Aldara tenía ante sí a su esposo una vez más, si bien sus ojos eran incapaces de reconocerlo.
Sus cabellos del color de la arena aparecían lacios y desgreñados, demasiado crecidos; una barba sucia desdibujaba sus elegantes rasgos, demacrados por la enfermedad. Estaba envuelto en ropas mugrientas y ensangrentadas y la fiebre lo hacía delirar, mascullando palabras sin sentido.
Apenas parecía posible que aquel hombre fuera el mismo que imponía respeto con sólo nombrársele, y Aldara de pronto se sintió invadida por un inmenso sentimiento de tristeza. Veía su sufrimiento y cuando presenció la rudeza del médico que revisaba su herida se le hizo un nudo en el estómago.
-El rey no debería tener muchas esperanzas -anunció éste, indiferente, mientras disponía sus instrumentos para la cura.
Aldara observó en silencio cómo aquel hombre, que estaba allí únicamente por orden de su hermano y era insensible a si el prisionero vivía o moría, operaba sobre el maltrecho cuerpo de Nevin con la asistencia silenciosa de una doncella. Vio lienzos manchados de sangre, botellas goteando líquidos curativos, instrumentos afilados ir y venir, y finalmente, cuando el médico se lavaba las manos en un balde de agua, se acercó titubeante a preguntarle.
-He hecho lo que he podido, pero la herida venía en muy mal estado -respondió él-. Debería ser lavada varias veces a lo largo del día, ya le he enseñado a la muchacha cómo hacerlo. También debe tratar de que el paciente beba mucha agua.
-¿Es todo?
-Todo lo que se puede hacer, señora.
-¿Y para el dolor? ¿Algo para calmarlo?
-La verdad, dudo que sienta nada.
Aldara lo miró incrédula.
-¿Cómo podéis decir eso? No ha parado de revolverse...
El médico se encogió de hombros y murmuró «cómo deseéis» mientras buscaba en su bolsa. Extrajo de ella un frasco pequeño y lo dejó sobre la mesa.
-Esto le hará dormir profundamente; que lo beba diluido en un poco de agua. Bien, mi trabajo ha concluido. Con vuestro permiso, señora.
Aldara observó la puerta cerrarse y después se volvió hacia Nevin, que respiraba trabajosamente en medio de su semiinconsciencia.
-Trae un vaso con agua -ordenó a la doncella.
La muchacha se apresuró a cumplir la orden y alpoco rato Aldara conseguía que Nevin bebiera unos cuantos sorbos de la pócima,esperando que le ayudara a descansar tranquilo. Afortunadamente hizo su efecto,y al poco rato dormía profundamente. {
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El fuego y la mariposa
FantasiaLa guerra ha terminado y como muestra de buena voluntad, el rey de Hesperia ha concedido la mano de su hija al hermano de la reina de Luminaria. Nevin, un aguerrido caballero curtido en mil batallas, no está emocionado por tener que desposar a la jo...