La ceremonia se celebraba con todo el derroche de un matrimonio de estado, pues lo de menos era que se casara el hermano de la reina con una princesa del reino vecino, sino que aquella boda parecía dar un significado auténtico a la paz que al fin se vivía entre Hesperia y Luminaria.
Gente desde todas partes del continente, e incluso fuera de él, había llegado a la capital lumentina para formar parte de aquel momento histórico. No faltaba casa noble alguna, representada en uno o varios miembros de su familia, y a Nevin poco menos que lo estaban tratando como si fuera el rey en lugar de un simple instrumento, utilizado porque no había nada mejor a mano.
Aguardaba la llegada de su prometida junto al altar, bajo la luz del sol que entraba por la gran cúpula del templo. Como caballero juramentado del reino se casaba vestido de blanco, y como miembro de la casa real llevaba su emblema familiar -un árbol envuelto en la corona del sol- bordado en hilo de oro sobre su corazón; el cinturón carmesí que lo distinguía como comandante máximo, la cadena con el sello de los señores de Landalbar colgando de su cuello, y su espada recién pulimentada ceñida a su costado, completaban su atuendo de gala para el evento que ya estaba deseando terminara.
El suave canto del coro infantil anunció la entrada de la novia.
Nevin suspiró silenciosamente cuando la vio del brazo de su padre. No podía negar que era muy linda, de rostro delicado y piel de alabastro. Su cuerpo era delgado y bien proporcionado, y el ceñido vestido en púrpura y cobre realzaba sus suaves curvas. Una larga cabellera, de un tono que le recordaba al otoño, caía en ondas por su espalda y hacía brillar más las esmeraldas de sus ojos.
Sus hermosos ojos, que eran lo único que se oponía a aquella apariencia de mujer, pues en ellos no había sido capaz de ver nada más que la inocencia de una niña. Esos ojos que sólo se habían atrevido a mirarlo una vez antes de la boda.
Un animalillo asustado. Eso era todo lo que él era capaz de ver, mientras que cuando el protocolo había exigido la presencia de la pequeña princesa todos los demás había alabado a la serena y digna dama. Se preguntó qué verían en ese momento, cuando al tomarla de la mano la notó tan temblorosa que tuvo que servirle de apoyo mientras se arrodillaban frente a la alta sacerdotisa de Aurora. Y pese a todo tuvo que sentirse admirado por la dignidad que tan evidentemente luchaba por mantener.
Los votos fueron pronunciados con voz clara y fuerte por parte de ambos. Nevin juró respetarla y protegerla, por su honor de caballero, hasta exhalar su último aliento; Aldara correspondió jurándole lealtad y devoción hasta más allá de la muerte.
Nevin dejó caer en las manos de Aldara un puñado de semillas y la sacerdotisa ató sus manos con una cuerda trenzada en seda, mientras hablaba con su sibilante voz -característica de su misteriosa raza- de los hijos que vendrían; Aldara entonces se ruborizó, y Nevin quiso mirar al techo.
Finalmente, dos monjes los cubrieron con el velo blanco que representaba la unión de sus almas y la sacerdotisa los bendijo como marido y mujer, ante el alborozo de los presentes.
Los festejos de la boda se extendieron todo el día y tuvieron lugar en la ciudad entera, como regalo al pueblo. Se sirvió comida y bebida en abundancia y la música sonó hasta el anochecer.
Mientras, en el castillo el ambiente era solemne. Durante el banquete los nobles disfrutaron de la danza y fueron acercándose por turnos, durante toda la velada, para felicitar a los recién casados, quienes asistían a todo como a una ilusión que pasaba por delante de sus ojos: visible pero irreal, y casi al margen de ellos. Respondían con agradecimiento a los buenos deseos que se les brindaban y entre sí apenas intercambiaron alguna breve mirada.
-Querido sobrino.
Nevin volvió la mirada hacia el hermano mayor de su difunta madre, Seyer Osvan, duque de Terrallana y el noble más importante del reino. Llegaba acompañado de su esposa, Deana, y sus hijos, Ilan y Ardega. Se puso en pie para saludarlo formalmente y Aldara lo imitó, correspondiendo después al saludo de cada uno con su delicada cortesía.
-Hacía mucho tiempo que no os veía, tío.
-Eso es porque has estado muy ausente del castillo, pero ahora que esta absurda guerra ha terminado podremos disfrutar más de ti.
-Mis obligaciones no terminaron con la guerra, me temo.
Seyer lanzó una risotada.
-Por el bien de esta hermosa dama, esperemos que te retengan aquí.
Pese a haber pasado tantos años en la corte a Nevin todavía le podían asombrar algunas muestras de hipocresía, pues tenía en mente que su tío fue de los pocos que se pronunció, y con vehemencia, en contra de aquel matrimonio. Sonrió silencioso mientras le estrechaba la mano y despidió gentil a toda la familia, antes de volver a sentarse y beber largamente de su copa de vino.
Los minutos se hacían interminables, pero fueron dando paso a las horas. Al fin, cuando la luna se alzaba bien brillante en el cielo, un magnífico discurso de su hermana y una exhibición de fuegos artificiales dieron por terminadas las nupcias, y los nuevos esposos podían retirarse para su noche de bodas.
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El fuego y la mariposa
FantasyLa guerra ha terminado y como muestra de buena voluntad, el rey de Hesperia ha concedido la mano de su hija al hermano de la reina de Luminaria. Nevin, un aguerrido caballero curtido en mil batallas, no está emocionado por tener que desposar a la jo...