III

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El duque de Terrallana y su hijo acudieron a la celda de Nevin acompañados de Aldara, y los tres fueron recibidos con alivio. La puerta se quedó abierta, con lo cual el guardia de turno sería testigo de la conversación. Conocedor de los entresijos de una corte, Nevin se detuvo a reflexionar cada palabra que pronunció a continuación.

-Tío Seyer, primo Ilan -los saludó-. Disculpad que no me levante.

-Nos hacemos cargo de la gravedad de tus heridas, querido sobrino -dijo el duque-. Sólo espero tu pronta recuperación.

-Decidme, por favor ¿cómo está Setenme?

-Vuestra hermana goza de su salud habitual y desearía teneros cuanto antes de vuelta en el Castillo Blanco.

Es decir, su situación aún no estaba nada clara. Por otro lado, si la salud de Setenme era la habitual, la respuesta no lo tranquilizó.

Cuando se marchó la había dejado recién recuperada de una enfermedad de los pulmones, muy débil y además otra vez en estado; no quería ni pensar en el efecto que le habría causado su captura, por no hablar de a qué brebajes y tratamientos desesperados se estaría sometiendo para dar a luz al fin a un heredero.

-¿Bajo qué términos se está negociando mi liberación? -preguntó directamente.

El duque pareció incómodo.

-Por el momento, sólo somos los invitados del rey.

Aquello le sonó a que las conversaciones iban a ser largas y complicadas. En aquel momento Nevin deseó haber sucumbido, si quiera porque era lo único que con que podría haber evitado aquella situación. Apretó los puños por debajo de las sábanas.

-Esperemos que vuestra presencia sea provechosa -logró decir serenamente.

El duque inclinó la cabeza. El tiempo de visita terminaba, así que un apretón de manos sirvió de despedida. Aldara los acompañó a la puerta y la entornó cuando salieron, ante la atenta mirada del guardia. Después deambuló ausente por la habitación durante unos segundos, y luego se sentó en la silla, todavía en silencio.

Nevin la seguía con la mirada.

-¿Qué te inquieta tanto? -preguntó al fin.

-Mi hermano te trajo para negociar con tu hermana, pero tardó tanto en avisar a Aurora... Y ahora apenas se ha reunido una vez con el duque, no comprendo por qué se lo toma todo con tanta calma.

Nevin tomó aire. No le sorprendía darse cuenta de la ingenuidad de su esposa. Su hermano era más que obvio que la había mantenido completamente aislada, y poco podía saber de lo que ocurría en los despachos.

-No es difícil adivinarlo. Si lo piensas, la incertidumbre de mi suerte habrá creado el caos entre nuestras filas -explicó-. Por otro lado, cuando más se alarguen las negociaciones, más nerviosismo habrá en la corte de Aurora. Todo eso a tu reino le conviene.

Aldara se cubrió la cara con las manos.

-Siento tanta vergüenza... -susurró.

-No lo hagas, Aldara -repuso Nevin suavemente-. Nosotros habríamos actuado igual.

Un silencio pesado cayó sobre ellos.

-Me han informado de que apenas has comido -comentó ella finalmente.

-Mi estómago pide calma. Y a esa niña que me atiende le doy miedo, casi no es capaz de sostener la cuchara.

-Lo siento mucho, me encargaré yo misma la próxima vez.

Nevin torció la boca en una sonrisa.

-¿Tú no me tienes miedo?

Ella sonrió también.

-Claro que no.

El fuego y la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora