La mujer tenía las manos deformadas y manchadas. Alzó una a modo de saludo. Le quedaban pocos dientes y su piel estaba toda arrugada, pero en los ojos no tenía nubes. Asiendo un bastón se aproximó, sin manifestar ninguna sorpresa por aquella visita imprevista.
-Te pareces a tu madre -dijo después de mirar atentamente a Nora.
-¿Sabe usted quién soy? -preguntó Nora, extrañada. La anciana asintió.
-Mi madre ha muerto.
-Sí, ya lo sé.
"¿Lo sabe? ¿Cómo lo sabe?". Pero Nora no quiso preguntar.
-Me llamo Nora. Éste es mi amigo Mat.
Mat se adelantó, poniéndose de pronto un poco tímido.
-Traigu un pocu de pan -dijo-. Yo y mi perritu no molestaremus.
-Siéntate -dijo a Nora la anciana Anabela, sin fijarse en Mat ni en Palo, que andaba olisqueando por el jardín en busca de un sitio apropiado para levantar la patita-. Seguro que estás cansada y dolorida.
Señaló a un tocón bajo, y Nora se sentó con alivio, se frotó la pierna doliente, y desatándose las sandalias las vació de piedrecitas.
-Tienes que aprender los tintes -dijo la anciana-. A eso vienes, ¿no? Tu madre lo hizo, y te iba a enseñar.
-No hubo tiempo -suspiró Nora-. Y ahora quieren que yo lo sepa todo, y que haga el trabajo..., la reparación del manto del Cantor. ¿Sabe usted eso?
Anabela asintió, y volviendo a la cuerda acabó de tender los hilos amarillos.
-Yo te puedo dar algunos hilos -dijo- para que empieces. Pero tienes que aprender los tintes. Querrán que hagas otras cosas.
Nora volvió a pensar en la extensión vacía de la espalda y los hombros del manto. Eso era lo que querrían que hiciese, llenar aquel espacio de futuro.
-Tienes que venir todos los días. Tienes que aprender todas las plantas. Mira...
La mujer señaló al jardín, rebosante de plantas lozanas, muchas de ellas en flor.
-Galio -dijo, apuntando a una mata alta y cargada de capullos amarillos-. La raíz da un buen rojo. Pero para los rojos lo mejor es la granza. La granza la tengo atrás -apuntó nuevamente, y Nora vio un arbusto de tallos delgados y muy ramosos, sobre un lecho de tierra elevado-. Ahora es mala época para sacar las raíces de la granza. Es mejor en el otoño temprano, cuando está en reposo.
"Galio. Granza. Tengo que acordarme de esos nombres. Tengo que aprenderme esas plantas".
-Gualda -declaró la mujer, metiendo la punta del bastón en una mata de flores pequeñas
-. Los brotes dan un amarillo hermoso. Pero no se la debe mover sin necesidad. A la gualda no le gusta que la trasplanten.
"Gualda. Para el amarillo".
Nora volvió una esquina del jardín detrás de Anabela, que se detuvo para apuntar con el bastón a una mata espesa de tallos tiesos y hojas pequeñas y ovaladas.
-Ésta es muy resistente -dijo casi con cariño-. Se llama hipérico. Aún no tiene flores; es pronto. Pero cuando florece se saca un pardo muy bonito de las flores. Aunque manchan las manos.
Y alzando las suyas soltó una risilla hueca. Y añadió:
-Necesitarás verdes. Para eso vale la manzanilla. Hay que regarla bien. Pero para el color verde se aprovechan sólo las hojas. Las flores se guardan para tisana.
A Nora ya le daba vueltas la cabeza tratando de memorizar los nombres de las plantas y los colores que daba cada una, y todavía Anabela no había descrito más que una pequeña esquina
del espléndido jardín. Ahora, al oír las palabras "agua" y "tisana", se dio cuenta de que estaba sedienta.
-Por favor, ¿hay aquí un pozo? ¿Podría darme un poco de agua? -preguntó.
-¿Y a Palitu también? Fue en busca de un arroyu, pero no lo halló -trinó la voz de Mat al lado de Nora, que casi se había olvidado de él.
Anabela les llevó a un pozo situado detrás de la casita, y bebieron con gratitud. Mat echó agua en el hueco de una piedra para el perro, que la tragó ávidamente y pidió más.
Por fin Nora y Anabela se sentaron juntas a la sombra, mientras Mat, mordisqueando su pan, se iba a dar un paseo con Palo.
-Tienes que venir todos los días -repitió Anabela-. Tienes que aprender todas las plantas, todos los colores. Como hizo tu madre cuando era joven.
-Lo haré. Lo prometo.
-Tu madre decía que tú tenías el saber en los dedos. Más que ella.
Nora se miró las manos, cruzadas en el regazo.
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En Busca Del Azul
Teen FictionLIBRO II 1-El dador de los recuerdos 2-En busca de azul