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-¡Está aquí la huérfana acusada  Nora! -anunció el ujier, y los murmullos se acallaron. En silencio, todos los presentes se volvieron para verla entrar.

    La sala era enorme. Nora ya había estado allí con su madre, en ocasiones ceremoniales como la Reunión anual. Entonces se sentaban con el gentío en las filas de bancos, mirando hacia el escenario, donde no había más que un altar con el Objeto de Culto, aquella misteriosa construcción de dos maderos unidos en cruz.   Se decía que antiguamente tuvo grandes poderes, y la gente siempre inclinaba un momento la cabeza con gesto humilde hacia él, en señal de respeto.

   Pero ahora estaba sola.

No había multitudes ni ciudadanos vulgares, sino sólo el Consejo de Guardianes :doce hombres frente a ella, sentados a una mesa larga al pie del escenario.

Hileras de lámparas de aceite daban claridad a la sala, y cada uno de los hombres tenían detrás su propia antorcha, que iluminaba los papeles amontonados y dispersos por la mesa. Bajo la mirada de los hombres avanzó, titubeando, por el pasillo central.

  Rápidamente, recordó lo que había visto hacer en todas las ceremonias, al llegar a la mesa Nora junto las manos en ademán de reverencia, con las puntas de los dedos bajo la barbilla, volvió los ojos con respeto hacia el Objeto de Culto del escenario.

Los guardianes respondieron con gestos de aprobación. Al parecer había hecho lo que debía. Se relajó un poquito, esperando, preguntándose  qué sucedería a continuación.

El ujier respondió a un segunda  llamada a al puerta y anunció una segunda entrada :

   -¡La acusadora, Vandara!

Así que serían ellas dos. Nora vio como Vandara se acercaba rápidamente a la mesa hasta colocarse a su lado, frente a los miembros de Consejo. Sintió una pequeña satisfacción al observar que Vandara venía descalza y con la cara sucia;no se había arreglado para la ocasión. Quizá no fuera necesario. Pero Nora pensó que posiblemente se había ganado un poquito de respeto, una pequeña ventaja, por ir limpia.

  Vandara hizo el gesto de adoración con las manos. En eso estaban iguales. Luego Vandara se inclinó, y Nora vio con contrariedad que los Guardianes inclinaban la cabeza hacia ella.

   "Debería haberme inclinado. Tengo que encontrar la ocasión de inclinarme"

  -Nos hemos reunido para dictar sentencia en un conflicto -el Guardián Mayor, un hombre de pelo blanco con un nombre de cuatro sílabas que Nora nunca había conseguido aprenderse, hablaba con autoridad.

   "Yo no tengo ningún conflicto. Yo sólo quiero reconstruir mi barranca y vivir mi vida.

   -¿Quien es la acusadora? -preguntó el hombre de pelo blanco.

"Seguro que lo sabe ", pensó Nora. Pero la pregunta parecía ceremonial, parte del procedimiento establecido. La respuesta la dio otro de los guardianes, un hombre corpulento que estaba sentado en un extremo de la mesa y tenía delante varios libros gruesos y un montón de papeles.

Nora miró los volúmenes con curiosidad. Siempre había ansiado saber leer, pero a la mujeres no les estaba permitido.

  -Guardián Mayor, la acusadora es la mujer Vandara.
  
   -¿Y la acusada?

   -La acusada  es la huérfana Nora -el hombre echó una ojeada a los papeles, pero no parecía estar leyendo.

"¿Acusada?¿De que se me acusa?". Al oír repetir la palabra, Nora sintió una oleada de pánico. "Pero puede ser la ocasión de inclinarme y mostrar humildad". Agachó la cabeza y dobló ligeramente la cintura, reconociéndose como la acusada.
    El hombre de pelo blanco las miró a las dos sin emoción. Nora apoyada en el bastón, trataba de mantenerse lo más derecha posible. Era casi tan alta como su acusadora.

Pero Vandara era mayor, más robusta, y no tenía otro defecto que la cicatriz, el recordatorio de haber luchado contra una fiera y haber salido con vida. Por espantosa, que fuera a la vista, la cicatriz pregonaba su fortaleza. El defecto de Nora no tenía detrás ninguna historia ilustre, y ella se sentía débil, incapaz y pérdida al lado de aquella mujer desfigurada y colérica.

  -Que hable primero la acusadora -ordenó el Guardián Mayor.

La voz de Vandara era firme y amarga.

En Busca Del AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora