-"Fue conservada contra las reglas, porque su abuelo vivía aún y tenía poder. Pero hace mucho tiempo que él dejó de existir" -Jacobo leyó la siguiente acusacion de la lista.Le habían dado permiso para estar sentada durante la sesión de la tarde, y también a Vandara le ordenaron tomar asiento. Nora agradeció. Si Vandara hubiese permanecido de pie, ella se habría aguantado el dolor de la pierna por estar de pie también.
Una vez más el guardián que era su defensor reiteró que se podía hacer excepciones. A esas alturas, a pesar de lo atemorizada que eran las acusaciones, la repetición aburría.
Nora intentaba mantener la cabeza despierta. Con la mano en el bolsillo, sobaba el trapito y se imaginaba sus colores.
Las telas comunitarias eran crudas, sin color;los vestidos, sueltos y los pantalones holgados que vestía todo el mundo se tejían y se cosían para dar protección frente a un chubasco imprevisto, las púas de los espinos o las bayas venenosas. La tela que se usaba en el pueblo no se decoraba.
Pero la madre de Nora había conocido el arte de teñir. Era de sus manos manchadas por los tintes de donde salían los hilos de colores empleados para las escasas ornamentaciones.
El manto de cada año vestía el Cantor para ejecutar el Cántico de la Ruina estaba lujosamente bordado. Sus intrincadas escenas estaban allí hacia siglos, en el mismo manto, que era el que vestía cada Cantor e iba pasando de uno a otro.Una vez, muchos años antes, pidieron a Catrina que reemplazara unos cuantos hilos sueltos.
Nora era entonces muy pequeña, pero se acordaba de haber estado en el rincón sombrío de la barraca cuando un guardián fue a llevar el fabuloso manto y estuvo allí esperando mientras su madre hacía la pequeña reparación.Se acordaba de haber mirado fascinada cómo su madre hacía pasar a través de la tela una aguja de hueso enhebrada con un hilo grueso de color vivo, y cómo poco a poco un dorado brillante sustituía a la parte desgastada de una de las mangas. Después se volvieron a llevar el manto.
En la Reunión de aquel año, Nora y su madre estiraban el cuello tratando de localizar el lugar del arreglo, cada vez que el Cantor gesticulaba moviendo los brazos durante el Cántico. Pero estaban sentadas demasiado lejos del escenario, y la reparación era demasiado pequeña.Desde entonces, cada año le llevaban a su madre el antiguo manto para que lo reparase.
—Un día esto lo sabrá hacer mi hija —dijo una vez Catrina al guardián—. ¡Mire lo que hahecho! —y le enseñó la muestra que Nora acababa de terminar, aquélla que tan mágicamente se había hecho sola entre sus dedos—. Es mucho más habilidosa que yo. Nora había estado callada, azarada pero orgullosa, mientras el guardián examinaba su bordado.
Él no hizo ningún comentario; se limitó a mover la cabeza y devolvió la muestra. Pero ella notó su interés por la manera en que le brillaron los ojos. A partir de entonces, todos los años pedía ver su labor.
Nora permanecía siempre al lado de su madre sin poner jamás las manos en el frágil paño antiguo, siempre maravillada ante los lujosos tonos que narraban la historia del mundo: oros, rojos, pardos. Y aquí y allá, desvanecido, casi reducido a blanco, lo que en otros tiempos fue azul. Su madre le señalaba los pocos restos descoloridos que quedaban de él. Su madre no sabía hacer azul.
A veces hablaban de eso, mirando al inmenso cuenco invertido del cielo sobre el mundo. "¡Si yo supiera hacer azul!", decía su madre. "He oído que existe una planta especial no sé dónde". Y miraba su huerta, donde crecían apretadas las flores y los brotes que empleaba para crear los oros y los verdes y los rosas, y meneaba la cabeza añorando el único color que no podía hacer.
Ahora su madre había muerto.
Ahora su madre ha muerto.
Nora salió con sobresalto de sus ensoñaciones del tiempo pasado. Alguien estaba diciendo las mismas palabras. Se puso a escuchar.
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En Busca Del Azul
Teen FictionLIBRO II 1-El dador de los recuerdos 2-En busca de azul