II

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Aldara no volvió al cuarto de Nevin después de comprobar que su almuerzo salía de la cocina, porque estaba demasiado nerviosa como para no parecer una tonta otra vez. Desde que había salido de allí habían pasado horas, o eso le parecía, y sin embargo su estómago seguía rebullendo y sentía el mismo calor, como si tuviera dentro una olla de agua hirviendo.

Se olvidó de comer y descartó una salida a caballo, e incapaz de concentrarse en su pintura finalmente se había encerrado en su alcoba, para permanecer tumbada en su cama y tratar de dominar su mente.

Impaciente y frustrada por no lograrlo, se terminó por acercar al espejo y observarse atentamente, pues se había sentido extraña y diferente bajo la mirada de Nevin, sin entender por qué.

Y como no podía ser de otra manera era la misma. Sólo veía distintas sus mejillas, antes blancas y ahora arreboladas. Se llevó una mano al rostro y notó la piel caliente. No comprendía nada.

La llegada de Brianda hizo que se apartara del espejo, pero no distrajo sus nervios. Renuente al principio, la doncella supo cómo hacer para sonsacarle la historia y su respuesta fue sonreír.

-No debería extrañaros. Sois hermosa, ¿cómo no iba él a fijarse?

-Nunca me había mirado así... jamás, como lo ha hecho hoy.

-Habéis cambiado, mi señora. Es natural que no os deis cuenta, pero él sí. Apuesto a que estaba deseando besaros...

Una llamada en su puerta salvó a Aldara de seguir hundiéndose en la vergüenza, y a su respuesta entró Ixeya. Inmediatamente Brianda se arrodilló y permaneció con la cabeza baja, mientras Aldara se serenaba.

-Hermana, ya me han dicho que tu esposo ha despertado -dijo la reina-. ¿Cómo se encuentra?

-La fiebre ha desaparecido, pero aún está muy débil. -Ixeya asintió lentamente-. ¿Y ahora? ¿Qué pasará?

-¿Con él? No estoy segura, todo depende ya de Setenme. Y tú, querida ¿cómo te encuentras?

-Aliviada, claro.

-Claro -repitió Ixeya, observándola atentamente-. Es un penoso asunto éste, muy penoso. No puedo imaginar lo que debes estar pasando. Me alegro al menos de que tengáis ambos el consuelo de veros sin dificultades.

-El rey ha sido muy generoso -respondió Aldara.

La conversación que había tenido con su hermano cuando le anunció que Nevin había despertado aún estaba fresca en su memoria. Había tenido que pedirle permiso para llevarle los utensilios de barbería -el afilado cuchillo era un arma, después de todo- y de paso aprovechó para solicitar poder visitarlo más a menudo, alegando que sus deberes como esposa contemplaban estar pendiente de sus necesidades. Aram había accedido a regañadientes, a condición de que siempre dejara la puerta abierta para que el guardia pudiera saber lo que pasaba dentro, y le ordenó que fuera discreta en sus horas de visita.

-Aram no es tan duro como parece -dijo Ixeya-. A veces, sólo hay que saber decir las palabras adecuadas.

Aldara sonrió y, tras una breve despedida, la reina salió del cuarto.

-A veces creo que mi hermano tuvo demasiada suerte al casarse con ella -comentó.

-La reina es inteligente -comentó Brianda-, pero las apariencias a veces engañan.

Aldara la miró con el ceño fruncido.

-¿Por qué dices eso?

Brianda bajó la cabeza rápidamente.

-Disculpadme, señora. A veces hablo de más, ya lo sabéis.

-Está bien, pero ¿por qué has dicho eso?

-A veces me encuentro a su gato y se deja acariciar un poco. Los gatos son silenciosos y suelen estar en lugares donde no se les espera.

La curiosidad de Aldara aumentaba.

-¿Y qué has sabido por él?

-Que su ama discute a veces con el rey en voz muy alta. Cosas relacionadas con el reino, o con la guerra, que él no quiere oír.

Aldara guardó silencio un momento, extrañada, pues siempre había visto a su cuñada como un complemento de su hermano; una voz dulce cuya única función era apaciguar, y que jamás habría imaginado alzándose en una discusión con él.

-Tal vez Ixeya es más fuerte de lo que imaginaba -repuso.

-Tal vez ambos lo son en exceso. Señora, deberíais permanecer cerca de vuestro esposo. Quizá pronto llegue el día en que tengáis que tomar una decisión, y con toda la humildad os recomiendo que no permanezcáis entre estos muros para siempre.

Ante aquello Aldara se quedó callada, pues en realidad no había llegado a pensar qué pasaría con ella cuando lo liberasen, y se dio cuenta de que era la posibilidad de que no lo hicieran lo que la aterraba.

En aquel momento llamaron a la puerta. Brianda fue a abrir y el secretario del rey se inclinó ante Aldara.

-Mi señora, la delegación lumentina ha sido informada de la recuperación del prisionero. El rey desea que los acompañéis ahora a verlo. Deberéis avisarles de que la conversación ha de ser breve y ninguna pregunta referente al reino de Luminaria puede ser respondida, más allá de lo que los lazos familiares requieren.

Aldara asintió y el secretario se fue. Miró a Brianda.

-Hoy el duque tendrá otro motivo para odiarme.

El fuego y la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora