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Aunque procedía sólo de la luna llena, la luz hirió los ojos de Nevin cuando los abrió, y de pronto empezó a sentir un dolor punzante en la espalda, sobre la que estaba recostado contra algo muy duro. En ese momento un grito le sobresaltó.

—¡Está bien! ¡Está vivo!

Al intentar incorporarse el dolor aumentó, y unos fuertes brazos lo ayudaron a mantener el equilibrio.

—Habéis tenido suerte, alteza —dijo Wardjan—; de ese otro desgraciado no puedo decir lo mismo: no se encontró nada que amortiguara su caída. Ahora, si podéis poneros en pie, tenemos una cuerda para subir.

Nevin, apenas consciente de lo que hacía, se dejó guiar por Wardjan. Estaban parados sobre un saliente de la montaña, apenas suficientemente ancho para los dos. Una rama rota yacía a sus pies, como si algo la hubiera vencido con su peso. Vagamente pensó que eso debió ser él y en su mente pronunció el debido agradecimiento a la Sagrada Dualidad.

Inmediatamente después, su mente estaba firme y concentrada en volver arriba cuanto antes.

Tubal y Brianda los recibieron con alivio visible, pero la mirada de Nevin buscaba un rostro diferente.

—Brianda lo vio y corrió a buscarme —explicó Wardjan— pero no llegué a tiempo. Os pido perdón.

—¿Y Aldara? —preguntó Nevin— ¿Dónde está mi esposa?

Se hizo un silencio que lo molestó, y repitió la pregunta con más firmeza.

—Brianda siguió su rastro hasta un arroyo. Parece que marcharon hacia el Sur.

Nevin soltó un juramento y se dirigió a su caballo. Rápidamente Tubal fue tras él.

—Nevin, no. Spaiha está a punto de volver y tienes que subir al barco que haya encontrado. Sabes muy bien que con las restricciones de la guerra apenas zarpan, no habrá ningún otro a tiempo.

Nevin le devolvió la mirada.

—¿Piensas que puedo irme sin más y dejarla a su suerte?

—Spaiha se encargará cuando llegue.

—Ya será tarde, se habrán alejado demasiado como para dar con ellos. —Fue a subir al caballo, pero Tubal lo retuvo agarrándolo del brazo. Nevin lo miró fijamente—. Más te vale que me sueltes.

Tubal lo soltó inmediatamente, intimidado; sin embargo no se apartó.

—Setenme agonizó durante horas negándose a recibir calmante alguno, sólo para poder mantener la cabeza fría y dejarlo todo bien dispuesto. ¿Acaso vas a deshonrar la memoria de tu hermana por un maldito arrebato? ¿Abandonarás a tu reino por una hesperana?

Nevin no intentó frenar la fuerza de su puño cuando voló hacia la mandíbula de Tubal. El príncipe cayó al suelo como un fardo, aunque tuvo la dignidad de encajarlo en silencio.

—¿Que Setenme murió pensando en su pueblo, quieres decir? ¿Y en qué pensaba cuando decidió entregar su salud y nuestro futuro a una condenada oportunista? Sí, claro que honraré su memoria; y por supuesto que me debo a mi reino, pero a Aldara también le hice un juramento. Y no, hermano, no es una simple hesperana: ahora ella es tu reina.

No aguardó contestación y subió rápidamente a su caballo, en medio del silencio de todos. Tentativo, Wardjan se adelantó unos pasos.

—Permitid que os acompañe, alteza.

—No. Recuerda en qué situación está esta tierra. Tu deber está con el príncipe Tubal.

—¿Eres consciente de que esto es lo que pretendían? —dijo Tubal sin mirarlo, aún en el suelo— ¿Que buscaban que fueras tras ella en lugar de cumplir con tu deber?

Nevin sintió contraerse su garganta, pero aun así logró tragarse los remordimientos para dejar que su resolución continuara al mando.

—Marchaos con Spaiha cuando regrese, yo os alcanzaré —replicó tirando de la rienda del caballo.

Repentinamente, Brianda corrió hacia él.

—Llevadme a mí, alteza —suplicó—. Podría seros útil...

Nevin la miró un momento, reflexionando, y finalmente extendió la mano. Brianda la tomó y Nevin tiró de ella para subirla a la grupa. Luego detuvo la mirada en Tubal.

—Llegaré a tiempo. Por mi honor os lo juro.

El fuego y la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora