Cap 13
Normalmente Palito iba brincando de acá para allá, adelantándose y volviendo después sobre sus pasos, pero aquella mañana, más cauteloso, marchaba a la cola. Afuera aún tronaba, y el vestíbulo estaba poco iluminado. Tomás marchaba el primero. Las uñas del perro repicaban en las baldosas. A su lado Mat se movía en silencio con sus pies descalzos. El único otro ruido lo hacía Nora, con un golpe seco del bastón a cada paso y el arrastre de su pierna torcida.
Como el piso de arriba, donde vivían, también éste era sencillamente un corredor vacío con puertas de madera cerradas.
Tomás dobló un recodo, y enseguida dio un paso atrás como si algo le hubiera sobresaltado. Los demás, incluido el perro, se quedaron petrificados.
—Shhh —Tomás pidió silencio llevándose un dedo a los labios.
Allá delante, al otro lado del recodo, sonaron pasos; después una llamada a una puerta, la puerta que se abría y una voz. A Nora le resultaron conocidas la voz y su inflexión, aunque las palabras no se entendieron.
—Es Jacobo —indicó con los labios a Tomás, y él asintió y se estiró para mirar.
En ese momento se le ocurrió a Nora que Jacobo había sido su defensor, que era el responsable de que ella estuviera allí, en aquella nueva vida. Así que realmente no había razón para esconderse de él en las sombras de un pasillo. Pero sentía un miedo extraño.
Se adelantó de puntillas y se inclinó junto a Tomás. Se veía que estaba abierta una de las puertas. De dentro salía un murmullo indistinto de voces. Una voz era la de Jacobo. La otra era la voz de una niña.
La niña lloró un poco.
Jacobo habló.
Entonces la niña, sorprendentemente, se puso a cantar.
Su voz clara y aguda se elevó sin palabras: era sólo la voz, cristalina, casi como un instrumento musical. Se alzó hasta una nota aguda y la sostuvo largamente.
Nora sintió un tirón en la ropa, y al bajar la mirada vio a su lado a Mat, que le tiraba de la falda con los ojos muy abiertos. Por señas le mandó guardar silencio.
Entonces el canto cesó bruscamente y la niña volvió a llorar.
Se oyó la voz de Jacobo, que ahora era áspera. Nora no le había oído nunca hablar así.
La puerta se cerró de golpe y las voces se amortiguaron.
Mat seguía dando tirones, y Nora se inclinó para que le dijera al oído lo que le quería decir.
—Es amiga mía —dijo él muy excitado—. Bueno, no es amiga del todo porque a mí y a mis compas no nos gustan las niñas. Pero la conozcu. Vivía en la Nava.
También Tomás le escuchaba.
—¿La que ha cantado? —preguntó.
Mat asintió con vehemencia.
—Se llama Lol. En la Nava andaba siempre cantandu. Nunca oíla llorar así.
—¡Shhh! —Nora intentó moderar a Mat, pero no había manera de que hablara en voz baja —. Volvamos —sugirió—. Podemos hablar en mi habitación.
Esta vez fue Palo el que se puso a la cabeza, feliz de dar marcha atrás e ilusionado con la esperanza de encontrar más restos del desayuno. Sigilosamente subieron la escalera.
Ya a salvo en el cuarto de Nora, Mat se sentó en la cama con los pies descalzos colgando y les contó lo de la niña que cantaba.
—Es más pequeña que yo —dijo, y saltando al suelo se puso una mano a la altura de los hombros—. Es así como esto. Y todus los de la Nava se alegraban en oyéndola cantar.
Se encaramó de nuevo a la cama, y Palo se subió junto a él y se hizo una rosca sobre la almohada de Nora.
—Pero ¿por qué está aquí? —preguntó Nora extrañada.
Mat se encogió de hombros ostentosamente.
—Es huérfana. Murierun sus padres —explicó.
—¿Los dos? ¿A la vez? —Nora y Tomás se miraron. Los dos conocían esa pérdida. Pero, ¿había vuelto a ocurrir? ¿A otro niño?
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En Busca Del Azul
Teen FictionLIBRO II 1-El dador de los recuerdos 2-En busca de azul