestimé a Setenme. Pensé que se enternecería por su hermanito, pero ya está claro que es de piedra -Se encogió de hombros-. Dado que ahora es un prisionero más, no tenía sentido mantenerlo en otro lugar que el que le corresponde.
-¿Por qué no me habías dicho nada?
-No tenía conocimiento de que debía comunicarte todas mis decisiones, Aldara.
-Por supuesto que no, pero es mi esposo...
Aram se rió.
-Por la divina gracia, hasta que la muerte os separe, sí... Tienes mala suerte, hermana. Lo siento por ti, ojalá nuestro padre no hubiera hecho lo que hizo. Pero nunca se sabe, a lo mejor te ves libre antes de lo que imaginas.
Aldara se agarró con fuerza la tela de su vestido, bajo la mesa.
-¿Lo has llevado a la torre porque tienes intención de...?
Aram la interrumpió haciendo un gesto con la mano.
-Aún no he decidido nada, sólo está allí porque no podía seguir en el palacio, como si fuera un invitado.
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El fuego y la mariposa
FantasyLa guerra ha terminado y como muestra de buena voluntad, el rey de Hesperia ha concedido la mano de su hija al hermano de la reina de Luminaria. Nevin, un aguerrido caballero curtido en mil batallas, no está emocionado por tener que desposar a la jo...