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  Cap 5

    Nora observo por primera vez que detrás de los asientos del Consejo de Guardianes, en el suelo, había una caja grande.

Antes del almuerzo no estaba.

A un gesto del Guardián Mayor, uno de los ujieres subió la caja a la mesa y alzó la tapa.
Bajo la mirada atenta de Nora y Vandara, el defensor, Jacobo, extrajo y desplegó algo que Nora reconoció al instante.

-¡El manto Cantor!-exclamo encantada.

-Eso no hace al caso-murmuró Vandara, pero también ella se estiró para ver mejor.

Extendieron sobre la mesa el magnífico manto. Normalmente sólo se veía una vez al año, cuando el pueblo se reunía para oír el Cántico de la Ruina, la larga historia de su gente.

La mayoría de los ciudadanos, apretujados en el auditorio para la ocasión, no veían el manto del Cantor sino de lejos; había empujones y codazos por poder echarle una ojeada desde más cerca.

Pero Nora lo conocía bien, porque había visto a su madre zurcirlo primorosamente cada año. Al lado, vigilante, estaba siempre un guardián. Nora, con órdenes de no tocar, miraba y se admiraba de la habilidad de su madre, de su pericia para escoger el matiz exacto que hacía falta. 

¡Allí, en el hombro izquierdo! Recordó que era en aquel sitio donde el año anterior habíaun enganchen con unos hilos rotos, y que su madre los estuvo sacando con infinita paciencia.

Después buscó hebras de rosa claro, rosa un poco más intenso y otros tonos que se iban oscureciendo hasta el carmesí, cada matiz sólo una chispa más fuerte que el anterior, y los fue poniendo en su sitio, ligando impecablemente los contornos del complicado dibujo.

Jacobo tenía los ojos puestos en Nora mientras ella recordaba. Por fin dijo:

—Tu madre te estuvo enseñando el oficio.

Nora asintió.

—Desde pequeña —reconoció en voz alta.

—Tu madre era una trabajadora experta. Sus tintes eran sólidos. No se han desvanecido.

—Era esmerada —dijo Nora— y minuciosa.

—Se nos ha dicho que tú eres más hábil que ella.

Así que lo sabían.

—Aún me queda mucho que aprender —dijo Nora.

—¿Y te enseñó a hacer la tintura además de los puntos?

Nora asintió con la cabeza porque sabía que era lo que Jacobo esperaba de ella. Pero no era exactamente así. Su madre pensaba enseñarle el arte de teñir, pero no hubo tiempo porque antes cayó enferma. Intentó ser veraz en su respuesta.

—Estaba empezando a enseñarme —dijo—. Me contaba que a ella le había enseñado una mujer llamada Anabel.

—Ahora se llama Anabela —dijo Jacobo.

Nora se quedó muy sorprendida.

—¿Vive todavía? ¿Y es tetrasílaba?

—Es muy vieja. Tiene la vista un poco disminuida. Pero todavía puede servir de ayuda.

"¿De ayuda para qué?". Pero Nora guardó silencio. Su mano sentía el calor del trapito en el bolsillo.

De repente Vandara se puso en pie.

—Solicito que continúe el procedimiento —dijo ásperamente—. Esto es una táctica dilatoria por parte del defensor.

El Guardián Mayor se levantó. En torno a él, los restantes guardianes, que habían estado cuchicheando, enmudecieron. La voz con que el Guardián Mayor se dirigió a Vandara no era hostil.

—Puedes irte —dijo—. El procedimiento ha concluido. Hemos llegado a una decisión. Vandara, callada, no se movió. Le miraba con gesto desafiante. El Guardián Mayor hizo una seña con la cabeza, y dos ujieres se adelantaron para conducirla fuera de la sala.

—¡Tengo derecho a conocer vuestra decisión! —gritó ella, con el rostro desencajado por la ira; y, soltándose de los ujieres que la habían tomado de los brazos, se plantó frente al Consejo.

—En realidad —dijo el Guardián Mayor con voz tranquila— no tienes ningún derecho. Pero voy a comunicarte la decisión para que no haya malentendidos. La huérfana Nora se quedará. Tendrá una nueva ocupación.

Señaló hacia el manto del Cantor, que permanecía extendido sobre la mesa.

—Nora —dijo mirándola—, continuarás la obra de tu madre. Llegarás más lejos que ella, en realidad, ya que tu habilidad es mucho mayor de lo que fue la suya. En primer lugar, repararás el manto, como siempre hizo tu madre. A continuación lo restaurarás. Será después cuando comience tu verdadera obra. Completarás el manto —al decirlo señaló a la gran extensión de tela sin decorar que caía sobre los hombros, y miró a Nora, alzando una ceja como si le hiciera una pregunta.

En Busca Del AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora