El hecho de que pasaría solo su noche de bodas lo tenía asumido ya desde el momento en que la conoció, pues él no era hombre de forzar doncellas y cualquier cosa que intentara esa noche con Aldara sería poco menos que eso. No le molestaba, pues la joven princesa no provocaba en él ninguna respuesta; en cambio, sí le irritaba verse sometido a una situación que, a la larga, sabía se tornaría insoportable.
Suspiró y empezó a desvestirse, cansado físicamente y harto de toda aquella parafernalia. Por fortuna al día siguiente todo volvería a la normalidad y él tendría sus propios deberes en que concentrarse. Ahora lo único que quería era darse un baño y dormir toda la noche.
-Buenas noches, comandante.
Nevin se giró bruscamente. En su cama le había estado esperando una sorpresa.
-¿Qué haces aquí?
Ella sonrió. Solana era una de las doncellas de la corte, muy amiga de su prima Ardega. Hermosa y algo descarada, siempre había encontrado cautivadora su presencia.
En aquella ocasión le irritó verla.
-Pensé que tal vez las muchachas de Oeste no tienen lo que las del Este... y creo que tenía razón ¿no es así?
Mientras hablaba iba desatando las cintas de su vestido. Nevin cerró los ojos.
-Para, no hagas eso.
-¿Por qué?
-Porque yo te lo digo. Arréglate y vete, no es correcto que estés aquí.
-Ya he estado aquí antes...
-Antes era antes, y ahora es ahora.
-¿Qué hay de ahora?
-Ahora estoy casado.
-Casado, pero aquí solo en vuestra noche de bodas...
-Lo que suceda entre mi esposa y yo no es asunto tuyo. Márchate de una vez.
En lugar de obedecerle, se le acercó. Nevin tragó saliva, incapaz de mover un músculo por temor a perder el control de sus miembros, uno de los cuales ya estaba expresando su opinión de las circunstancias.
-En realidad no queréis que me vaya ¿verdad? -susurró ella, como si pudiera leer su mente.
Nevin respiró hondo.
-Hoy he hecho un juramento. ¿Piensas que no tengo palabra?
-Conozco a los caballeros. Palabra, honor... pero entre las sábanas sois iguales que cualquier campesino.
Se había ido acercando más según hablaba, hasta que sus bocas estuvieron a punto de rozarse. Repentinamente Nevin la agarró del brazo y la apartó.
-Es la última vez que te digo que te vayas -exclamó amenazante-. La próxima te sacaré a rastras.
La soltó bruscamente y le dio la espalda. Solana cambió su expresión a una de incredulidad y luego resentimiento.
-Está bien, comandante. Como deseéis -dijo haciendo una inclinación burlona-. Quedaos con vuestra dulce y tierna esposa.
Solana se volvió y se marchó de la habitación dando un portazo. Nevin resopló. En ese momento, lamentaba dos cosas: que el agua de su bañera estuviera caliente y el instante en que se involucró con ella.
Cerró los ojos, pensando en el futuro que tenía por delante, y por un momento se preguntó si no habría sido más fácil caer en algún campo de batalla.
ESTÁS LEYENDO
El fuego y la mariposa
FantasyLa guerra ha terminado y como muestra de buena voluntad, el rey de Hesperia ha concedido la mano de su hija al hermano de la reina de Luminaria. Nevin, un aguerrido caballero curtido en mil batallas, no está emocionado por tener que desposar a la jo...