En el gran salón sólo la esperaba Jacobo. Nora se preguntó si por haber sido su defensor en el juicio tendría que ser ahora su tutor, y curiosamente sintió un pequeño arranque de irritación. Ya era mayor para bandearse sola.
A su edad muchas chicas se preparaban para casarse. Ella siempre había sabido que no se casaría, era imposible con aquella pierna torcida; no podía ser una buena esposa, no podía cumplir los mil deberes que se les exigían; pero desde luego se las podía bandear sola. Su madre lo había hecho y le había enseñado a hacerlo.
Pero Jacobo le dio la bienvenida, y aquel asomo de irritación se disipó y pasó al olvido.
—¡Ya estás aquí! —dijo, y levantándose dobló los papeles que estaba leyendo—. Voy a enseñarte tus habitaciones. No están lejos. Es en un ala de este edificio.
Entonces la miró y vio el hatillo que llevaba a la espalda.
—¿Eso es todo lo que tienes? —preguntó.
Ella se alegró de que le hiciera esa pregunta, porque así tenía ocasión de hablar de Mat.
—No todo —dijo—. Es que no puedo cargar mucho porque... —hizo un gesto hacia la pierna, y Jacobo asintió—. Así que tengo un niño que me ayuda. Se llama Mat. Espero que no sea molestia, pero se ha quedado en la escalinata. Él tiene el resto de mis cosas. No sé si les parecerá bien que siga siendo mi ayudante.
Es un buen chico. Jacobo frunció ligeramente el ceño; después se volvió a llamar a uno de los ujieres.
—Que venga ese niño de la escalinata —dijo.
—Esto... —interrumpió Nora. Jacobo y el ujier se volvieron. Ella habló como si tuviera que pedir disculpas, y hasta notó que se encorvaba un poco—. Tiene un perro —dijo bajando la voz—. No va a ninguna parte sin él.
—Es un perro muy pequeño —añadió en un susurro.
Jacobo la miró con impaciencia, como si de pronto se diera cuenta de la carga que iba a ser. Acabó dando un suspiro.
—Que venga también el perro —dijo al ujier.
Les condujeron a los tres por un corredor. Formaban un extraño trío: Nora iba primero, tropezando en el bastón y arrastrando la pierna con aquel ruido de escoba, suish, suish.
Detrás iba Mat, callado por una vez en su vida, con los ojos como platos ante la grandiosidad del lugar. Y en último lugar, con un repiqueteo de uñitas en las baldosas del suelo, iba el perro de rabo torcido, llevando muy ufano en la boca un escarabajo que se retorcía.
Mat dejó el fardo de las cosas de Nora pasada la puerta, pero no quiso entrar en la habitación. Lo contemplaba todo solemnemente con su mirada extasiada y observadora, y él solo tomó esa decisión.
—Yo y Palu esperamus aquí —anunció—. ¿Cómo se llama esto? —preguntó, recorriendo con la vista el ancho espacio donde se encontraba.
—El corredor —le dijo Jacobo.
Mat asintió.
—Pues yo y Palu esperamus aquí en el curredor. Yo y Palu no entramus en el cuartu por los insectus.
Nora se volvió rápidamente a mirar, pero el perro ya se había tragado el escarabajo. Además, de "insectu" no tenía nada; como había dicho Mat, era un escarabajo gigante.
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En Busca Del Azul
Teen FictionLIBRO II 1-El dador de los recuerdos 2-En busca de azul